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Una ciudad alzada en la nostalgia

Literatura

Eva Díaz Pérez ingresa en la Real Academia de Buenas Letras con un discurso en el que propone una "cartografía literaria" e indaga "en el alma de Sevilla a través de las palabras"

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Ingreso como académica de Eva Díaz Pérez / Juan Carlos Vázquez

La escritora y periodista Eva Díaz Pérez ingresó este domingo en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras con un emocionante discurso en el que reivindicó a los heterodoxos, los exiliados y los nostálgicos, todos aquellos que aparentemente no encajaban en esa máscara alegre y conservadora con la que ha trascendido una ciudad que es en realidad muchas ciudades. La autora de Memoria de cenizas o El color de los ángeles trazó una cartografía literaria que parte de autores como Gutierre de Cetina y Fernando de Herrera y llega hasta la vanguardia de la revista Mediodía, en una intervención con la que quiso "descubrir los mapas poéticos" e "indagar en el alma de Sevilla a través de las palabras" y con la que esta letraherida, un término al que Díaz Pérez se adscribe orgullosa, celebró la capacidad de la cultura para revivir el pasado y entender quiénes somos.

La periodista comenzó su discurso recordando cómo la Academia había sido durante estas décadas de trabajo, para ella, un "refugio de la cultura", el templo "donde se veneraba todo ese memorial que Nuccio Ordine ha llamado con acierto La utilidad de lo inútil". Una "casa de la sabiduría" que brindaba a sus crónicas la reflexión y el conocimiento "en este tiempo de vértigo, tecnología y chismes". En su charla Díaz Pérez aludió a los académicos que habían propuesto su candidatura, figuras que encarnan los intereses de la autora: Enriqueta Vila, Rogelio Reyes y Joaquín Caro Romero. "Ellos simbolizan de alguna forma mis tres pasiones: la historia, la teoría literaria y la creación literaria. Una historiadora, un profesor de literatura y un poeta. Mi triángulo perfecto", señaló, antes de referirse a José Luis Comellas, "el hombre sabio cuya vacante ocupo", cuyo libro Historia de España moderna y contemporánea, "el famoso Comellas", comparó en relevancia con la obra de Elio Antonio de Nebrija, a quien noveló en El sueño del gramático.El sueño del gramático.

Ante un salón abarrotado por amigos y fieles de la escritora, al que asistió la consejera de Desarrollo Educativo y Formación Profesional, Patricia del Pozo, Díaz Pérez se planteó "confirmar o no si podríamos incluir a nuestra ciudad en la categoría intangible de las urbes de naturaleza literaria", como el Dublín de Joyce, el París de Balzac, la Praga de Kafka o el Madrid de Galdós. Y, siguiendo la recomendación de Walter Benjamin, la de "vagar por la ciudad, perderse en ella como en un bosque", la autora se adentró en la espesura, en una urbe "de naturaleza esquiva, huidiza, intrigante, aunque haya pasado a la posteridad como una ciudad folclórica, tópica y previsible. Los que creen que Sevilla es ese lugar de cartón piedra atrapado en las postales, kitsch y pintoresco que buscaron los viajeros románticos no entienden qué es realmente Sevilla", sentenció, antes de mostrar al auditorio las distintas caras de un poliedro, de una "ciudad de Dios y de los círculos del infierno, conventual, prostibularia, capital de la picaresca, romántica, liberal, reaccionaria, utópica, libertaria".

“Quienes creen que Sevilla es esa ciudad de las postales no la conocen realmente”, sostiene la autora

Díaz Pérez viajó, entre otros episodios que conforman el puzle de esa ciudad contradictoria, a la tertulia que acogía el palacio de los condes de Gelves, donde transcurrió "la historia de amores más o menos platónicos entre Fernando de Herrera y doña Leonor de Milán. Decía Márquez Villanueva que la historia parecía el argumento de un libreto de ópera: el amor truncado e imposible entre el hijo de un cerero, clérigo y poeta sin más bienes que sus versos y una dama en la que se cruzaban las sangres reales de Aragón y de Portugal". Se detuvo también en la dramaturga Feliciana Enríquez de Guzmán, que dedicó su Tragicomedia de los jardines y campos sabeos a sus dos hermanas monjas en el convento de Santa Inés, pese a que una de las piezas suponía todo un atrevimiento: una "delirante historia de doncellas tullidas y contrahechas" –Las Gracias Mohosas– que desemboca en "la poliandria, es decir, cada dama se casará con varios hombres".

Bécquer también juega un papel destacado en este viaje que emprende Eva Díaz, y con él también asoma una Sevilla dúal o múltiple: el niño que más tarde escribiría leyendas sobrecogedoras supo del miedo "al ver la sombra oscura de la torre de San Lorenzo al tocar las dos, la hora misteriosa de fantasmas y hechiceras"; el hombre, en su faceta de periodista, firmaría una denuncia de la Feria de Abril, "una fiesta en la que lo falseado había triunfado sobre lo auténtico, esa Feria de sus orígenes que había conocido en su infancia".

Eva Díaz Pérez. / Juan Carlos Vázquez

Esa ciudad que fascinó a los viajeros románticos por su luz y colorido, escenario de "aventuras, pasiones y peligros" tal como divulgaron "los soldados franceses e ingleses que habían participado en la Guerra de la Independencia", cobra otra dimensión en el recuerdo, en la melancolía, "infalible material poético". Blanco White, que "temió desmemoriarse", volvió en el exilio a las "calles estrechas, sombrías y silenciosas", del mismo modo que Luis Cernuda, en otro siglo, daría forma en Ocnos, sin mencionar el nombre de Sevilla, su "mejor guía literaria", un "inventario de muros blancos, esquilas viejas y tibias cocinas de repostería monjil" en el que describiría sus raíces como "un lugar manejado por la fantasmagoría de la luz". También los que se quedaron en el país, como Rafael Laffón o Fernando Villalón, enfermaron de añoranzas y buscaron su arcadia en las páginas que escribían.

En Una topoliteratura sevillana, el nombre que Eva Díaz Pérez ha dado a su discurso, no podían faltar Cervantes –"será aquí donde se curta en la mala vida y donde se nutra su desengaño, tan necesario para la transgresión literaria que escribió"– o los Machado, "la familia por la que atraviesa la historia del siglo XIX y parte del XX sevillano, una saga comparable con la de los Goncourt, las Brontë o los Mann".

El discurso de Díaz Pérez fue contestado por el periodista y académico Ignacio Camacho, que definió a la creadora como una "escritora medular, de casta, concienzuda. Una adicta incapaz de vivir sin su inyección diaria de tinta". Camacho desveló que fue su profesor en la Universidad, y "esa alumna de notas altas ya llevaba la vocación de escribir impresa en la mirada". El ahora compañero de profesión destacó de Díaz Pérez "su despliegue de talento, de rigor, de sensibilidad y de disciplina", su "voluntad de estilo" y "un toque especial de distinción que envuelve la rutina del oficio en un halo de delicadeza exquisita".

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