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"El patrimonio audiovisual es tan importante como el arquitectónico"

José Luis Cienfuegos. Director del Festival de Sevilla

El Festival inaugura el viernes una nueva edición en la que prestará atención, con ciclos como 'Voces Esenciales' o 'Hacia otra historia del cine europeo', al diálogo con el pasado

José Luis Cienfuegos, fotografiado ayer en el Espacio Santa Clara. / Juan Carlos Muñoz

El director del Festival de Sevilla José Luis Cienfuegos (Avilés, 1964) desea transmitir a los espectadores que pasen por la cita, que arranca este viernes, el "entusiasmo" que el comité de selección ha sentido ante muchas de las películas que se proyectarán hasta el día 12. En la Sección Oficial, que acoge los últimos trabajos de creadores como Frederick Wiseman, Lukas Dhont, João Pedro Rodrigues o Valeria Bruni-Tedeschi, pero también en otros apartados emblemáticos como Nuevas Olas y Revoluciones permanentes, el Festival trazará, anticipa Cienfuegos, un retrato "laberíntico" de Europa, un mosaico de miradas "sutiles" a la realidad política. Con el director, que cumple ya una década en el cargo, hablamos de los desafíos del presente y la importancia de cuidar el patrimonio audiovisual que han dejado los cineastas en el pasado, una línea a la que dedica una atención especial el Festival de Sevilla en 2022.

–En la edición anterior advirtieron un incremento del público joven, que se volcó con el festival. ¿Qué pálpito tienen con respecto a este año?

–Ya se apuntaba en las ediciones anteriores, pero ahora mismo el papel y la trascendencia que estamos jugando los festivales para la circulación de las películas, para el conocimiento por parte de los espectadores de qué es lo que se está haciendo en Europa, es importante. Es nuestra labor la de conectar a los autores, al público, la industria. Y creo que ese plus que ofrecemos los festivales, al menos los festivales como este, donde los cineastas vienen a defender las películas, se ha visto recompensado por la asistencia, y así ocurrió el año pasado con ese público joven ávido de nuevas experiencias, harto quizás de no entender nada de esa información desordenada que les llega, donde todo parece que tiene el mismo valor.

"Al festival viene un público joven ávido de experiencias, cansado de toda esa información sin ordenar que le llega"

–Y aquí, frente a esa desinformación, vienen los directores a explicar el cine que hacen...

–Sí. Y eso ha atraído a jóvenes inquietos, estudiantes de Cinematografía de toda España, a un público cinéfilo que quizás está saturado de las producciones que se ofrecen en determinada oferta audiovisual. Los festivales servimos para descubrir películas, por eso tiene un festival como el nuestro una programación tan amplia, porque entender qué es el cine europeo sólo con la sección oficial no tendría ningún sentido. Nosotros necesitamos que junto a la Sección Oficial esté Nuevas Olas, esté Revoluciones Permanentes. Sin ese cine europeo más creativo, más arriesgado, que dice cosas nuevas, que habla y dialoga con el auditorio, nos sentiríamos muy limitados. Pienso en una película como la que dirige Eugene Green, Le mur des morts, y que se verá en Revoluciones Permanentes. Una obra tan limpia, tan cristalina, que te cuenta tantas cosas con cuatro personajes, veinte planos, cincuenta minutos... Creo que un proyecto así resume el espíritu del festival, esos hallazgos y revelaciones que fomentamos.

–En esas secciones, además, es más posible que el espectador se meta en una película sin saber nada...

–Es que para eso sirve un festival. Yo invito a los espectadores a sumergirse en lo que es el día a día de un festival, vivir la experiencia, no apuntarse sólo a una sección. Por ejemplo, tenemos ¡Viva la resistencia analógica!, el apartado más experimental del festival, con proyecciones en 16 mm y que comisaría con grandísimo criterio Elena Duque, con una proyección internacional increíble. Pues estaría bien que el espectador supiese que está esa opción, que supiese por qué lo estamos programando. A su lado está un ciclo que para nosotros tiene un enorme peso, Hacia otra historia del cine europeo. La Filmoteca Española ha entrado con nosotros en este proyecto porque todos somos conscientes de que hay que mantenerse firmes en lo que es el conocimiento y la divulgación del cine europeo y su historia. Está el debate de cómo podemos conseguir espectadores para estas secciones, cómo conseguir que tengan visibilidad. Ese es nuestro trabajo, para eso tenemos a programadores en los festivales de cine y para eso existen las filmotecas.

José Luis Cienfuegos. / Juan Carlos Muñoz

–En Voces Esenciales, el ciclo de charlas con directores como Sokurov, Elena López Riera o Michel Ocelot, les han pedido a los invitados que traten también sus referentes, hablen de ese patrimonio que nos precede.

–Sí, queremos hacer una llamada de atención al ciudadano, para que comprenda que tan importante es el patrimonio arquitectónico o artístico como el audiovisual. No podemos rendirnos ni dejarnos llevar por las tendencias ni por lo que nos dicen los números. A los espectadores del festival de cine lo que le apetece, lógicamente, es ver la ganadora de la Palma de Oro en Cannes [El triángulo de la tristeza, de Ruben Östlund, que puede verse en la Selección EFA], pero nuestro trabajo como programadores es otro. Muchas de las películas que recuperamos en Hacia otra historia del cine europeo fueron silenciadas en su momento, no fueron comprendidas ni bien tratadas, y es bonito y necesario que se muestren ahora. Pero en esta labor tienen que entrar las administraciones, porque las filmotecas han sufrido recortes en los últimos años y para proyectos como este se necesita dinero.

–Sylvia Plath y Belén Esteban coinciden como personajes en una película, Sóc vertical però m’agradaria ser horitzontal. Quizás esa sea la prueba de que dan cabida al cine español más radical.

–Lo que ha hecho María Antón es impresionante:que una idea tan loca funcione, y que esté contada con sensibilidad y delicadeza, resulta asombroso. Analizando el programa del festival y las películas que se presentan aquí, la mayor parte de ellas inéditas, uno se da cuenta de que no pertenecen al ecosistema industrial como sí lo hacían algunas obras que presentamos otros años. Nos estimula poder dar voz a otro tipo de propuestas, proyectos que han tenido una larga gestación, como La mala familia de Nacho A. Villar y Luis Rojo, que se aleja radicalmente de los retratos de la juventud o del cine social que se ha hecho hasta ahora en España. Y que pongamos al lado una película rodada en unos hermosos 16 mm, 21 Paraíso, de Néstor Ruiz Medina, que habla de los límites de la representación de la sexualidad en la pantalla, de cómo exhibir la intimidad puede poner en peligro una relación. Inmotep, de Julián Genisson, otro de los largometrajes, se adscribe a una corriente interesante del último cine español, que te lleva a un mundo casi de género fantástico, casi distópico, pero sin alejarse de la realidad, como han hecho títulos como Sueñan los androides de Ion de Sosa o Espíritu sagrado de Chema García Ibarra.

"Es lógico que la gente quiera ver la última Palma de Oro, pero nuestra labor como programadores es otra"

–El alcalde anunció en Madrid la semana pasada la creación de Sevilla Cinema Lab, un laboratorio con el que será más fácil seguir un proyecto desde su gestación.

–Ahora mismo quien crea que los festivales de cine son durante unos días concretos, que se proyectan películas y pasean invitados por una alfombra está muy equivocado. Desde hace unos años los festivales de cine tenemos que estar vivos y al lado de los proyectos. Aquí en Sevilla hay una idea de festival, y esa idea va ligada al empeño de acompañar a los autores, como están haciendo los grandes festivales. Se ha presentado un plan al Ministerio de Cultura donde Sevilla ha sido calificada de manera sobresaliente, con una financiación muy importante por parte de los fondos Next Generation y el ICAA, con dos vías de ayuda, una de coproducción y otra de distribución y exhibición. No tiene sentido trabajar en un festival y decir adiós a determinados directores hasta tres años después que esos creadores vuelvan con una película. Las cosas ya no funcionan así.

–Hace unos años, en una entrevista a este periódico, decía que la programación del Festival reflejaba "una Europa en combustión". ¿Qué veremos ahora?

–En la sección Nuevas Olas No Ficción, por ejemplo, es interesante cómo los cineastas trabajan con materiales de archivo y a partir de ahí plantean una reescritura, que es casi una reparación de los acontecimientos vividos en la Europa del siglo XX. Así lo hace Sergei Loznitsa en The Kiev Trial y así lo hace Mark Cousins en The March on Rome, sobre el ascenso al poder de Mussolini, que utiliza también elementos de la ficción y a una actriz como Alba Rohrwacher, muy ligada al festival. Y es verdad que hemos encontrado también varias películas que proponen una reflexión sobre la maternidad hoy, que aparece en cintas como Los hijos de otros, Polaris, A Noiva... y que está en propuestas de ficción y no ficción. Otros largometrajes exploran cómo se difuminan hoy las identidades y cómo se vive la sexualidad, cómo se han derribado las barreras entre culturas. Entre todas las secciones se plantea un retrato laberíntico de Europa, y hay mucho cine político pero que lo es de una manera sutil, nada explícita. Hay muchas maneras de militar, y los cineastas que presentamos toman partido, pero la mayoría lo hacen de un modo sorprendente, que nos ha asombrado a nosotros incluso como programadores. La prueba sería la película Naçao valente, de Carlos Conceiçao, que a priori trata del colonialismo y acaba derivando al fantástico, a un relato de zombis prácticamente. Cada vez hay menos prejuicios a la hora de abordar el cine de género. Le confieso una cosa: a principios de año parecía que este 2022 no iba a arrancar, no nos emocionaba lo que veíamos, pero en los últimos tres meses muchas películas que visionamos nos llevaron hasta el entusiasmo, casi acabábamos de pie, aplaudiendo. Esperemos que en la selección que hemos hecho se transmita esa pasión.

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