"Un escritor se debe a la vida y no al prejuicio sobre la vida"
Manuel vilas.Escritor
Manuel Vilas y Salto de Página recuperan 'Zeta', un inclasificable libro de relatos del escritor aragonés que fue imposible de encontrar durante años.
Hace años, Manuel Vilas escribió un libro magnífico, lleno de historias "sagradas, sádicas, sedientas y salmódicas", de soledad y rock & roll, de un vitalismo tan potente como desesperado -hondo y gamberro-, uno que anticipaba la personalísima concepción de la narrativa que el autor, uno de los poetas más brillantes de su generación, desarrollaría más tarde en obras como España, Aire Nuestro o Los inmortales. Pero ocurrió que la edición de aquel libro, Zeta, se agotó muy pronto, "hace años y siglos y milenios", en concreto en 2002, y que el posterior cierre de la editorial DVD, donde se publicó entonces, terminó de convertir aquel conjunto de epifanías urbanas, abatidas y por encima de todo inclasificables -"tiene literatura, pero no género literario", explica el mismo Vilas; "es decir, tiene erotismo, pero no es ni hombre ni mujer ni ángel ni demonio ni animal"- en la Gran Obra Perdidadel escritor aragonés.
De ese agujero negro lo ha rescatado recientemente el sello madrileño Salto de Página, y para celebrar la ocasión -"Me duele que muchos de mis lectores habituales no lo conozcan, que se vayan a morir sin conocerlo. Me parece una muerte triste: morir sin haber leído Zeta. Terrible", escribe él, metido de lleno en ese personaje autocelebratorio y granuja que lo ha llevado a titular uno de sus poemarios Gran Vilas (Visor) o a reunir en Listen to me (La Bella Varsovia) sus impagables charlas con Dios- hablamos con Vilas, que en Zeta llevó a un punto peculiarmente poderoso y singular el espíritu y la música de su literatura, una fiesta oscura del alma, atravesada por una pulsión dionisiaca y siempre en llamas.
"Yo entonces era un escritor que estaba explorando los límites morales de las cosas, quería ir un poco más allá de lo que la gente entiende por un libro de relatos. También estaba obsesionado con las ciudades, con la explotación, con la abundancia material de las ciudades. Es un libro que está escrito entre los años 2000 y 2001, y presagia la crisis", dice sobre el origen de esta obra y sobre las circunstancias vitales que la explican; una que en su trayectoria ocupa un lugar especial: "Es un libro que inicia un camino y lo agota. En los que vinieron luego busqué otras cosas. De ahí la singularidad de este libro; me trae muchos recuerdos, creo que es un libro relevante en mi trayectoria".
-¿Qué esperaba en aquel momento de este libro?
-Quería explorar el dolor de la soledad, la soledad de las ciudades, la soledad de los que pierden, de los que enloquecen. Es un libro sarcástico sobre la soledad y el fracaso. Estoy contento con este libro, por eso quise que se reeditara.
-El sentimiento de soledad pesa mucho en el libro... ¿Fue ese uno de los motores de su escritura?
-Sí... Recuerdo que en aquella época mi padre estaba ingresado en un hospital gigantesco de Zaragoza y estaba grave. Recuerdo que yo deambulaba por aquel hospital como un vampiro. No entendía bien lo que estaba pasando.
-¿Por qué le atrajo la figura del vampiro, tan presente también en el libro?
-Llegué a la figura del vampiro desde el dolor. Pensé que el vampirismo representaba, en realidad, el mayor grado de soledad. Pensé que los vampiros no son ni buenos ni malos, son sólo criaturas doloridas y solitarias. Los vampiros de mi libro son enfermos, gente que ha fracasado, son gente pobre, gente que sólo tiene un coche viejo y una nevera absurda en sus pisos minúsculos de los extrarradios. Mis vampiros son los pobres, los mutilados por el capitalismo y por la competitividad de este mundo. Mis vampiros son mártires del capitalismo.
-En Zeta aparecen, en forma de guiño, apariciones u homenajes, Lou Reed, Petrarca, Kafka o Aleixandre... Presencias familiares, y en todo caso un elemento, el del ejercicio de la mitología privada y entusiasta, central en su obra, y algo que va más allá del mero recurso de estilo...
-He recreado mitologías personales en mis libros, y en este aparecen Lou Reed y Franz Kafka. Los dos están cargados de significación moral para mí. Petrarca y Aleixandre aparecen de una forma más tangencial. Busco una mezcla de historia y ficción. No hay distancias entre la cultura real e histórica y la ficción más delirante. Lou Reed es un genio del Pop y Frank Kafka es un genio de la Literatura. Para mí el Pop y la Literatura son la misma cosa.
-¿Tiene la impresión de haberse vuelto más luminoso con el paso del tiempo? Aunque hay mucho sentido del humor en él, este libro es mucho más oscuro y triste que sus obras narrativas posteriores...
-Efectivamente, Zeta es muy oscuro, muy rabiosamente desolador; mis libros posteriores ganarán en celebración y exaltación de la vida; ganarán en un humor más amable y menos sombrío. El humor en Zeta es destructivo.
-Lo español, como es habitual en sus libros, también está muy presente en Zeta. ¿Le interesaba ya, por decirlo así, contar España de otra manera?
-Uno de los grandes temas de todos mis libros es España, la vida española. El motivo de mi interés por España es obvio: vivo aquí. A veces se nos olvida que vivimos en este país, y que es normal que a un escritor que vive en España le interese España. Ahora bien, yo he tratado el tema de España, para bien o para mal, de una manera completamente distinta a como lo venían y lo vienen haciendo otros escritores.
-Afirma en la introducción a esta edición que ya entonces, al escribir Zeta, "quería ser un escritor español, aunque no demasiado". ¿Qué significa para usted ser un escritor español, o en qué tradición se reconoce?
-Ser un escritor español significa tratar de entender la realidad, y representarla literariamente. La vida que voy a representar en mis ficciones acabará siendo la realidad española. No existe la vida en el vacío histórico. Todo escritor pertenece a una sociedad. Yo, simplemente, soy consciente de eso. Me reconozco en aquellos escritores españoles que sabían que nadie escapa a su tiempo ni a su país, comenzando por Cervantes.
-También está ya la dimensión política: "¿Qué incomoda más al poder y a toda forma de autoridad, desde un punto de vista literario: un escritor aseadamente de izquierdas, oficialmente de izquierdas, correctamente de izquierdas, o un escritor que lo único que hace es reflejar airadamente, fantasmagóricamente, inhumanamente, la catástrofe moral del capitalismo?". La pregunta (retórica) es suya...
-Un escritor se debe a la vida y no al prejuicio sobre la vida. No me interesa la corrección política de mucha literatura de hoy, aseadamente de izquierdas. Para eso ya me vale con el telediario. A la literatura, como al cine, como a la música, hay que pedirle una forma de verdad que sea irreductible a las convenciones. La izquierda literaria es diferente a la izquierda política, porque la izquierda política ya no existe. La izquierda ya sólo existe en la literatura sin freno moral y político.
-¿De qué modo gradúa la distancia entre el Vilas personaje y el Vilas que tiene un DNI, cartilla en el banco, amigos íntimos, familia, etcétera?
-El Vilas escritor es el que importa a la hora de leerme. Cada vez me resulta más difícil graduar la distancia entre la ficción y la realidad. A la hora de escribir, sólo me interesa lograr la mejor página posible, la página más inesperadamente viva.
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