Los 'huesos negros' del País Vasco
'Errekaleor'
El editor y escritor Jabo H. Pizarroso se inspira en los paisajes de su infancia en 'Errekaleor', una novela sobre la emigración y la violencia de ETA
"En aquellos años Extremadura tenía tres provincias: Cáceres, Badajoz y la República Independiente de Errekaleor". El editor y escritor Jabo H. Pizarroso ubica en ese último lugar, un barrio de Vitoria en el que se instalaron trabajadores procedentes del sur, una novela que entre otros temas trata sobre el desarraigo del emigrante, las tensiones sociales y políticas de los primeros años de la democracia y el conflicto vasco.
Errekaleor, publicada por Libros.com, es un homenaje a "toda la inmigración que llegó desde Andalucía, desde Extremadura, desde Castilla" a finales de los años 50, cuando la industrialización del País Vasco parecía prometer un mundo mejor. "Hay que decirlo, esos inmigrantes no fueron muy bien tratados. Les llamaban coreanos, maquetos, y algo terrible, hezur beltza, que en euskera significa hueso negro. Los vascos de ocho apellidos aseguraban que los que venían de fuera tenían los huesos negros, que no eran como ellos", expone Pizarroso, que cree que recordar ese rechazo "puede servir como una llamada de atención, porque seguimos tratando con ese desprecio ahora: hoy son argelinos, marroquíes, y se llama cucarachas a las mujeres que llevan burka", lamenta el narrador, que tras una etapa residiendo en Sevilla regresó hace unos años a su Vitoria natal.
La novela propone también una reflexión sobre el valor de la palabra y la importancia de poner por escrito la odisea de los que te precedieron. "No hay periodistas en las pateras (...) Tampoco había escritores en los emigrantes aquellos que se desplazaron al mundo mejor", se lee en la novela. "En el pueblo humilde que se traslada, que se desplaza para conseguir el pan y el sustento, falta esa figura. Yo tenía la sensación desde pequeño de que nuestra historia había que contarla. En toda España ha habido lo que el franquismo llamaba barrios para colonos, donde se movilizaba a personas sin recursos en torno a una fábrica, a un hangar de trigo, a distintos espacios industriales", anota Pizarroso, que hasta los siete años vivió en Errekaleor, pero "como dice Rilke, la infancia es ese paraíso que siempre se recuerda".
En la edición del libro "hubo un debate interesante", añade el autor, sobre el castellano en que se expresan sus personajes. "Me decían que el abuelo hablaba vulgar, juzgaban que había que poner sus diálogos en cursiva. Y yo no estaba de acuerdo, porque ponerlo en cursiva era resaltar que era un castellano incorrecto, y no es así", reivindica. "Cuando trabajábamos en el borrador, me insistían en que había expresiones extremeñas que no eran exactamente así, que no eran correctas. Pero eso tenía su sentido: personajes como el abuelo han perdido la pureza, ya viven el desarraigo, están en tierra de nadie".
Errekaleor arranca en el presente, con una escena que refleja la convivencia en el País Vasco una vez cerrado el largo capítulo de la violencia terrorista: una mujer cuyo marido sufrió un atentado de ETA le abre la puerta a alguien que estuvo involucrado en la organización criminal. "Ella define ese momento como una calma buena", señala Pizarroso. "Es una situación que se ha dado en la realidad. Entre 2011 y 2012 hubo unos encuentros que llamaron restaurativos: en uno de ellos, la viuda del Gobernador Civil de Guipúzcoa, Juan María Jáuregui, estuvo horas hablando con uno de los asesinos de su esposo. Había un elemento de reconciliación, de reencuentro, que luego se ha vuelto a dar en otras reuniones similares. Eso antes era impensable", dice. "Yo empecé a escribir esta novela en 2008, y entonces era una temeridad meter a un miembro de ETA en una novela, acercarte a alguien que era considerado un monstruo. Pero cuando escribes, tratas de sacar la humanidad de cada uno de tus personajes", explica el creador, que opina que "una de las responsabilidades de quienes nos dedicamos a la literatura es la de meternos en jardines incómodos, generar debate".
Para Pizarroso, los miembros de ETA "han tardado en darse cuenta del alcance de sus actos, pero al fin lo han hecho, y eso es bueno", sostiene. El escritor llegó a pasarle su texto a alguien que había pertenecido a la banda: "Necesitaba, por cuestiones de verosimilitud, que alguien que había estado dentro la leyera. Y esa persona me dijo que al estar fuera había descubierto que tenía más cosas que hablar con gente que antes había considerado su enemiga que con la que creía más afín... Él me dijo: si esto lo llegas a escribir en el 82 te pego dos tiros, pero hoy te voy a dar un abrazo. Eso es un avance", celebra.
En la novela, el autor utiliza a Ana Torrent como una especie de guía que delata el camino tomado por la banda. En Operación Ogro, de Gillo Pontecorvo, donde se recrea el atentado a Carrero Blanco, una aún pequeña Torrent se topa con quienes preparan la bomba que acabaría con la vida del militar y político. "Se da a entender que la niña sabe lo que están haciendo, que la niña es en parte los ojos del futuro, los ojos de un futuro libre que se abrirá cuando ese atentado se realice", se dice en la ficción. Años después, la misma intérprete encarnará a Yoyes, una militante de ETA asesinada por sus propios compañeros. "Se nació a la violencia política con el atentado contra Carrero Blanco y se empezó a morir de violencia política con el atentado a Yoyes", concluye el narrador de la obra.
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