Una exótica y romántica historia de amor con final feliz

El corsario | Crítica de danza

El Ballet Nacional de Estonia en la escena de apertura de 'El corsario'.
El Ballet Nacional de Estonia en la escena de apertura de 'El corsario'. / José Luis Montero

La ficha

**** 'El corsario'. Ballet Nacional de Estonia. Director: Linnar Looris. Música: Adolphe Adam, Cesare Pugni, Léo Delibes, Riccardo Drigo interpretada en directo por la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coreografía y dirección de escena: José Carlos Martínez. Dirección musical: Kaspar Mänd. Intérpretes principales: Joel Calstar-Fisher (Conrad), Ami Morita (Medora), Finn Adams (Lankedem), Akane Ichii (Gulnara), Antonio Gallo (Ali), Francesco Piccinin (Birbanto) y Marcus Nilson (Pasha-Saïd). Escenografía y diseño de vestuario: Iñaki Cobos. Iluminación: Rasmus Rembel. Diseño de vídeo: Taavi Varm. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves 9 de enero. Aforo: Lleno.

El Maestranza sigue fiel a su tradición de comenzar cada año con un ballet clásico y, por suerte, con la ROSS en el foso. En esta ocasión, con el Ballet Nacional de Estonia, que tiene su sede en Tallin, y con un título que llega por primera vez a su escenario.

Se estrenó por primera vez en 1856 en la Ópera de París con música de Adolphe Adam, pero sería la versión estrenada en 1858 en San Petersburgo, con una nueva coreografía realizada por el maestro Marius Petipa, la destinada a perdurar a lo largo del tiempo a través de múltiples versiones y, sobre todo, de sus variaciones y del célebre paso a dos que inmortalizaron, entre otros, Margot Fonteyn y Rudolf Nureyev.

La obra recoge el espíritu y los personajes del largo poema del mismo título en el que se inspira, obra de Lord Byron de 1814, y cuyos tintes románticos y autobiográficos conectaron a la perfección con la sensibilidad de su época.

En su romántica y exótica historia, tan del gusto del siglo XIX, se mezclan mares, naufragios, piratas, harenes, pociones mágicas, palacios, pachás, hermosas doncellas vendidas como esclavas por el malvado de turno (aquí Lankedem) y un gran número de aventuras que José Carlos Martínez ha condensado a la perfección (danza y música) dejándola en dos actos y un epílogo que pasan casi sin sentir.

El amor entre el pirata Conrad y Medora acabará por triunfar.
El amor entre el pirata Conrad y Medora acabará por triunfar. / José Luis Montero

La versión de Martínez (exdirector d la Compañía Nacional de Danza y hoy director del Ballet de la Ópera de París), que ya se vio hace dos años en el Festival de Granada, de la mano del Ballet de Eslovenia, está bien contada, aligerada las peleas (que también las hay) y más centrada en la azarosa historia de amor entre el corsario Conrad y la hermosa Medora. Uns historia a la que contribuyen sin duda los bonitos telones pintados y el colorido y también hermoso vestuario (aunque con alguna que otra incoherencia) de Iñaki Cobos.

Con un trabajo muy dinámico y coral se presentan los personajes en el mercado de esclavos, donde brilla el conjunto, y más tarde en la cueva de los piratas, donde la música se acelera y la danza sale airosa en el reto de seguirla contando a su vez todos los avatares de la historia. Queda bastante de Petipa en toda la pieza, especialmente en el segundo acto, en la preciosa escena femenina del Jardín Encantado (ballet blanco al fin y al cabo) y en los pasos a dos, pero Martínez utiliza también al paso a tres y confiere una naturalidad al encuentro de los amantes (si es que hay algo natural en la danza clásica) que actualiza de algún modo la historia y la aleja del encorsetamiento del género, añadiendo un mayor encanto a los fragmentos de bravura -con sus saltos, sus giros y sus elevaciones de piernas- que protagonizaron todos los solistas.

Entre ellos destaca por su elegancia y su extrema delicadeza, no exenta de virtuosismo, la Medora de Ami Morita, secundada por una fantástica Akane Ichii como su amiga Gulnara. Igualmente brillante es el Conrad de Joel Calstar y, con él, el expresivo Piccini (Birbanto), Adams como Lankedem y el arriesgado Gallo en el papel de Ali.

Una estupenda velada dancística, acrecentada con el placer de escuchar la magnífica interpretación de la Ross, que todo el público agradeció con sus entusiastas aplausos.

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