La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
Exposiciones
En la Capilla de Afuera del Monasterio de la Cartuja, uno de los espacios de la última exposición que ha inaugurado el CAAC, Textiles instalativos: del medio al lugar, la artista estadounidense Pae White se mueve entre la denuncia por la expansión de la fast food y una clara voluntad lúdica, y toma la forma alargada de esa estancia para figurarse que es un perrito caliente. Una estructura de hilos amarillos y rojos atraviesa el aire a modo del kétchup y la mostaza que sazonarían ese hot dog imaginario. Las palabras Chile y Queso, que adornan la pared, tejidas por otros hilos, rematarían ese plato. La referencia a un producto tan popular –que se entrecrucen la alta y la baja cultura– en la propuesta de White no es casual: esa capilla era el único lugar en el que podían adentrarse las personas ajenas al monasterio, en esa zona también "se daba comida a los menesterosos", señalan desde el CAAC.
La exposición, que puede visitarse hasta el 15 de mayo, ilustra a través de 11 obras de gran formato, y de seis creadoras de distintas generaciones y procedencias, cómo el arte sacó el textil de la esfera doméstica y de la mera funcionalidad a las que parecía condenado y se erigió en un lenguaje reivindicativo con el que retratar el mundo. Un fenómeno que ha despertado la atención de investigadores y comisarios –el Abteiberg Museum de Alemania o el neoyorquino MoMA le han dedicado muestras– y que está obligando a revisar la importancia de algunas pioneras: el director del CAAC Juan Antonio Álvarez Reyes cita a Aurèlia Muñoz, fallecida en 2011, y de quien se recupera ahora una pieza, arrinconada entre los fondos del centro durante décadas, en otra exhibición, Escultura expandida.Escultura expandida.
Pero Textiles instalativos, defiende Álvarez Reyes, suma nuevos matices al relato: aquí cobra importancia, dice el director del CAAC, la palabra instalativos. "Buscábamos la simbiosis entre las obras y el espacio, un espacio con tantas connotaciones como éste, que fue importante para la expansión colonial y donde estuvo enterrado Cristóbal Colón, y en el que más tarde Pickman abrió su fábrica de cerámica y porcelana, contribuyendo al capitalismo global", resume el también comisario de la exposición, que destaca dos rasgos del conjunto: el color y la apuesta por la abstracción.
La alemana Ulla Von Brandenburg invita a "salir de nuestros hábitos para ver con claridad, adoptar diferentes puntos de vista para ver el mundo de nuevo" en Das Was ist (Lo que es), la pieza más impresionante de todas, una serie de telones pintados con aberturas circulares que recuerdan en su totalidad al diafragma de una cámara y ofrecen al espectador una perspectiva distinta dependiendo de dónde se coloque éste. Von Brandenburg, que viene de exponer en el Palais de Tokyo, traza un interesante paralelismo entre sus formas redondas y el gran rosetón de la iglesia y el reloj del ábside.
Muy cerca de esa obra se expone el trabajo de la estadounidense Sheila Hicks, discípula de una de las maestras del textil, Anni Albers, pero también instruida por tejedores autóctonos de América Latina, que a sus 87 años sigue mostrando un espíritu joven y desenfadado, como confirma una de las creaciones que presenta en Sevilla, una montaña de almohadillas de vibrante cromatismo que capta de inmediato la atención de los visitantes.
El hijo de la italiana Paola Besana, Bruno, asistió la semana pasada a la inauguración de la muestra en representación de su madre, que falleció el pasado junio y no pudo ver su propuesta en el CAAC. En su larga trayectoria, en la que abrió en Milán un laboratorio y centro de investigación y docencia desde el que compartió sus conocimientos, destaca la utilización de la técnica del doble tejido con la que investiga en las tres dimensiones y logra una abstracción no exenta de poesía.
La española Belén Rodríguez dispone en el antiguo Refectorio Nueve autopensantes, en la que se inspira en el juego de la escalera de Jacob para crear una sugerente estructura en la que deconstruye un paisaje en varias telas y homenajea, de paso, La sagrada cena de Alonso Vázquez, pintura que albergó el monasterio.
Aunque está afincada en Estados Unidos, la guatemalteca Hellen Ascoli, que se define como "artista, tejedora y educadora", no ha dejado atrás la tradición textil de su país y recurre a procedimientos como el telar de cintura. Sus raíces también están presentes en el poema que inspira sus piezas, Letanía al volcán, donde asegura que "haber nacido en una tierra geológicamente inestable ha condicionado su forma de ser", explica la especialista Roxana Gazdzinski.
La consejera de Cultura y Patrimonio Histórico Patricia del Pozo quiso destacar, el pasado jueves, la importancia de inaugurar una exposición como esta, que recoge la obra de seis mujeres, en una fecha como el 25-N. "Vamos a utilizar el arte para acompañar a las víctimas y darles esperanza", apuntó. También prometió que se va a "dejar la piel" pese a que no se aprobaron los Presupuestos para sacar adelante proyectos como la ampliación del CAAC en el Pabellón del Siglo XV o la caja negra del C3A.
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