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Emilio Gutiérrez Caba: "La gloria es vana, como escribió santa Teresa, pero hoy además es peligrosa”
El intérprete protagoniza este miércoles en el Espacio Turina ‘Coplas del alma’, en el que recupera grandes poemas de las letras españolas junto al barítono Luis Santana y el pianista José Manuel Cuenca
“Los humanos somos incorregibles. Siempre la esperanza. Hasta el final. La fe lo impregna todo y ayuda a que cualquier dificultad sea vencida, no sin esfuerzo, claro”, escribía Emilio Gutiérrez Caba en unas recientes Memorias de cine editadas por Cátedra. El actor se refería en ese texto a un rodaje, el de El gran secreto, de Pedro Mario Herrero, que transcurría en un crudo invierno y se filmó precisamente un año en el que el cielo negó la nieve, para desesperación del equipo. Pero el veterano (Valladolid, 1942), ya fuese en el teatro con obras como Olvida los tambores de Ana Diosdado, El sí de las niñas en la versión de Miguel Narros o las más recientes La mujer de negro y Drácula, o en el cine con títulos como Nueve cartas a Berta, La caza o La colmena, ha insistido en la esperanza que brindan las ficciones y los clásicos. Hoy, a las 20:00 en el Espacio Turina, el intérprete protagoniza junto al barítono Luis Santana y el pianista José Manuel Cuenca el recital Coplas del alma, en el que revivirá con su sabiduría escénica la palabra de autores como San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Antonio Machado, Miguel Hernández o García Lorca. “Poesía que aborda los sentimientos comunes de todas las épocas, y que demuestra que con respecto a los sentimientos básicos no hemos cambiado mucho”, explica a este periódico. “El amor, el odio, la esperanza, el desamor continúan ahí siglo tras siglo. Los espectadores van a oír unos poemas espléndidos y unas canciones maravillosas. Las Coplas del alma significan mucho para los que hacemos este espectáculo. Lo recordaremos como algo fantástico en nuestras vidas”.
Pregunta.–Santa Teresa decía que la gloria del mundo es gloria vana. ¿Opina lo mismo Emilio Gutiérrez Caba?
Respuesta.–Ah, bueno, ahora se podrían aplicar muchos epítetos. Sí, es vana y además de eso es peligrosa. Antes estaba circunscrita a territorios muy limitados, pero hoy puede tener fama todo el mundo, también gente que no ha hecho méritos para ello, y no sé hacia dónde nos puede llevar eso. Se disfruta mucho recitando a Santa Teresa: era una gran escritora, más allá de sus creencias religiosas tenía un programa estético increíble.
P.–En un vídeo que circula por internet, usted y el barítono Luis Santana afrontan Las moscas de Antonio Machado en un tono juguetón. La poesía no tiene que interpretarse de manera grave...
R.–No, en absoluto. En Las moscas yo recito primero, diciendo aquello de vosotras, las familiares, inevitables golosas, y luego Luis Santana canta. Ese fragmento se sitúa casi al final del recital. Antes cantaba yo también, pero llegó un momento en el que la voz empezó a fallarme.
P.–El baile, por el contrario, nunca se le dio bien, según ha contado. Las dificultades que usted y otros compañeros tuvieron con una coreografía complicaron el rodaje de Tengo 17 años, pero Rocío Dúrcal les enseñó “que en este oficio la generosidad es fundamental”.
R.–Sí, yo creo que la generosidad es muy necesaria, que hay que ayudar a los otros para que el proyecto salga adelante. Rocío se preocupaba de que todos estuviéramos cómodos en un rodaje, era muy buena compañera. Esa anécdota la cuento en Memorias de cine, y en ese libro soslayo algún aspecto desagradable de figuras con las que he coincidido, actrices y actores. Claro que ha habido momentos duros en la profesión de intérprete, más en el teatro que en el cine, porque el teatro es una convivencia muy diaria, pero me interesaba más hablar de situaciones que se dieron en todos estos proyectos que ir señalando a personas concretas.
P.–En otro libro, El tiempo heredado, en el que rendía un homenaje a la saga de actrices a la que pertenece, describía los nervios antes de empezar una función, la duda de si volvería a equivocarse en la misma frase, la pregunta de “¿Qué hago yo aquí?”.
R.–Esa cuestión me la sigo planteando todos los días, cuando me pregunto qué hago yo vivo, qué papel represento en este gran teatro del mundo. Esa reflexión la tenemos los actores antes de salir a escena. Por muy veterano que seas, siempre te surge esa duda, la de qué hacemos aquí, pero en la vida en general, no la limitaría al escenario: esa pregunta de qué estás aportando a la sociedad quizás no aparezca todos los días, pero sí lo hace con frecuencia.
P.–Usted ganó dos Goyas consecutivos, le extrañó que la prensa apenas reflejara esta proeza y lamentó no ser más “mediático”. También opina que Mario Camus, al que define como “tímido”, no se recuerde hoy con la fuerza con la que se debería. En el cine, en el teatro, ¿hay que cultivar las relaciones públicas para ser tenido en cuenta?
R.–Mario se retiró a Cantabria los últimos años de su vida, y esa decisión lo apartó, digamos, de los círculos de poder, de las conversaciones que se producían en Madrid, y eso seguramente redundó en su obra. Tampoco se le adscribió a ninguna de las escuelas de cine de la época, e igual eso influyó. Los que colaboramos con él [Gutiérez Caba lo hizo en La Colmena, a la que un jurado presidido por Jeanne Moreau le concedió el Oso de Oro en Berlín] sí que lo tenemos en el sitio que merece. Era un director excelente, además de sus películas más conocidas tiene otras espléndidas como Young Sánchez, y seguro que su obra se volverá a revisar, seguro que su recuerdo reverdece, porque las cosas buenas no caen en saco roto... Y con respecto a mí, diría que en su momento sí fui mediático, en cierto modo, pero conseguir ese estatus hoy no me interesa, el panorama ha cambiado mucho: tienes que controlar las redes sociales y otros recursos que yo podría tener a mano, pero que por mi edad no manejo con vigor ni con brío.
P.–En sus Memorias de cine aparecen maestros y colegas como José Bódalo, María Asquerino, Saza... ¿Han tenido reemplazo?
R.–Ellos vivieron otra época. Esos profesionales ocupaban entonces un lugar que hoy a lo mejor no ocuparían, porque a esta época le interesan otras cosas. Los seres humanos somos así: cambian nuestras prioridades, cambia nuestra forma de ver la vida. Quizás deberíamos asumirlo y no otorgarle demasiada importancia, aunque dé pena.
P.–Como presidente de Aisge, usted presentó el pasado año un Estudio sociolaboral sobre el colectivo de actores, actrices, bailarines y bailarinas en España cuyas conclusiones no eran precisamente alentadoras.
R.–Es muy duro, y es una realidad que afecta también a otros países, puedes encontrar esa tendencia en EEUU, en Francia, en Alemania. [Ese informe revelaba, entre otros datos, que el 77% de los artistas españoles ingresaban al año menos de 12.000 euros]. Se debe al desinterés por la cultura en general, y creo que pagaremos muy caro ese desinterés dentro de unos años.
P.–¿Cómo recobramos la esperanza?
R.–No lo sé. No tengo ninguna fórmula mágica.
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