Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Encarna Anillo I Cantaora
Sevilla/Con la seguridad de haber encontrado el lenguaje musical que la define, la plenitud de una recién estrenada maternidad y la ilusión de sentirse “en plena efervescencia creativa”, Encarna Anillo acaba de lanzar al mercado Nací canción, un disco donde funde sus raíces flamencas con canciones del folclor latinoamericano y “en el que me siento más yo que nunca”.
Así, arropada por artistas como Pitingo, Estrella Morente o Martirio y con la producción y composición del bailaor Juan Manuel Fernández ‘Farruquito’ -a quien acompaña desde hace años en sus espectáculos- y del guitarrista chileno Andrés Hernández ‘Pituquete’, esta gaditana tiende un hermoso puente donde conviven las dos culturas y donde narra sus vivencias y emociones más personales.
-‘Nací canción’ llega como un renacer, ¿cómo ha sido el proceso?
-La verdad es que este es mi disco porque me han pasado muchas cosas en mi vida y es aquí donde reflejo mi crecimiento como persona, como mujer y como artista. Además, me libero de muchas ataduras que tenía en mi inconsciente. Me siento muy realizada con este proyecto.
-Porque, ¿qué ha tenido que pasar para que salga la verdadera Encarna Anillo?
-Pues fue clave el pasar un problema de salud que me sirvió para cuestionarme muchas cosas. Por eso es un paso adelante, porque canto por fin lo que me apetece. Venía de una parte del flamenco muy tradicional donde me sentía cogida, como si un ala me volara y la otra me tirara. Ahora siento una liberación y tengo muchas ganas de seguir grabando cosas nuevas y colaborar con otros artistas.
-Además, viene arropada de colaboraciones de lujo...
-Fue Pitingo el primero que contactó conmigo y se interesó por lo que hacía. A partir de ahí llamé a los artistas que quería que estuvieran y todos mostraron su disposición de inmediato. Y luego Juan (Farruquito), con quien he crecido artísticamente, quiso sumarse también. Ha sido un proceso lento que hemos ido trabajando muy poco a poco y con mucha ilusión. Quería vivir la experiencia como hay que vivirla, sin presiones, disfrutando del ahora.
-¿Y qué papel juega aquí su marido‘Pituquete’?
-Todo. Yo estaba grabando cosas, pero no tenía la idea del disco y fue cuando tuve la enfermedad cuando me di cuenta que quería contar lo que tenía dentro, mis inseguridades, mis miedos, también a ser madre... Hasta ese momento seguía pensando en el qué dirán y no me había parado a escucharme a mí misma. Es raro pero a pesar de tener el apoyo de tantos compañeros, no confiaba en mí. Entonces, Pituquete compuso el single que le da nombre al álbum y le dio la coherencia que necesitaba. Él tiene la capacidad de crear por horas y una sensibilidad muy especial. Esta canción me llegó al alma.
-En este sentido, dice que cada canción cuenta una historia suya... ¿es autobiográfico?
-Totalmente. Aquí canto en portugués para acordarme de lasgiras por Brasil que tanto me han enseñado, hago un vals peruano con Estrella, rindo homenaje a los jóvenes artistas chilenos que son menos conocidos aquí y que conozco tan de cerca...
-De hecho en su caso, la relación del flamenco con el folclore latinoamericano surge de manera natural, ¿qué ha aprendido de esta música?
-Muchísimo. Siempre he sido muy inquieta culturalmente hablando y viviendo en Sevilla me juntaba más con extranjeros que con gente del flamenco. Cuando conocí a Pituquete íbamos a casa de una amiga pintora chilena donde coincidíamos muchos artistas y allí me di cuenta la riqueza que tiene esta música y me enamoré. Empecé a aprenderme las letras, a cantarlas en reuniones, y sentía que algo resonaba dentro de mí como cuando empecé a cantar flamenco. A partir de ahí él me animó a llevar eso a un escenario y hemos estado una década cantando flamenco y folclor en Latinoamérica, aunque en España seguía con el personaje de Encarna Anillo cantaora y no me había atrevido. Fue en mi anterior espectáculo, ‘Las puertas de Gades’, donde por primera vez lo mucha gente descubrió esa versatilidad.
-Usted ha llegado a decir que la silla de enea le tenía cogida por los tobillos, ¿le ha costado darle una patada?
-(Risas). Sí que cuesta. Sobre todo, porque hay personas que no entienden tu evolución e intentan llevarte de nuevo a la silla porque no consideran lo otro igual de respetable. Está claro que nunca voy a dejar de ser flamenca, pero esto me ha enriquecido mucho. Cuando cruzo el charco, después de cualquier canción que conocen, canto una malagueña de la Peñaranda. Es decir, trato siempre que se produzca un intercambio.
-¿Qué ha encontrado en esta música que no tenía en lo jondo?
-Hay muchos nexos en común entre ambas músicas pero es verdad que la música latinoamericana tiene una poesía que a mí me faltaba en el flamenco. El flamenco te atrapa más en la música y en la emoción que en los textos porque si te pones a analizarlos muchas veces son muy pobres. Por eso, conecté tanto con esas letras que le cantan a la tierra, a la esencia de la naturaleza, a la vida... Pienso que todas las músicas que son tradicionales llegan a un lugar muy distinto y te pegan el mismo pellizco. Para mí Atahualpa es como si Caracol te canta un fandango. Luego, he encontrado allí una comunión entre los músicos que aquí cada vez se ve menos. El quedar para compartir un mate y tocar juntos, sin más pretensiones. Eso llena muchísimo.
-Farruquito destaca de usted, además de su constancia, su capacidad para contar lo que cantas, ¿es importante el qué se dice?
-Es lo que digo, necesito conectar las letras conmigo. De hecho, si canto algo que no le encuentro sentido me aburro. Si a mí no me dice nada no puedo contarlo.
-Martirio, con quien canta ‘El corazón mirando al Sur’, le dijo que tenía que ser un icono gaditano ¿le gustaría verse así?
-No puedo decir que no sea profeta en mi tierra porque siempre me he sentido querida y respetada. Desde que volví hace cinco años me he sentido en mi casa. Es más, es estando en mi ciudad donde más libre me he sentido para volar. Lo único que echo en falta es que con la cantidad de artistas buenos que hay, el flamenco no tenga espacios como pasa en Sevilla o en Jerez.
-En ‘Mi alma ya no tiene edad’ canta que una artista tiene que ser un poco niña siempre, ¿qué mantiene?
-De pequeña siempre me imaginé en un escenario cantando canciones de todos los registros. Por eso estoy tan contenta de haber sido honesta y cumplir por fin ese sueño. A veces, te van llamando para trabajar, vas haciendo cosas y dejas pasar tu camino. Yo quería sentirme realizada y encontrar mi propio lenguaje.
-¿Dónde se ve ahora entonces?
-Pues lo que me gustaría es que pasara toda esta pandemia para llevar este disco al escenario aquí y en Latinoamérica. Estoy deseando.
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