Dos Lunas: el teatro como forma de vida
Aniversario
La escuela cumple 20 años promoviendo la "pasión" por las tablas y reivindicando los "encuentros de carne y hueso" en tiempo de pantallas
Dos Lunas Teatro, la escuela ubicada en la calle Relator, cumple dos décadas de vida reivindicando valores como la palabra, la inventiva y la emoción, y ofreciendo a los miles de alumnos que han pasado por sus clases "formación teatral sólo por el placer de tenerla". Para David Fernández Troncoso, uno de los fundadores y hoy coordinador del proyecto, Dos Lunas "es un lugar donde la gente que tiene otra vida profesional encuentra un espacio y un tiempo para desarrollar un momento teatral". Una aproximación a las artes que no obstante tiene "un componente humano muy intenso, porque uno de los atractivos del teatro es que genera una gran interacción".
En las clases los participantes recuperan el calor humano, esa magia de la conexión con el otro, la costumbre de mirar a quien tienen en frente que sienten que han perdido en el día a día. "Cuando hablo con los alumnos, al principio del curso, son muchos los que me dicen: Es que me paso el día entero delante de una pantalla. Y ahora, con el teletrabajo, eso se ha acentuado, la gente necesita vivir encuentros de carne y hueso. Esto es Dos Lunas", apunta Fernández Troncoso, que matiza que "aunque nuestros matriculados no sean ni quieran ser profesionales, nosotros intentamos llegar al máximo nivel artístico, desarrollamos en lo posible toda su creatividad y aspiramos a la verdad escénica".
Aunque hoy cuentan con alumnos fieles que llevan años vinculados a sus clases, los creadores de Dos Lunas albergaron cierta incertidumbre al trasladar a Sevilla un modelo que habían conocido en Buenos Aires. "Yo no creía que la gente fuera a dedicar su tiempo y su dinero a esto", confiesa el docente, formado en el Instituto Andaluz del Teatro. "Sin embargo, centros como éste se han extendido muchísimo: llevamos dos décadas en esto, y con mejor salud que nunca. De cómo empezamos, cuando en la ciudad había apenas un referente como Viento Sur, a ahora se advierte un cambio brutal".
La sede de la calle Relator ofrece talleres para adolescentes y clases para adultos, laboratorios sobre la comedia o el desarrollo de personajes, cursos de iniciación y niveles avanzados... Propuestas diversas en las que Dos Lunas se guía por "un principio básico: el amor al teatro por encima del negocio". Algo que Fernández Troncoso suscribe: "Yo me eduqué en que el teatro era una pasión, por encima de todo, una forma de vida. La prioridad no eran ni hacer mucho dinero ni conseguir la fama", dice un veterano que se ha "tragado horas y horas de furgoneta", y ha actuado "en lugares donde el teatro era una experiencia insólita. Tengo una anécdota muy entrañable y muy terrible: una vez fuimos a un pueblo de la Alpujarra almeriense e hicimos la función, estamos hablando del año 86 u 87, y cuando terminamos la obra y empezamos a desmontar comprobamos que los espectadores se quedaron viendo el desmontaje como si fuera parte del espectáculo, porque allí nunca había ido ninguna compañía. Para mí, eso tiene el mismo valor, y lo ha tenido siempre, que actuar en el Teatro Central", analiza Fernández Troncoso, que asegura haber "aprendido mucho" de su estancia en Argentina "cuando fui a dirigir en pleno Corralito, y las circunstancias económicas no marcaban la calidad artística. Nos encapsulábamos en una sala de ensayos y alcanzábamos unos niveles de exigencia artística brutales. En Dos Lunas intentamos transmitir ese amor en todo lo que hacemos: en la escuela, en la compañía, mantenemos esa idea de que la vida, el arte, están por encima del negocio".
El actor, director y productor es hijo de Carmen Troncoso, figura destacada de la escena andaluza, recordada por su labor pedagógica y su trabajo en compañías como el Corral del Sol o Titirimundi. "De mi madre aprendí que el teatro te salva de los baches más salvajes que la vida te puede poner por delante", cuenta sobre una actriz y escritora a la que homenajeaba recientemente la obra Amelia y la dama azul. "Ella se agarró al teatro, y el teatro la salvó, siempre. Y por eso, ella se lo dio todo, sin pedirle. Cuando las cosas iban bien, perfecto; pero, si no, le entregaba lo mismo,conservaba la pasión". De su mano, Fernández Troncoso frecuentó a cómicos que "actuaban en el Lope de Vega, o que salían en una película de Almodóvar, y que luego cenaban en mi casa. Yo era muy joven para entender quiénes eran, lo que habían hecho, y con el tiempo me di cuenta del lujo, el enorme aprendizaje, que supuso estar en contacto con ellos".
Junto a ese amor por el oficio, Fernández Troncoso heredó de su madre su preocupación por las raíces y promueve actividades culturales en el barrio de San Miguel-El Castillo en Alcalá de Gudaíra. "Era un lugar al que iba poca gente, había una frontera, un telón invisible que separaba el barrio del resto de la ciudad. En 2014 , un gestor, Víctor Sánchez, me propuso intentar romper esa barrera desde la cultura, el Plan Urban había remodelado la zona y tocaba ir un paso más allá. Al principio temíamos que no nos iban a recibir, pero la gente se entregó. Allí he vivido experiencias que bien valen toda una carrera", recuerda sobre el vínculo con una localidad en la que actualmente gestionan el ciclo Noctaira.
En Dos Lunas también se sienten orgullosos de la compañía, con la que han dado forma entre otros a los montajes Flores de hierro, La niña que riega las albahacas o Encarnita la desencarnada y han visitado países como Perú, Colombia, Turquía y Serbia. "Volvemos a final de mayo a la Sala Cero con el último espectáculo, Agnus Dei. Empezamos muy preocupados por el tema del género cuando este asunto no tenía demasiada visibilidad", expone Fernández Troncoso, que reivindicó también el teatro hecho por mujeres con el encuentro La Otra Mirada, que se programó entre 2003 y 2010.
En la trayectoria de Dos Lunas, la compañía, destaca La niña que riega las albahacas, escrita por Antonio Rodríguez Almodóvar y estrenada en 1993. "Yo tengo una hija, pero siempre digo que tengo dos, y que la otra es ese espectáculo. Lo recuperamos en 2013 con una revisión estética, y los niños de Alcalá se la aprendieron y nos la representaron entera. Esa escena no la olvidaremos nunca".
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