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Aventuras espaciales

Del tránsito y lo transitorio | Crítica

El Espacio Olvera acoge en Sevilla hasta el 7 de febrero una estimulante muestra colectiva acerca de la idea de lo transitorio

Los artistas participantes son Juan Manuel Rodríguez, Arturo Comas, Fuentesal & Arenillas y Tamara Arrollo

Vista general de la exposición en el Espacio Olvera. / D. S.
Juan Bosco Díaz-Urmeneta

19 de enero 2021 - 06:00

La ficha

'Del tránsito y lo transitorio. Derivas, hallazgos y estructuras'. Espacio Olvera (Mallén, 8, local 19), Sevilla. Hasta el 7 de febrero

Dicen que el arte exige contemplación. Semejante tópico tiene demasiadas excepciones porque cualquier espectador responde a Santa María del Mar (Barcelona) o a la Plaza de San Marcos (Venecia) no con la mirada sino sintiéndose en tales espacios, midiéndose en ellos, paseándolos.

Este rasgo dinámico del espacio artístico se acentúa en el arte moderno y contemporáneo, desde los trabajos de los constructivistas rusos hasta los siempre sorprendentes objetos surrealistas. La galería Espacio Olvera se convierte en esta ocasión en espacio dinámico, desbordando la mera condición de expositivo. No es un enclave material fácil ni generoso, pero la muestra le confiere una una satisfactoria unidad. De entrada, unas fotografías de objetos que parecen pedir que se los construya y logren por fin la tercera dimensión que late en ellos. Junto a las fotos, objetos, estos sí, en tres dimensiones aunque privados de su contexto: un balcón sin fachada y un envase vacío, inútil, por tanto, pero que la cerámica saca de los olvidos del tiempo. Al fondo, un cuadro que pregona su condición de objeto, puesto que se utiliza como biombo, y una escultura que con formas sutiles apunta variadas direcciones del espacio. La muestra, pues, invita desde el principio a recorridos sucesivos porque las obras otorgan al espacio vibraciones muy diversas, distintas probablemente para cada espectador.

'El prestidigitador', óleo de Juan Antonio Rodríguez. / D. S.

Las fotografías de Arturo Comas (Sevilla, 1982) son fotos de un escultor. Con objetos ordinarios muestra, a veces en divertidos desequilibrios, (des)órdenes espaciales de los que es más sensible la fantasía que la mirada. Las obras de Comas recuerdan a las de Erwin Wurm, ese autor austriaco que iba a la sala donde iba a exponer sólo con la cámara fotográfica. Los muebles y objetos, y aun el mismo personal de la galería, en complicados desequilibrios, proporcionaban sus obras. De qué maneras logra Comas hacer ver el espacio lo podrá comprobar el lector visitando su página web. Tal vez halle también en su trabajo ecos del llamado objeto propiamente surrealista.

Tamara Arroyo (Madrid, 1972) sí cultiva las tres dimensiones aunque lo hace con objetos que escapan de sus contextos habituales. En esta ocasión no expone esas puertas y ventanas, que encierran la memoria de algún cuadro imposible, sino un balcón cuyas breves dimensiones lo desplazan del objeto a la figura poética, sea literaria o pictórica. Más interesante, a mi juicio, es la pequeña Caja de Ikea (3 x 30 x 19 cm). Abandonada en el suelo, sólo la materia de la que está hecha, cerámica, asegura su presencia. Hace honor al título de la muestra porque es en verdad la imagen de un objeto pasajero, destinado al reciclaje, sólo que la autora ha querido sacarlo de ese flujo de la mera utilidad haciendo ver quizá el exceso instrumental de nuestro ritmo de vida.

Escultura de Fuentesal & Arenillas. / D. S.

Julia Fuentesal (Huelva, 1986) y Pablo M. Arenillas (Cádiz, 1989), los más jóvenes de la exposición, poseen ya una relevante ejecutoria. Licenciados en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, fueron seleccionados para la muestra ¿Qué sienten, qué piensan los artistas andaluces de ahora?, en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, y han obtenido una residencia en la Blueproject Foundation de Barcelona. Más recientemente lograron el premio de la Comunidad de Madrid y la colección DKV, justamente por la obra aquí expuesta, titulada Cubierta brillante, margen delgado. Silenciosa y algo enigmática, como suelen ser los trabajos de estos autores, la escultura tiene un sorprendente tirón vertical. Tal ritmo puede deberse en parte a la altura que van ganando progresivamente las tres piezas de madera curvada que la integran, pero su suave vigor ascendente surge también de la exacta sencillez de los materiales y del modo en se han trabajado. La obra parece recuperar aquella indagación de la forma que en el primer tercio del siglo XX acometieron desde perspectivas diferentes Laszlò Moholy Nagy y Gabo y Pevsner.

La escultura de Fuentesal & Arenillas potencia la fantasía de El deseo de crecer, un breve lienzo de Juan Manuel Rodríguez (Málaga, 1979) en el que aparece un cuadro suspendido en el aire. No flota sino levita y por ello acentúa las características de la escultura. Ésta, por lo demás, se recorta contra el dorso de otro lienzo de Rodríguez, de formato mucho mayor. El cuadro aparece así, como ya he señalado, haciendo las veces de biombo y recordándonos que por grande que sea lo que encierra o promete, un cuadro no es sino un objeto. Condición de la que lo rescata la sensibilidad del espectador que no sólo mira, sino además imagina, piensa y quizá se emociona. La obra de Rodríguez, de la que ya me he ocupado en estas páginas, El prestidigitador, presenta al autor en trance de hacer levitar a una muchacha. La elección es convincente: Redondea este paseo por espacios insospechados que han ahormado la galería sobre una selección del crítico Juan Francisco Rueda.

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