Sonia Devillers: “Es doloroso saber del pasado de tu familia por los historiadores”
'Los exportados'
La periodista francesa relata uno de los episodios más significativos y silenciados del antisemitismo europeo en ‘Los exportados’ (Impedimenta), a la vez relato íntimo de su genealogía
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A menudo la historia reserva sus episodios más significativos a las zonas más sombrías, desde donde hará falta algo más que tiempo para sacarlas a la luz. La trayectoria del antisemitismo europeo tiene así uno de sus hitos más delirantes en la Rumanía comunista y, todavía, su sola mención despierta la estupefacción del más pintado. El caso podría resumirse así: entre los años 50 y la caída del régimen en 1989, el Estado rumano exportó a cientos de miles de judíos a cambio de diversos productos y divisas, primero a Occidente y después a Israel. Hasta mediados de los años 60, los judíos se exportaban a cambio de cabezas de ganado, principalmente cerdos de origen danés, los preferidos por los ganaderos rumanos; a partir de entonces, pasaron a intercambiarse directamente por dólares. El negocio resultó tan rentable que el mismo Nicolae Ceaușescu llegó a afirmar: “Los judíos y el petróleo son nuestros mejores productos de exportación”. Semejante operación tuvo consecuencias fundamentales para la economía rumana, si bien sólo ha llegado a conocerse en profundidad de manera muy reciente (y con no pocas incógnitas aún por resolver). La periodista francesa Sonia Devillers (Les Lilas, 1975) levantó una jugosa polémica el año pasado en su país con la publicación de Los exportados, un libro en el que relata estos acontecimientos desde una perspectiva bien personal: el 19 de diciembre de 1961 llegaron a París procedentes de Rumanía sus abuelos, Harry y Gabriela, junto a sus dos hijas adolescentes, Lena y Marina, además de una hermana de Gabriela. Su familia había pagado 12.000 dólares con los que habían garantizado su salida de un país reconvertido en prisión, pero desconocían que, en realidad, habían sido sustituidos por cabezas de ganado. Devillers presentó recientemente en la librería Rayuela de Málaga la edición española de su obra, publicada por la editorial Impedimenta con la traducción de Eduardo Berti, y profundizó en los detalles de esta asombrosa odisea.
La crónica de Devillers está tan llena de paradojas y presuntas contradicciones como la más retorcida ficción histórica: cada uno de los intercambios está debidamente registrado en los archivos de la Securitate (la policía secreta de la Rumanía comunista) hasta engrosar una documentación de más de 30.000 páginas que la autora pudo consultar para su investigación; sin embargo, el proceso se desarrolló de manera tan secreta que ni siquiera el dictador Ceaușescu sabía de esta compraventa cuando llegó al poder como presidente del Consejo de Estado en 1967. Detrás de la operación estaba el comerciante estadounidense Henry Jacober, de evidentes orígenes judíos, quien llegó a la Rumanía comunista a comienzos de los años 50 para ofrecer al Estado la venta de cabezas de ganado a precios módicos. “El problema es que Rumanía era un país empobrecido. Había pagado caro su apoyo sin fisuras a la Alemania nazi, hasta el punto de convertirse en su principal aliado; y de ahí pasó a una colectivización radical de la tierra bajo el mando comunista que dejó a la población en una situación agónica”, explica Devillers, quien añade un marco común a esta deriva: el antisemitismo. “En 1941, Rumanía organizó un pogromo salvaje por el que el miles de judíos fueron detenidos, torturados y asesinados. No hubo otro país fuera de Alemania que abrazara con tanto fervor la solución final. Tras la llegada de los comunistas al poder, la política al respecto no varió un milímetro. Es decir, las presiones contra la comunidad judía continuaron con una pasión criminal. Todavía hoy el negacionismo respecto al Holocausto está muy extendido en Rumanía, especialmente entre los jóvenes, lo que constituye uno de los principales éxitos de Ceaușescu”. Cuando las autoridades confirmaron a Jacober que no tenían dinero para comprar sus cabezas de ganado, el comerciante, consciente de que lo que la diáspora judía estaba dispuesta a pagar por sacar a los suyos de Rumanía, propuso el intercambio. Y las autoridades aceptaron. Pero todo debía hacerse bajo el más absoluto secreto. “Nadie en Bucarest podía pagar 12.000 dólares en 1961. Tal cantidad estaba fuera del alcance de cualquiera. Pero entre los judíos que habían salido de Rumanía tras la Segunda Guerra Mundial para instalarse en Francia o en Estados Unidos el nombre de Jacober era bien conocido. No costaba dar con él. Y muchas familias sí podían reunir esa cantidad en el mundo capitalista”, apunta Devillers. Con los pagos procedentes de esas familias, y tras reservarse sus propios beneficios, Jacober adquiría el vacuno argentino y los cerdos daneses que hacía llegar luego a los ganaderos rumanos. Un negocio redondo que, posteriormente, fue sustituido por una mera transacción económica a las arcas del estado rumano.
De hecho, el debate sobre si Jacober actuó como un traficante de personas sin escrúpulos o como un Oskar Schindler que puso todo el empeño en sacar a judíos de un país enclaustrado sigue vigente. Lo cierto es que “se calcula que al final de la Segunda Guerra Mundial, después de la Shoah, vivían en Rumanía unos 350.000 judíos. Para 1989 ya sólo quedaban 10.000, aunque cálculos más rigurosos rebajan esta cifra hasta 3.000”, explica Devillers, quien encontró en los archivos de la Securitate todos los registros de las operaciones en las que se equiparaban a los ciudadanos judíos con las cabezas de ganado correspondientes: “Diez lechones daneses, 1 verraco danés de 10 meses, 2 toros cebú africanos, 4 vacas cebú, 2 toros jersey, 10 vacas jersey, 2 toros frisones, 10 vacas frisonas, 80 cerdas landrace inglesas y 10 verracos ingleses” constituían el equivalente de 23 judíos que pudieron salir de Rumanía según uno de estos registros. “Está claro que Jacober se enriqueció, pero lo peor es la deshumanización que deriva de esta equiparación”, señala igualmente la autora, quien recuerda que no pocos descendientes de los judíos que lograron salir de Rumanía a través de Jacober ven al mismo "como un benefactor". En uno de estos registros, Devillers encontró el apellido de su familia judía, así como en las publicaciones de los primeros historiadores que se atrevieron a sacar la historia a la luz: “Es muy extraño, más bien doloroso, saber del pasado de su familia por los historiadores”, confirma. Dentro de la investigación que precedió a la publicación de Los exportados, Devillers entrevistó a su madre, una de las dos hijas de Harry y Gabriela que llegaron con ellos a París en 1961: “Hablamos por teléfono durante el confinamiento por la pandemia en 2020. En gran medida, fue una suerte: mi madre nunca me habría contado todo lo que recordaba a la cara”. En su comparecencia en Málaga, la autora se mostraba expectante ante la inmediata publicación de Los exportados en Rumanía: “No veo la hora de presentar el libro en el país de mis abuelos”.
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