El color de la redención animal
Exposición Comiendo verde
Montse Caraballo asombra con su personal imaginario en la muestra que puede verse hasta el 24 de abril en la nueva galería de César Sastre en la calle Martín Villa
En los bestiarios medievales el unicornio y el ave fénix ocupaban un lugar de privilegio. En la pintura de Montse Caraballo (Sevilla, 1977) son animales de granja como conejos y asnos los que concitan la expresión poética. Fiel a su interés por la figuración, el mundo animal y la sostenibilidad ecológica, Caraballo es uno de los nombres más sólidos de una generación espléndida a la que pertenecen también artistas como María José Gallardo o Ruth Morán.
Su minuciosa técnica y sus investigaciones sobre la representación de las minorías cristalizan ahora en la exposición Comiendo verde, que puede verse hasta el 24 de abril en la nueva galería de César Sastre. Junto a la Campana, en el número 5 de Martín Villa (5ºA), Sastre ha reconvertido su despacho de abogados para alojar arte actual. Caraballo ha tenido muy en cuenta la peculiar configuración de este espacio y la luz al abordar su proyecto. Su interés por la miniatura, del que aquí hay varios ejemplos, convive con lienzos de mayor tamaño y con dibujos realizados en bolígrafo Bic azul sobre papel de varios formatos.
Licenciada en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, se encuentra ultimando su tesis doctoral y siempre se ha interesado por la inocencia de animales como la gallina, el conejo, el burro o la vaca, protagonistas de cuentos infantiles, horóscopos y envases comerciales, o símbolos de la explotación de la industria alimentaria. "Nada me emociona tanto como su mirada y por eso junto a varias de las miniaturas he colgado cuatro cuadros con primeros planos de sus ojos. Siento mucha empatía por la vida de estas criaturas", detalla.
Caraballo quería sacar a los animales de granja de la imagen que tenemos asociada a ellos y convertirlos en protagonistas de la obra de arte. Ése era el punto de partida de Comiendo verde y la tesis descuella en unas miniaturas con ecos de la pintura flamenca donde, en lugar de esas figuras humanas, caballos o pavo reales que los maestros como Brueghel o Patinir ponían al fondo de la naturaleza, ella ha ubicado animales de granja.
Además de reflexionar sobre cómo el arte ha representado a las realidades subalternas, se hace un guiño al modo en que la mujer ha trabajado a lo largo de la historia. "Por lo general, a las mujeres en la pintura antigua sólo se las requería para realizar miniaturas y cuadros de flores y bodegones". Los ejemplos de la flamenca Clara Peeters (Amberes, 1590-1621), la primera mujer a la que el Museo del Prado dedicó una exposición monográfica (en 2017), o de la sevillana afincada en Portugal Josefa de Óbidos (1630- 1684) saltan al primer plano de esta conversación.
Frente a miniaturas de nombres tan sugerentes como Paraíso conejos o Paraíso burros, Caraballo ha ubicado unos cuadros de gran formato donde reflexiona sobre cuestiones como la espiritualidad y el equilibrio. Y lo hace mediante una paleta cromática en distintos tonos de verde cuya intensidad subraya contrastándolos con pinceladas turquesas y ocres. Estos cuadros se distinguen también porque las figuras animales conviven dentro de una forma romboide, en lugar de sobre un plano, lo que a ella le sirve "para hablar del desequilibrio y la falta de mesura y sensatez en nuestras relaciones con el mundo animal y vegetal".
También se evocan en este proyecto los trampantojos, programas decorativos y las pechinas de las cúpulas que pintaban otros artistas a los que admira, como por ejemplo Tiépolo. Hay numerosas citas a la pintura renacentista, barroca y rococó en esta exposición donde Montse Caraballo opta por "colocar a los animales en situaciones diferentes a aquellas donde suelen ser representados".
En cuanto a su ejecución, la artista reconoce que dibuja mucho y siempre trabaja con dos técnicas a la vez. En concreto, la mayor parte de estas obras están pintadas con bolígrafo Bic azul. "Lo uso desde niña, con él rellenaba carpetas y carpetas de dibujos pero no lo concebía como una técnica artística hasta que trabajé con la galería Cavecanem, que me insistió para que mostrara esa parte de mi obra. El Bic de bola te deja apretar y tiene textura, grosor; me da unas calidades que me interesan mucho".
Aunque el tono dominante es amable, especialmente en los guiños a los músicos de Bremen popularizados por los hermanos Grimm, la muerte también cumple un papel silencioso. En su excelente estudio crítico para la muestra, Juan Viedma Vega lo explicita así: "Aunque mentada de manera conservadora mediante alusiones puntuales a la vanitas, la muerte de los animales que rescata Caraballo es orgánica, respetuosa y resultado de los procesos naturales".
Sutilmente, sin visualizar sufrimientos ni torturas, la pintora representa la muerte mediante quijadas de animales y cardos borriqueros en estas obras que son, para ella, "una celebración de la vida".
Flores que crecen silvestres en los campos, vacas y gallinas plasmadas como deidades de otras culturas dentro de prismas y tondos, le permiten además expresar verdades que trascienden la condición aparentemente humilde de sus modelos y motivos. "Esas formas geométricas o circulares donde inserto a mis personajes me aportan una serenidad que me viene muy bien al componer los cuadros. Además, a menudo dejo fondos y espacios en blancos, es otro sello particular de mi proceso creativo".
Comiendo verde es la segunda muestra tras la de Pedro Mora que acoge la galería de César Sastre, abogado, filósofo y gestor cultural que, con anterioridad, había representado principalmente a artistas geométricos y abstractos.
Junto al conjunto expuesto se venden unos Post-bocetos en papel Fabriano ecológico que prologan esta imaginativa redención animal que Viedma Vega glosa así: "Cualquier homenaje a la vida, incluso la de aquellos seres que no comprendemos, pasa por asumir tanto su inmensidad como su pequeñez".
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