Víctor Erice, el más grande cineasta español junto a Buñuel

Cine

Medio siglo después de 'El espíritu de la colmena', el director recibirá en el Festival de San Sebastián, de manos de Ana Torrent, el Premio Donostia

El director Víctor Erice.
El director Víctor Erice. / Efe

Las listas son lo que son, ya lo sé, pero no deja de aportar información que en la última elaborada en 2022 por el BFI –la que cuenta con un universo más extenso y plural de encuestados, tanto críticos como directores, y se renueva cada 10 años– solo haya sido votada una película española entre las 100 mejores de la historia del cine: El espíritu de la colmena de Erice ocupa el puesto 84 (en la lista de 2012 ocupaba el 81). Luis Buñuel, que en la lista de 2012 aparecía en el puesto 93 con Un perro andaluz, ha desaparecido. Berlanga no aparece. Los tres conforman el que para mí es el trío de oro del cine español, con Buñuel y Erice en cabeza.

Permítaseme empezar con esta antipática anécdota, que por otra parte tan poco tiene que ver con la calma, retraída, independiente y nada competitiva personalidad de Víctor Erice, aunque sí con la percepción internacional del cine español, para celebrar que el Festival de San Sebastián, en el que también presentará su último largometraje, Cerrar los ojos, le otorgue su premio honorífico más importante, el Donostia, que recibirá el próximo 29 de septiembre en el teatro Victoria Eugenia de manos de Ana Torrent. Hace 59 años Los desafíos, película formada por tres episodios dirigidos por Claudio Guerin, José Luis Egea y Erice, recibió la Concha de Plata, y hace 50 El espíritu de la colmena, primer largometraje de Erice, la Concha de Oro. Una larga historia de fidelidad.

En estos 50 años Víctor Erice solo ha dirigido cuatro largometrajes: El espíritu de la colmena (1973), El sur (1983), El sol del membrillo (1992) y Cerrar los ojos (2023). Diez años separan el primero del segundo, nueve a este del tercero y han tenido que transcurrir 31 hasta que rodara el cuarto. Hubo un quinto largometraje, basado en la novela El embrujo de Shangai de Juan Marsé, malogrado por culpa del productor Andrés Vicente Gómez después que Erice trabajara en él durante casi cinco años, de 1994 a 1999. Al final lo dirigió Fernando Trueba y salió lo que salió. Erice es Erice. Hay muchos grandes directores tanto en el terreno del cine comercial como en el llamado de autor y en el independiente que vive por completo al margen de la industria. Pero no tantos que lleven el relato y la imagen cinematográfica más allá de los límites hasta entonces conocidos, que establezcan un tan estrecho vínculo entre la forma del film y la ética (entendida como compromiso de la persona toda con la realidad) de su director, que transfiguren en sí mismos, en su visión/percepción del mundo, cuanto filmen. "La moral es una cuestión de travelling" sentenció el crítico y cineasta Luc Moullet en una famosa frase después rehecha por Godard y Rivette.

No ha rodado nunca un plano, un solo plano, vulgar, retórico, de compromiso o de relleno

Esto convierte a Erice, junto a Buñuel, en el director más importante del cine español por más creativo, por más personal, por más regular en la calidad de sus propuestas, por no haber rodado nunca un plano, un solo plano, vulgar, retórico, de compromiso o de relleno, por no haber cedido nunca a ninguna exigencia. Buñuel, que desarrolló una amplia carrera comercial en México entre 1947 y 1965, hizo suyos los compromisos más alejados de su universo: no son menos buñuelianas El gran calavera, Él, La ilusión viaja en tranvía o Ensayo de un crimen, que las aclamadas y autoriales Los olvidados, El ángel exterminador o Simón del desierto, por referirme solo a sus películas rodadas allí. Erice optó por el alejamiento, que no por el silencio, cuando no podía decir su palabra y, sobre todo, después que le impidieran decirla completa tras el recorte del rodaje de El Sur y muy especialmente tras el caso de El embrujo de Shangai.

Su alejamiento en busca de la libertad creativa lo fue solo del largometraje, no del cine. Fundó su propia productora, Nautilus Film, de la que ha escrito el estudioso de la obra de Erice, José Ángel Lázaro: "Con equipos de rodaje muy reducidos, presupuestos mínimos, y sin apenas acceso a la distribución tradicional en salas, (…) desde nuevos —o novísimos— formatos narrativos, en proyectos colectivos, internacionales, destinados a los museos o a otro tipo de ventanas diferentes de las tradicionales, Erice toma el control de su obra, y, desde la experimentación y lo artesanal, se reinventa, dejando al descubierto lo que siempre fue, y los ahora caducos sistemas de la industria no dejaron mostrar en su máxima dimensión: el más moderno de los cineastas. El capitán Nemo atravesó más de 20.000 leguas submarinas al frente del Nautilus… Víctor Erice siempre fue alguien que transitaba las profundidades, con gloriosas emersiones puntuales a la superficie. Ahora, en el siglo XXI, él y su tripulación han construido su propio submarino secreto. Se llama Nautilus Films, y es capaz de convertir los misterios de las más oscuras profundidades en las más luminosas películas".

Un fotograma de 'El espíritu de la colmena'.
Un fotograma de 'El espíritu de la colmena'. / D. S.

Efectivamente, la obra de Erice no se agota solo en sus cuatro largometrajes. Están sus participaciones en obras colectivas, mediometrajes y cortometrajes. Pero, qué duda cabe, ha pasado a la historia del cine como el más creativo, personal y fieramente independiente (por mal que esta palabra lo defina: la suya es una desobediencia civil creativa a lo Thoreau o una resistencia pasiva creativa a lo Gandhi) director español junto a Buñuel y uno de los más importantes de la historia del cine mundial. Sobre todo, aunque no solo, por sus dos primeros largometrajes, El espíritu de la colmena y El Sur, dos cumbres del arte cinematográfico universal llenas de sobria poesía, depurada y nunca retórica belleza, profundidad humana que desarma hasta las lágrimas. Y, como toda obra maestra, más capaces de expresar el tiempo político y social al que pertenecen cuanto más íntimamente personales e intemporales son.

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