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El camino a la libertad de Esther Ferrer

Arte

El Cicus dedica hasta julio una exposición a la creadora vasca, merecedora del Premio Velázquez y considerada una pionera de la 'performance' en España y un referente del feminismo

Esther Ferrer, este miércoles en la sede del Cicus. / Aníbal Díaz

La ficha

Esther Ferrer. Permutaciones / Probabilidades / Azar. En el Cicus hasta el 22 de julio. De lunes a viernes de 11:00 a 20:00

A la entrada de Permutaciones / Probabilidades / Azar, la exposición que el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus) dedica a Esther Ferrer (San Sebastián, 1937), se rescata un vídeo emblemático en la carrera de la Premio Velázquez y la Premio Nacional de Artes Plásticas, una acción que esta pionera de la performance en España y referente del feminismo grabó a mediados de los 70, en la que se muestra desnuda, sentada en una silla, desafiando los cánones de belleza que hasta entonces se habían perpetuado. "Si coges la historia del arte, las mujeres que aparecían desnudas en los cuadros eran diabólicas o angelicales, pero siempre eran figuras manipuladas, pensadas por el hombre. Los pintores, los escultores proyectaban en ellas todo lo bueno y lo malo que estaba en sus cabezas", reflexiona la creadora, que recuerda que cuando junto a otras compañeras se decidió a cuestionar las convenciones y tomar sus cuerpos como lienzo para la reivindicación y la protesta "fuimos acusadas de narcisistas y perversas".

Ha transcurrido casi medio siglo desde aquella pieza, pero Ferrer comprobó recientemente, pese a los avances de la lucha feminista, que una mujer libre sigue causando inquietud. En otro vídeo, fechado en 2013, la obra que cierra la exposición del Cicus, la artista vasca decidió emular aquella grabación siendo ya septuagenuaria, intrigada por el efecto del paso del tiempo en su cuerpo. "En París hubo muchos comentarios de escándalo. Decían: ‘Una vieja, ¿cómo se atreve?’. Lo peor es que muchas de esas críticas las hacían mujeres, incluso chicas jóvenes", lamenta.

Esther Ferrer ante otras piezas de la exposición. / Aníbal Díaz

Entre unas imágenes y otras, Permutaciones / Probabilidades / Azar, programada en el Cicus hasta el 22 de julio, recorre a través de 180 obras la apasionante búsqueda que esta artista inició por casualidad, tras crear con el pintor José Antonio Sistiaga en los 60, "en pleno franquismo", rememora, un Taller de Libre Expresión para niños, y ser invitada por los integrantes del grupo ZAJ, Juan Hidalgo y Walter Marchetti, a participar en una de sus performances. "Necesitaban una mujer y les gustó lo que hice. Yo accedí a unirme a ellos con una condición: que me dejaran crear mis propias acciones". Así arrancó una trayectoria en la que se ha preguntado por el cuerpo y los sexos, el transcurso de los años, la ciencia y los números, los temas que desgrana en la muestra del Cicus. Entre otros trabajos, Ferrer expone aquí su Autorretrato en el tiempo, una serie para la que se fotografía cada cinco años con el mismo fondo blanco y la misma posición, y en la que compone rostros duales en los que se alternan diferentes edades; o El poema de los números primos, una composición donde se alían la música y las matemáticas y en la que crea una inesperada sinfonía vinculando un color a cada número.

“No soy quién para decir qué debe hacer el arte. Yo sé lo que hago yo, y poco más”

Ferrer considera que las performances son un empeño de captar "la vida, hay experiencias que yo sólo he vivido haciéndolas, dejando que pase en ese instante lo que tuviese que pasar", explica la creadora afincada en París, que a menudo se topó con la incomprensión –"en un periódico nos definieron como los vagos del arte por estar sentados en una silla"– cuando no con la ira de quien no entendía la propuesta que se desplegaba ante sus ojos. "En Bilbao, un chico quiso apagarme un cigarro, pero las reacciones más violentas las he encontrado en EE UU", señala una artista que mantiene un diálogo y contesta a la realidad con su obra. "Yo pienso que cualquier mujer que quiera vivir por sí misma no tiene otro remedio que ser feminista, pero nunca me dije: ‘Voy a hacer un arte feminista’. Lo que hago yo es responder a ciertos hechos misóginos", opina. Como cuando la misma tarde que inauguraba una exposición en Fuenlabrada salió el dato de que 209 mujeres habían sido asesinadas por sus parejas el año anterior. "Pregunté si podíamos instalar 209 sillas junto a la puerta, con un maniquí con un mensaje explicativo, así todo el mundo que entrara lo vería". Cuando llegaba 2003, Ferrer se colocó un desatascador en la cabeza para felicitar el año. "En 2003 desatasquen sus ideas como su fregadero", dice su camiseta en una imagen que puede verse en la exposición y con la que Ferrer reaccionaba al mandato de George W. Bush en la Casa Blanca.

Con Luis Martínez Montiel, director del Secretariado de Patrimonio del Cicus, y el piano que Ferrer dedica a Erik Satie. / Aníbal Díaz

Pese a su veteranía, Ferrer no da importancia a sus logros y admite con franqueza que muchos hallazgos fueron fruto del azar, ese que condiciona el desarrollo de sus performances y que da título a la muestra. En una serie en la que se sirve de su imagen y la descompone en cuadraditos, faltan algunos y ese hueco es sustituido por la frase ‘En construcción’. "¿Saben qué? Hice esto porque perdí esos cuadraditos", aclara con modestia. "Y en una de mis últimas performances acusé la edad que tengo, y en un momento me quedé sin respiración. Una chica me dijo que se había emocionado, pero no había sido pretendido. Yo no apelo a las emociones del público, no busco eso", asegura, y concluye: "No quiero decir lo que tiene que hacer el arte, yo sé lo que hago yo y poco más. En el colegio de monjas al que iba recitábamos aquel poema de Antonio Machado de ‘Caminante no hay camino, se hace camino al andar’. Eso es para mí el arte, un camino en el que me he encontrado a otra gente, y he aprendido".

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