"Hay cuestiones poéticas, pero también políticas, en el hecho de amar a alguien"
Juan Gallego Benot. Poeta
El sevillano publica 'Oración en el huerto' (Hiperión), un deslumbrante debut con el que su autor ganó el Premio de Poesía Joven Tino Barriuso y en el que celebra el amor como éxtasis
"No sé cuánto durará / tu rápido silencio, / o tu ágil dulzor desprevenido: / los recibo como un óleo, / o cinta o vino sacro, / lo alzo entre los vivos, / lo celebro". En Oración en el huerto, ganador del II Premio de Poesía Joven Tino Barriuso y publicado por Hiperión, Juan Gallego Benot (Sevilla, 1997) canta al amor como éxtasis y arrebato con versos bellísimos y de una madurez impropia de un primer libro. Porque la palabra puede volver presencia lo distante, el poeta invoca al amado y consigue él también –misterios del espíritu– que el verbo se haga carne. "Estarás siempre conmigo, lugar, nación ya mía, / conmigo y junto a Dios entre mis manos. / Cualquier otro dolor, distancia o grito, / dormido está en mi sien y en mi alma vive".
–Hace, en cierto modo, un camino opuesto a San Juan de la Cruz, que se sirvió del amado para llegar a Dios. Usted utiliza la mística para hablar del amor.
–No quería contrahacer la obra de San Juan de la Cruz, pero sí que es verdad que tenía interés en ver las evoluciones en sentido contrario. Cuando yo estudio la mística en la Universidad, se habla de cómo las imágenes de lo amado le sirven al poeta para llegar a Dios y para hablar de la religión. Siempre se ve al amado como una excusa. Y yo no quería irme exactamente a lo opuesto, sino intentar encontrar puntos en común, una conexión, llegar a esos edenes del amor que pueden existir y que la religión ha descrito muy bien. Hallar espacios de tranquilidad y sosiego allí.
–Titula el libro Oración en el huerto e incluso toma como cita esa petición de Jesucristo en la que le pide a Dios que aparte de Él ese cáliz. Pero usted describe el amor más como una celebración que como un sacrificio.
–Lo que me ha interesado siempre de ese pasaje es la total humanidad de Jesucristo cuando sabe que va a morir, la debilidad que siente entonces y su entrega pese a todo, una entrega que supone miedo, aceptar unos peligros. Y yo creo que el amor tiene que ver en cierto sentido con eso, en su parte positiva pero también en su lado más triste.
–"No tengo que entreverte, te conozco", dice la voz en un fragmento del libro, quizás porque el afecto sea una invención que no necesita pruebas. Más tarde alude a "la ficción de este amor que ya no existe".
–El libro no está ligado directamente a mi experiencia personal, pero sí sigue los pasos de una relación que fue durante mucho tiempo a distancia, y yo tuve que hallar la manera de nombrar y encontrar al otro en unos lugares que no eran necesariamente su presencia física. Por eso lo de "no tengo que entreverte, te conozco" y de ahí esa imaginería, con cierta verborrea, para recrear un espacio en el que encontrarnos.
–El otro día usted retuiteó una afirmación de la escritora Elizabeth Duval que decía: "Esta cuenta está en contra de la autoficción y de la literatura del yo". Oración en el huerto elude ese tono confesional de quien se inspira tan sólo en sí mismo.
–En el primer poema, Pluralidad del nombre, lo aviso, y se dice: "Aún puedes ser / cualquier otro en otros ríos". No quería reducir el amor y la experiencia íntima a una cuestión egoísta, como si eso me sirviera únicamente para escribir un poema. Me parece una manera muy injusta de vivir la vida, midiendo todo lo que tengo a mi alrededor por lo que yo pueda sacar de ahí. Pero ahí hay una tensión, inevitablemente. Una vez comenté que quería que el yo se difuminara, y la propia Elizabeth me corrigió y me dijo que eso era imposible, que un libro vale porque alguien lo ha escrito. Pero sí hay un intento de alejar los hechos vividos de la realidad del poema.
–En algún momento alude al bosque de Reading, y en esa Universidad usted estudió Literatura Inglesa y Relaciones Internacionales. Da la impresión de que esas lecturas, ese paisaje, han condicionado especialmente la mirada del libro.
–El libro se inserta sin duda en una tradición, en la forma en que han planteado la poesía amorosa autores como González Iglesias, Pablo García Baena o Francisco Brines, pero en las últimas fases de redacción ganaron peso los poetas de la naturaleza, los románticos ingleses, poetas contemporáneas inglesas como Alice Oswald, voces que hacen una descripción de la naturaleza no necesariamente bucólica que me ayudaban a entender lo que yo quería que pasara en el poema. También ocurrió que yo vengo de una ciudad como Sevilla, y Reading es una universidad que está en mitad de un bosque inmenso, con un lago, todo muy del Romanticismo inglés. Era mi primer contacto profundo con la naturaleza, porque hasta ahora sólo había ido a la sierra un fin de semana y poco más, y aquello influyó en el libro. No hay apenas referencias explícitas, pero yo sí puedo localizar los espacios de muchos poemas.
–"Tenemos veinte años", señala en un poema, "amamos / y así vivimos, a pocas letras". ¿Cree que con el tiempo verá Oración en el huerto como una obra de juventud, una propuesta desde la que avanzará hacia otros parámetros, o por el contrario intuye que ya estas páginas apuntan un estilo y unos intereses por los que va a seguir?
–Yo me veo muy joven [ríe]. Muy inexperto, con pocas cosas claras. Ahora releo poemas del libro y veo que no estoy ahí, lo confieso. No sé si es una evolución en positivo, pero sí noto que hago cosas diferentes. Durante la cuarentena me propuse no escribir, pero me resultó imposible. Por las circunstancias vitales, por lo que voy leyendo, lo nuevo se parece poco a Oración en el huerto. No sé si eso es mejor o peor. Acabo de publicar mi primer libro y no tenía claro cómo iba a ser esto, el poemario ha salido además en medio de una pandemia y no sé todavía qué vida va a tener. Digamos que en esto de la escritura estoy experimentando, probando. Así me siento.
–La realidad asoma en dos capítulos del libro, en los que trata temas como el agotamiento que provoca el trabajo o la cuestión de la paternidad.
–El amor íntimo no puede escapar de estar en un mundo, en el mundo. Por mucho que lo sitúes en un limbo, éste también tiene unas características políticas. Cuando uno ama a alguien, uno piensa en las cuestiones poéticas, pero también políticas, de ello. Yo trabajaba como impresor, hacía turnos muy largos y acababa muy cansado, y sentía el deseo de dejar un espacio para la evocación y para el amor dentro de eso. Yel tema de la paternidad conecta con algo que siempre me ha preocupado: qué se puede hacer con el amor gay. El amor heterosexual parece determinado a una cuestión de familia, a una forma tradicional, y el gay se ha librado en cierto sentido de todo eso. De pronto ha irrumpido el tema de la gestación subrogada, de la adopción, de cómo se puede formar una familia gay, y todo eso, que a mí me preocupa mucho en un sentido político y personal, aparecía en el libro. Los poemas de ese bloque se escribieron en diferentes momentos, pero me di cuenta de que conformaban una sección al juntarlos.
–Es amigo de Rosa Berbel y de Carlos Catena Cózar, que también publicaron dos primeros libros deslumbrantes, Las niñas siempre dicen la verdad y Los días hábiles. ¿Qué está sucediendo en la poesía joven andaluza?
–Esto se debe en parte a ciertas construcciones, a todos los premios de poesía joven o las escuelas de escritores, a las que yo no fui pero que están ahí. Existen estímulos para que los jóvenes escribamos poesía y accedamos a editoriales y premios. Hay que entenderlo desde ahí. Aunque, aparte, haya que aclarar que los poemarios de Carlos y Rosa son maravillosos.
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