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Buen retrato de Emily Brontë con innecesarios retoques

Emily | Crítica

Emma Mackey, en la piel de Emily Brontë. / D. S.

La ficha

*** 'Emily'. Drama, Reino Unido, 2022. 106 min. Dirección y guión: Frances O'Connor. Música: Abel Korzeniowski. Fotografía: Nanu Segal. Intérpretes: Emma Mackey, Adrian Dunbar, Oliver Jackson-Cohen, Gemma Jones, Fionn Whitehead, Alexandra Dowling, Amelia Gething, Sacha Parkinson, Philip Desmeules, Gerald Lepkowski.

La corta vida de Emily Brontë, como las igualmente cortas de sus cuatro hermanas y su hermano, parecen sacadas de su obra maestra, Cumbres borrascosas, hasta tal punto la novela está extraída de su vida azotada por el dolor, la muerte, la soledad y los vientos de los abruptamente hermosos y desolados páramos de Yorkshire.

Elizabeth y María Brontë murieron en 1825 con 10 y 11 años de edad, Patrick Branwell -él único varón- en 1848 con 31 años, Emily en 1848 con 30 años, Anne en 1849 con 29 años y Charlotte -la más longeva- en 1855 con 39 años. Las tres hermanas escritoras dejaron tras ellas obras eternas: Charlotte Jane Eyre, Anne Agnes Grey y Emily Cumbres borrascosas.

El cine se ha sentido tentado no solo por las obras sobre todo de Charlotte y Emily, sino por las breves, trágicas y muy románticas -en el sentido histórico y radical- de las tres hermanas, destacando Predilección. La vida de las hermanas Brontë de Curtis Bernhardt (1946) con Ida Lupino como Emily, Olivia de Havilland como Charlotte y Nancy Coleman como Anne, y Las hermanas Brontë de Téchiné (1979) con Isabelle Adjani como Emily, Marie-France Pisier como Charlotte e Isabelle Huppert como Anne. La primera es una interesante versión académica y melodramática intensificada por una extraordinaria partitura de Erich Wolfgang Korngold. La segunda es una aproximación profundamente emocional muy en la línea de las películas decimonónicas de Truffaut Las dos inglesas y el amor y Diario íntimo de Adèle H..

En su debut como directora la actriz Frances O’Connor ha tomado un camino intermedio entre el melodrama extremo y la visión modernizada de la protagonista, lo que le obliga a tomarse muchas libertades con la vida de la escritora. ¿La infidelidad al detalle biográfico se traduce en fidelidad al espíritu de Emily? Me temo que no. Las libertades que se toma O’Connor tienen más que ver con una transferencia de clichés actuales que hagan más comprensible y próxima a quien, por su inmenso talento, ya lo es sin que sea necesario inventarle a la severa Emily historias pasionales, fantasías gótico-fantasmales, adicciones o ruindades familiares. La conversión de su imbécil, mimado, alcoholizado y drogadicto hermano -un tipo egoísta y sin el talento de sus hermanas, para las que fue una carga, especialmente para Emily- en su inspiración liberadora retuerce en exceso la realidad, ya que Branwell representó lo contrario: el machismo del único y consentido varón entre hermanas a las que, pese a tener infinitamente más talento que él, se les dieron menos oportunidades.

Lo mejor de la película es la dramática fotografía de los áridos paisajes, la música del compositor polaco Abel Korzeniowski -no siempre bien utilizada por la tendencia al exceso en el que a veces la propia partitura incurre- y la intensa interpretación de Emma Mackey, popular gracias a la serie Sex Education. Lo más débil, esas invenciones innecesarias para dar más actualidad transgresora o atractivo dramático a una figura tan extraordinaria que no necesitaba estos retoques.

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