Subterror ruidoso

Producto de género Filmax, Estación Rocafort busca sus muchos golpes de efecto y sugestión terrorífica en la recreación de una nueva leyenda urbana que tiene al Metro de Barcelona como territorio para lo siniestro donde se convoca al mismísimo demonio desde una primera secuencia que va a ser, de largo, la mejor de la película: aquella en la que un hombre enajenado persigue y amenaza a una familia atemorizada.

Lo que sigue, entre mucho efecto-susto, una ambientación a golpe de vías muertas y linternas y un elenco bastante pobre al que ni siquiera Javier Gutiérrez le da un poco de consistencia, desdobla su trama entre las pesquisas de una joven vigilante de estación (muy endeble Natalia Azahara) enfrentada al misterio y las visiones y las de ese ex-policía cabreado con el mundo que pasea su alcoholismo y sus traumas en busca de respuestas para su frustración.

Plagada de truquillos baratos y lastrada por una flagrante falta de ritmo y progresión dramática, ni siquiera el as en la manga del origen azteca del mal aparta esta Estación Rocafort de la acumulación de tics del terror más rutinario sobre los cimientos de un guion sin ideas ni soluciones propias. Ante tal panorama, el emigrado y retornado Luis Prieto (Kidnap, Pusher, White lies) apenas resuelve la papeleta en piloto automático y demasiado confiado en unos aparatosos efectos sonoros que intentan meter miedo y confusión donde sus soluciones de puesta en escena nunca lo hacen.