‘Extraño’, un paseo por un mundo de turbadora belleza

Arte

El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo propone una exposición a partir de los fondos de la colección Sandretto Re Rebaudengo, con 30 piezas de artistas internacionales que lanzan "mensajes de cómo es la vida"

Los retratos desoladores y hermosos de la uruguaya Jill Mulleady (Montevideo, 1980).
Los retratos desoladores y hermosos de la uruguaya Jill Mulleady (Montevideo, 1980). / Antonio Pizarro

La coleccionista italiana Patrizia Sandretto Re Rebaudengo asegura que adquirir obras la ha ayudado a comprender "el mundo en que vivimos", a ejercitar una mirada "crítica" sobre su entorno. Ella no sucumbe con facilidad a la fuerza de los colores en un cuadro, al deslumbramiento de la belleza que despliega una escultura. Es una revelación más honda, una sacudida íntima, la que ella reclama, cuenta. El arte le brindó una manera de anclarse en la tierra, no una bonita forma de evadirse. "No sólo es estética, yo no compro por interés en la decoración", aclara esta mecenas que encuentra en el trabajo de los creadores a los que apoya "mensajes muy claros sobre lo que es la vida". Hace tres décadas, a principios de los 90, cuando visitó el taller de Anish Kapoor y no tuvo dudas de cuál sería su vocación, inició una aventura a la que ha consagrado su vida –"entonces no había muchos museos dedicados al presente en Italia", recuerda–, un empeño que se traduce en la fundación que tiene sedes en Turín y en la localidad cercana de Guarene d’Alba, y que se expande hacia nuevos proyectos como un programa de jóvenes comisarios que recorren España en busca de artistas a los que invitan a una exposición. "Hay que estar pendiente de las nuevas generaciones", sostiene, aunque reconoce que es "difícil, porque una se hace amiga de los artistas con los que empezó, crea vínculos de amistad con ellos, y es importante salir de esa inercia". En otras palabras: sólo se puede crecer si se mira al futuro.

Ahora, y de forma simultánea a otra muestra que acoge el Museo Patio Herreriano de Valladolid, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) exhibe una parte de los fondos de la colcción Sandretto Re Rebaudengo. Las obras que ocupan el Claustrón Norte se podrán ver hasta el 20 de noviembre; en la zona monumental otras piezas aguantarán hasta el 8 de enero. La exposición se titula Extraño para reforzar tal vez la preferencia que Patrizia Sandretto alberga por obras que dicen cosas, que incomodan y avivan preguntas o abren nuevas sendas, antes que apostar por lo predecible y lo simplemente bello. Juan Antonio Álvarez Reyes, director del CAAC y comisario de esta exhibición, se detiene en los sinónimos y evocaciones que sugiere el nombre con el que han bautizado el recorrido. En primer lugar, apunta extraño como concepto vinculado a los de fuera, a los extranjeros: la selección se compone de 30 artistas internacionales, "de ellos 19 mujeres", interviene entonces Sandretto con orgullo. Álvarez Reyes añade otros matices a continuación: lo extraordinario, extravagante, excéntrico, exótico, también tienen cabida en este conjunto. Aquello que se sale de la norma e invita a la reflexión, a la sorpresa, a la pregunta. Una anécdota que sus protagonistas relatan entre risas ilustra el hecho de que Extraño quiere interpelar a los espectadores en el viaje que articula: cuando Sandretto se enteró de la selección que había hecho Álvarez Reyes a partir de sus fondos, le exclamó: "¡Has sido muy valiente!". Y el director del CAAC le hizo ver a la coleccionista que algo de culpa tenía ella en el resultado: "Valiente tú, que compraste las obras".

Patrizia Sandretto, ante las esculturas de Giulia Cenci.
Patrizia Sandretto, ante las esculturas de Giulia Cenci. / Antonio Pizarro

Así, sirviéndose de las creaciones de autores como Giulia Cenci, Trisha Donnelly, Andra Ursuta, Paul Chan, William Kentridge, Paul McCarthy , Catherine Opie o Pae White, el CAAC plasma el aturdimiento y la inquietud que han tomado nuestros ánimos. Aquí no encontrará el visitante el colorido reconfortante del pop o ese abigarramiento amigo de la ligereza de lo kitsch, sino un paseo por las sombras de aquello que llamamos condición humana y el reflejo de un tiempo que de tan raro parece irreal. "Una sensación de extrañamiento, casi de incredulidad, ha invadido nuestras vidas en los últimos años", apuntan desde el museo. "La pandemia reciente y la guerra en Ucrania han acentuado un devenir que parece girar hacia la oscuridad. Guy Debord ya habló de un presente sin salida que da vueltas en la noche. Los monstruos de la razón ligados a la condición humana están despertando a la serpiente. El arte contemporáneo, en tanto que lenguaje fuera de lo común que juega con lo desconocido y con aquello que no nos resulta familiar, puede permitir al espectador que aquello que intuimos pero no logramos asir del todo encuentre una vía de materialización".

Una pieza del galés Cerith Win Evans inspirada en Guy Debord, en segundo plano, tras la 'Investigación viral' de Charles Ray.
Una pieza del galés Cerith Win Evans inspirada en Guy Debord, en segundo plano, tras la 'Investigación viral' de Charles Ray. / Antonio Pizarro

Las dos piezas que reciben a los asistentes, las esculturas de la italiana Giulia Cenci, extrañas criaturas forjadas con materiales industriales que parten de la pared y van tomando el espacio, y un cuadro del polaco Jakub Julian Ziólkowski, Nocturno o El sueño de la razón, donde una silueta humana muta en otra forma, indican que el ser humano y la naturaleza están abocados a la metamorfosis, a la bastardía más dolorosa. Quizás seamos nosotros los que nos estamos destruyendo, parece sugerir la siguiente obra:la rumana Andra Ursuta dispone una suerte de máquina que lanza bolas de béisbol que impactan contra una pared. El título de Stoner (Lapidadora), el ruido de aquellos lanzamientos, remiten a la violencia y el odio, avisan que no se trata de un juego inocente. Más adelante, la exposición ofrece otro trabajo de Ursuta: Comercio Exterior Mundial Sentimental, una escultura inspirada en la fotografía de una mujer gitana que esperaba a ser deportada de Francia. En el dorso del traje tradicional, compuesto por monedas, que viste, asoma una conocida marca de ropa y zapatillas de deporte.

El tapiz de 12 metros, obra de Pae White.
El tapiz de 12 metros, obra de Pae White. / Antonio Pizarro

En la antigua sacristía, donde se aprecia el hueco dejado por la Virgen de las Cuevas de Zurbarán, tres voces reflexionan sobre la ausencia. La belga Berlinde De Bruyckere esculpe con cera, madera y vidrio una Mujer sin cabeza; la estadounidense Trisha Donelly retrata la orfandad de una mano con un guante; la libanesa Mona Hatoum idea el busto del escaparate de una joyería que porta un collar, pero ese artículo que muestra tiene una particularidad: está hecho con cabello humano. En las tres piezas, la belleza viene impregnada de extrañeza y de soledad.

Las portadas del día después del 11-S, recogidas por Hans-Peter Feldmann.
Las portadas del día después del 11-S, recogidas por Hans-Peter Feldmann. / Antonio Pizarro

Una de las salas ante las que Sandretto expresa más entusiasmo es la que acoge una serie del alemán Hans-Peter Feldmann, donde se divulgan las portadas de 114 periódicos del 12 de septiembre de 2001, el día después del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. "Me fascina", señala la coleccionista, "cómo cada medio, cada país, vive ese episodio. En China, los atentados del 11-S aparecen como una noticia pequeñita, a la que no quieren dar importancia". Otras obras del conjunto ahondan en esa dimensión política, como la Investigación viral del norteamericano Charles Ray, que supo recoger el miedo al contagio y la desconfianza que generó el sida en los 80, o los vídeos del argentino Sebastián Díaz Morales en los que retrató las revueltas del corralito.

La exposición también se acerca al hogar, un ámbito "donde se producen los temores más extraños" y donde estamos a solas con nuestros fantasmas, opina Juan Antonio Álvarez Reyes. El estadounidense Paul McCarthy está detrás de Bang Bang Room, una idílica estancia con papeles pintados cuya armonía se quiebra con los portazos que genera un motor. La videoinstalación del hongkonés Paul Chan inspirada en el marqués de Sade, un inmenso tapiz de Pae White que reproduce volutas de humo o los retratos de personajes que trazan artistas como Lynette Yiadom-Boakye, Catherine Opie o Jill Mulleady materializan aquello que defendía David Lynch al final de su Terciopelo azul: el mundo es extraño, pero esconde una desconcertante y turbadora belleza.

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