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La extraña muerte de la Inglaterra liberal | Crítica
'La extraña muerte de la Inglaterra liberal'. George Dangerfield. Trad. Pablo Fernández Candina. Tecnos. Madrid, 2019. 406 páginas. 25 euros
Clásicos del pensamiento publica La extraña muerte de la Inglaterra liberal, obra a cuyo enorme interés histórico hay que añadirle la excelencia de su escritura, tal y como señala, desde el inicio de su estudio preliminar, el profesor Alfonso Cuenca Miranda: "El lector se apresta a iniciar la que, sin ningún atisbo de exageración, puede considerarse una obra maestra".
Aclaremos, en cualquier caso, que la maestría que subraya Cuenca Miranda no es sólo una maestría literaria, fruto de una inteligencia sagaz, un humorismo punzante y un diestro uso de la adjetivación; el modo mismo en que Dangerfield aborda la historia reciente de su país (la obra está escrita en 1935, a un cuarto de siglo de los hechos), viene participado, felizmente, por la ligereza y la urgencia propias del periodismo, asunto éste que, por otra parte, debe vincularse a la historiografía británica y su fidelidad a Tucídides y Polibio, más que al viejo Heródoto...
Sea como fuere, en esta obra se narra la caída de la Inglaterra eduardiana, de la Inglaterra liberal, que dará paso a la conmoción de la ideología de masas, el auge del feminismo, la irrupción de la violencia social, tan bien estudiada por Hobsbawn, y muchos otros factores que aquí se concentran en el proceso parlamentario que conduce, mediante pactos y argucias, y no poca inconsciencia, al conflicto de Irlanda del Norte y al fin de la cortesía parlamentaria, reflejo de un mundo ido, aún visible en los lienzos crepusculares de Alma Tadema, pero que Dangerfield resume en la poesía, fuertemente irreal, de Rupert Brooke.
Encarezcamos, pues, al lector, la valía y el vigoroso humorismo, fino e inmisericorde, de Dangerfield. Y también los paralelismos que pudieran establecerse entre aquélla y esta Inglaterra post-Brexit. No debe olvidarse, en cualquier caso, que el brillante y perspicaz Dangerfield escribe en 1935. Y en consecuencia, en un mundo que no conoce la Segunda Guerra Mundial ni el pavoroso alcance de algunas de las fuerzas que aquí se viviseccionan y se glosan.
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