“Cada vez me aburre más lo correcto”
MAUI I ARTISTA
La polifacética artista utrerana regresa al sur, “mi lugar de inspiración”, con una gira en acústico que la trae hoy a la Sala X, y con la que pisará el Centro Cultural Harina de Otro Costal de Trigueros (Huelva) y el Teatro Ciudad de Marbella
Sevilla/Antes de encender la grabadora, María Luisa Ramírez se emociona al recordar a Jorge Camarlengo, el querido promotor musical fallecido hace cuatro años que le acompañó en sus inicios y le aconsejaba “que no fuera tan graciosa, porque no le hacía falta cantando tan bien”. Pero, ya entonces, ella intuía que el humor, al igual que la estrambótica vestimenta, la mirada avispada, el carácter inquieto y el original discurso con que se viste Maui, iba a ser lo que le diera la fuerza para escalar los rascacielos, “como le pasa a Peter Parker cuando se convierte en Spiderman”, compara.
Así, la polifacética artista utrerana ha ido cociendo a fuego lento, “que es como se saborean bien las cosas”, una sólida carrera que no se suma a ninguna corriente y que se alimenta “de la energía mágica que recibo del público y de los artistas que me acompañan”. Con toda esa fuerza, cinco discos publicados, su recién estrenado single De Madrid al cieno y el éxito de su espectáculo Vermú y Potaje, con el que lleva meses llenando el Teatro Flamenco de Madrid, esta “contaora” regresa al sur acompañada a la guitarra de Josete Ordóñez con la gira en acústico Por arte de magia que la trae hoy a la Sala X (16 horas) y con la que pisará mañana el Centro Cultural Harina de Otro Costal de Trigueros (Huelva) y el Teatro Ciudad de Marbella este domingo.
- ¿Qué es lo primero que ha pensado al bajarse del AVE?
-He sentido como si la cabeza se hubiera quedado en Madrid, pero el cuerpo se hubiera ya aclimatado a Sevilla porque la temperatura, el ritmo, el ambiente... es diferente, inspira. Aquí se respira de otra manera, aunque lleves mascarilla. Me da mucha alegría volver.
- ¿Se pisa distinto el escenario después de este año loco?
-Totalmente. Estoy viendo que el protocolo tiene sus cosas positivas porque la gente presta más atención a lo que se está contando, más allá de lo que se está cantando, y eso me beneficia porque logro tener un contacto más fuerte con el espectador.
- ¿Nos hemos vuelto más sensibles?
-Nos hemos dado cuenta de que la música no es sólo ocio o cultura, sino una terapia de belleza que te puede curar cosas que te rondan en tu cabeza. Por otro lado, los artistas estamos más sensibles. Sabíamos que la vida es efímera y que no sirve de nada querer controlarlo todo, pero ahora lo tenemos más presente. Por eso sentimos cada concierto como si fuera el primero, por los nervios y porque no estamos tan entrenados, y también como si fuera el último. No es que antes no nos entregáramos, pero ahora hay un sentimiento más fuerte hacia la acción de ponerte delante del espectador.
-El single ‘De Madrid al cieno’ se presenta como una oda satírica a la vida en verde, ¿le gusta reírse lo mainstream?
-Risas. Me gusta fotografiar lo surrealista, lo absurdo, lo cotidiano... Observo y hago la foto. Veía que hater y millennial se mudaban de Madrid al campo y me apetecía poner a Maui en esa situación de hacerse un Paco Martínez Soria a la inversa. Luego, a pesar de lo naif de la letra, el mensaje tiene una profundidad porque es paradójico eso de irnos al campo para evadirnos y necesitar wifi. En realidad, queremos ir al campo para cambiarlo, ponerle filtros y subir la fotito de las gallinas en Instagram y la naturaleza en bruto es bonita, pero dura. En la huerta las lechugas no salen solas.
-En la canción menciona esa fiesta a la que no venga nadie, ¿no están acabando los huertos con las juergas?
-(Risas). Es verdad, los huertos, la moda de lo zen, está acabando con el flamenco...
-Tras el sonido de una mosca cojonera hay también un grito de hartazgo y de crítica hacia la doble moral, ¿qué más cosas le molestan?
-Esa mentira y el querer poner todo bonito o negativo cuando no lo es. Soy más de ni fú ni fá, de gris marengo, y veo que la sociedad está muy enfadada. Hasta el positivismo es agresivo. Me gustaría que todo fuera más sencillo, pero nos agarramos a las modas y parece obligatorio pertenecer a un grupo concreto. También me doy cuenta de que cada vez me aburre más lo correcto.
-Hablaba del sur como inspiración, pero ¿cuánto le debe a la capital?
-Siempre digo que en Andalucía no me detectaban las puertas automáticas y en Madrid me detectan maravillosamente todas, las de madera, las eléctricas, las circulares... (Risas). Madrid te abre muchas puertas, es como una madre con tetas grandes. Me ha dado muchísimas oportunidades.
-También es verdad que desde el principio ha estado arropada por la jet set musical ...
-He tenido mucha suerte. Llegué a Madrid buscando el momento bohemio soñador de mi biografía. No sabía cuánto me duraría el dinero, pero quería disfrutarlo bien y a los tres días estaba en los subsuelos con Martirio, Rosario Flores, Antonio Carmona... no sé cómo, pero terminaba cantando con ellos y aprendiendo muchísimo. Allí tendemos mucho a unirnos porque te sientes un poco más solo. Me junto con cantautores como El Kanka, Rozalén, Antílopez, Mundo chillón, con los quedo para comer y cantar y son amigos de verdad.
- ¿Se podría decir que usted es artista de artistas?
-¡Qué fuerte es eso! La verdad es que es algo que siempre me ha pasado y me impone, aunque me enorgullece. Ellos dicen que hay verdad en lo que hago y que les remite a sus orígenes. Es una responsabilidad que te obliga a seguir siendo tú porque en el momento que falsees algo pierdes la kryptonita.
-Porque, ¿qué tiene la receta del potaje gitano para que le guste a todo el mundo y arregle cualquier día malo?
-Aparte de mucho pimentón, mucha guasería. También la ruptura de la cuarta y la quinta pared, porque intenta reproducir esas fiestas gitanas que he vivido en mi infancia con mi padre (Miguel Ramírez, guitarrista de Los Centellas) y mi tío Bambino en las que no había diferencias de ningún tipo. Y, sobre todo, hay muchos espacios vacíos que provocan que surjan cosas. Es una escuela tremenda en la que cada día es único.
-Precisamente de su tío Bambino destacó en un reportaje con la periodista Silvia Cruz Lapeña que “conseguía meter en una habitación pequeñita al cura, al alcalde y al travesti, ¿es ésa su filosofía?
-Exactamente. Eso es algo que Bambino hacía genial en su caseta de la feria, por ejemplo, donde coincidían personajes de los más variopintos que fuera se llevaban a matar y dentro se reían juntos. En mi caso, lo llamo ser mujer eslabón, porque sirvo para unir a muchas personas y que se forme un collar bonito. Es lo primero que suena cuando entras en el potaje. Procuro que quien venga se lo pase bien, aunque no tenga nada que ver el uno con el otro. Lo mismo está Carmen Lomana que Perlita de Huelva que Paco Clavel.
-Venga, ¿cuánto daño está haciendo la Thermomix a los potajes?
-Risas. Hombre hace poco tuve que hacer uno en una placa de inducción y lo pasé fatal, parecía que estaba en una nave espacial. El que hacemos allí es a fuego lento y no tiene nada que ver. Las cosas a fuego lento se saborean y terminan siendo mucho más ricas. Ese olor que yo llamo eau de toilette, eau de potajé (Risas)... Cuando mi madre me dio la receta para que un restaurante de Madrid lo reprodujera ponía: paso uno, encender el anafe; paso dos, tomates, pimiento, cebolla to pa la olla... y había un momento que decía tómate un vinito o cuando cierres la olla échale un cante. Todo con cariño, que sea ceremonioso, por si se hace por hacer mejor te comes una pizza. Nosotros jugamos a eso, a cambiar el cupcake de Malasaña por lo de toda la vida. A disfrutar del proceso.
-En Utrera vemos siempre una búsqueda del artista por ser diferente, ¿diría que es ése su gran patrimonio?
-Seguramente. Hay mucho arte y mucha personalidad creadora en todos los estilos, en la moda flamenca, en el rock, en la pintura, en la música... y, por supuesto, en el flamenco. Ahí está Tomás de Perrate o jóvenes como la guitarrista y cantaora María Marín. Siento como que la raíz estuviera muy en la tierra y la cabeza muy en las nubes. Hay algo allí que me parece un imán. Aunque experimentemos y juguemos se respeta mucho la tierra.
- De todas las cosas que le han dicho -la Björk de Utrera, la Lady Gaga del flamenco, la Woody Allen de la canción-, ¿se identifica con alguna?
-Me hacen gracia todas porque son muy divertidas, pero me resulta muy complicado definir qué hago. Soy un poquito de muchas cosas, una creadora de historias, una contaora, a lo mejor; pero no confundas la “o” por la “a” que si no los haters gitanos me van a atacar fuerte.
-Decía en sus comienzos que Maui le permite “llevar al extremo lo que soy", ¿sigue siendo así o ahora es María Luisa la que empuja a Maui?
-Maui no se puede controlar, menos mal. María Luisa sigue siendo igual de saboría o peor, aunque por suerte no es capaz de frenar a Maui.
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