"Sí hubo que derribar prejuicios contra los cantautores; para empezar, los míos"
Pedro Guerra. Cantautor
El músico canario llega al Pop CAAC este jueves dentro de la gira de presentación de la reedición de su primer disco, 'Golosinas', que revisitará al completo casi 25 años después
La aparición de Golosinas en 1995 cautivó a toda una legión de seguidores que encontraron una nueva sentimentalidad servida en la tradicional figura del cantautor, merced a canciones emblemáticas como Deseo, Dos mil recuerdos, Las gafas de Lennon, El marido de la peluquera y sobre todo Contamíname, convertida antes en éxito en la voz de Víctor Manuel y Ana Belén. Ahora, su artífice, Pedro Guerra (Güímar, Tenerife, 1966), ha decidido recuperar aquel órdago con una nueva reedición (en la que ha añadido las colaboraciones de Juanes, Pablo López, Vanesa Martín y Rozalén) y una gira en la que interpreta el álbum de cabo a rabo. Con esta propuesta llegará este jueves al Pop CAAC (entradas a 20 euros en www.wegow.com).
–Aunque algunas canciones del álbum le han acompañado en todas sus giras, ¿cómo ha sido el reencuentro con Golosinas? ¿Se reconoce aún en este disco?
–En 2016 decidí atreverme a lanzar no uno, sino dos discos a la vez: Arde Estocolmo y 14 de ciento volando de 14, en el que puse música a poemas de Joaquín Sabina. Fue un momento de mucha intensidad, con el consiguiente desgaste, y sentí que antes de abordar otro trabajo necesitaba algún tipo de proyecto intermedio, algo que hiciera de puente antes de ponerme a componer y grabar canciones nuevas. Entonces reparé en que muy pronto se iban a cumplir 25 años de mi llegada a Madrid y 23 de la grabación de Golosinas, con lo que había una ocasión idónea para recuperar este disco. Así que nos pusimos a ello. Al principio no sabía muy bien cómo iban a respirar las canciones, especialmente las que llevaban más tiempo fuera de los conciertos. Pero para mi sorpresa encontré un trabajo muy contemporáneo, con canciones que podía cantar con comodidad, sin forzar nada. Escuchado ahora, Golosinas nos lleva a aquellos años 90 en los que hubo cosas buenas y cosas malas y en los que, inevitablemente, todos éramos más jóvenes. Pero sí, me siento aún identificado con este álbum.
–¿Cómo recuerda hoy la recuperación en aquellos años de la tradición de la canción de autor, por la que pocos apostaban?
–En aquella tradición participamos unos cuantos. Cuando yo publiqué Golosinas Javier Álvarez ya estaba abriendo camino, poco después se incorporó Ismael Serrano, y luego llegó Jorge Drexler desde Uruguay. Es cierto que de alguna forma nos vinculábamos con esa tradición, no la ocultábamos, pero también que vivíamos en otra época en la que, inevitablemente, el compromiso social y las relaciones amorosas se expresaban de otra manera, y eso se reflejaba en nuestras canciones. Eso sí, todos nosotros crecimos de la mano de los cantautores que nos precedieron. Fue Luis Pastor quien me abrió las puertas de Libertad 8 [un café que ha servido de escenario a cantautores], y luego conté con el apoyo de Aute, Silvio Rodríguez y otros.
–¿Cómo nació la decisión, tan arriesgada por otra parte, de grabar Golosinas en directo?
–Golosinas significó el punto final de un proceso de dos años que se había venido desarrollando en Libertad 8. Allí logramos conectar con el público de una manera increíble: tocábamos todos los martes y no había martes en que la sala no se llenara. Cuando nos propusimos grabar el disco, pensamos que lo mejor era registrar todo eso que pasaba en Libertad 8. Y para ello decidimos llevarnos al público, que llevaba dos años con nosotros y que se sabía todas las canciones, al estudio. Fue una decisión acertada, desde luego.
–¿Sería más difícil alcanzar hoy el éxito con Golosinas?
–Sí, desde luego, sería mucho más difícil. Aunque también es verdad que se está dando un repunte de cantautores que ya no tienen mucho que ver con los de mi generación, que siguen sus propias inquietudes y expresan sus emociones de otra forma. Pero por lo general todo ha cambiado mucho: hace 25 años los cantautores teníamos hueco en la radio, incluso en la televisión. Contábamos con soportes mediáticos que podían ser discretos, pero ahí estaban. Ahora todo eso ha desaparecido.
–¿En qué medida son responsables los talent shows y la transformación del consumo?
–Todo influye, claro. En su momento sufrimos una crisis muy grave de la industria discográfica que nos llevó a una situación imprevisible, para la que nadie se había preparado. La gente dejó de comprar discos, los formatos físicos decayeron y nos encontramos con las plataformas de streaming, con lo que, en muchos sentidos había que empezar de nuevo. Con respecto a los talent shows, en su momento tuve una opinión bastante adversa pero mi posición ahora es distinta. Considero que estos programas no dejan de ser vías para que la gente que quiere hacer música coloque su trabajo. Lo que sí me parece criticable es que fomenten una visión de la música muy, muy cerrada, que deja fuera muchos mundos, entre ellos el nuestro, el de los cantautores. Deberían dar la oportunidad también a la gente que compone sus propias canciones.
–Sea honesto: ¿cuáles son sus Golosinas predilectas?
–Bueno, no dejan de gustarme todas las canciones del álbum, supongo que cada una a su manera. A ver, hay tres que han estado casi siempre en mis conciertos: El marido de la peluquera, Deseo y Contamíname. Al público les gusta y a mí me gusta cantarlas, así que no hay problema. Luego, hay otras que han entrado y salido de los repertorios, a las que he recurrido de forma más esporádica, como Las gafas de Lennon, Desorden, Greta e incluso Biografía, que abría el disco. Pero, como te decía, me gustan todas. No hay ninguna que prefiera no cantar hoy día. Piensa que Golosinas era un disco largo, de diecisiete canciones; y que tardé en componerlas todas cuatro o cinco años antes de la grabación del disco. No tenía prisa, no estaba sometido a ningún contrato, en su momento recogí las canciones que fui haciendo en aquella época y con aquello grabé el disco. De manera que todas ellas atraviesan una parte considerablemente larga de mi vida, y me siguen devolviendo igual a aquellos años.
–En la carpeta del disco, la letra de Deseo venía precedida de una cita extraída de From her to eternity, de Nick Cave. Y a lo largo de su carrera, su lista de referencias abarca lo mismo a Jacques Brel que a King Crimson y la música electrónica. ¿Hubo que derribar prejuicios en los 90 para demostrar que la estética musical de los cantautores, su abanico referencial, era mucho más amplio de lo que no pocos suponían?
–Sí, de hecho esos prejuicios persisten todavía hoy. Es verdad que en los 90 hubo que derribarlos, pero para empezar yo tuve que derribar los míos. A los 14 años no me interesaban los cantautores, sino el rock sinfónico de King Crimson, Genesis y Yes. Al mismo tiempo, sin embargo, en mi casa se vivía una relación muy natural con la música latinoamericana que me terminó llevando a la canción de autor. Y en los 90 me interesaban mucho grupos como Massive Attack. Supongo que mi intención era mezclarlo todo, igual que hoy: siempre estoy pendiente de todas las músicas e influencias que pueda incorporar. Respecto a la canción de autor, es cierto que con el tiempo se ha mezclado mucho con otros géneros, pero también que otros géneros se han mezclado con lo que hacemos nosotros, se han dejado influir por los cantautores. Es un paisaje muy interesante.
–Tras el revival de Golosinas, ¿cuál será su siguiente proyecto?
–Ahora mismo estoy componiendo canciones, así que me encuentro muy al principio de lo siguiente. Es un momento muy bonito, porque todo está abierto. Pero no sabes por dónde irá.
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