Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Emperatriz
Elvira Mínguez. Actriz
-La sombra de la tierra es una historia de mujeres que han transformado el dolor y el odio casi en el sentido de su vida.
-Sin el casi… Son dos mujeres terribles (Garibalda y Atilana) que luchan por el poder. Una por mantenerlo y otra por conquistarlo, y con tal de lograrlo son capaces de llevarse a cualquiera por delante. Son dos mujeres ambiciosas, manipuladoras, profundamente egoístas, que odian absolutamente a todo y todos. La novela también aborda las consecuencias que tienen los hechos del pasado, y que normalmente suelen afectar a los hijos.
-Hablando de los hijos, reciben ese odio como una herencia, que mantienen...
-Eso era muy importante para mí, ya que cuando conviertes el odio en el pilar fundamental de tu vida, ¿qué sucede cuando ya no existe aquello que tanto odias, cómo se sigue sustentando esa vida entregada al odio? Eso me parecía la gran reflexión de la novela, más allá de los abusos y del dolor que aparecen en la trama.
-Hay una reflexión sobre el peso de las familias, y sobre esos silencios que permanecen a lo largo del tiempo.
-Y de ahí viene la frase del principio de la novela, que señala que serán siempre los hijos los encargados de rescatar a las familias de esos silencios que las han marcado. Es una historia repleta de silencios sabidos y conocidos por todos, pero no hablados. En Valladolid empleamos una expresión que me gusta mucho, que está incluida en la novela, y que utilizan cuando se quieren referir a un hecho concreto sin nombrarlo directamente, y dicen: se conoce que…
-¿Por que decidió que las protagonistas principales de su novela fueran mujeres?
-Muy sencillo, porque después de tantos años en la interpretación, he escrito los personajes que me habría gustado dar vida. Tengo la sensación de que los personajes femeninos siguen estando incompletos, como que de alguna manera las mujeres todavía, aunque se han conseguido muchas cosas, no estamos legitimadas para ser malas. Y en eso hay que poner el acento, porque las mujeres también lo somos, cualquiera de las que están a mi alrededor. Las mujeres somos seres humanos completos, con todos nuestros defectos y virtudes. He llevado a mis mujeres a esos espacios que parecen reservados para los personajes masculinos y que nunca se cuestionan.
-Mujeres en busca del poder, en una especie de western en el gélido páramo de la llanura castellana.
-Me encanta escuchar eso, porque para mí La sombra de la tierra es un western. De hecho está concebida con sus características fundamentales. El paisaje, como un personaje más. Un paisaje fronterizo, con una naturaleza bestia que somete a sus habitantes. Las leyes que vienen impuestas y que no están escritas, que proceden del honor y de la tradición. Y por otro lado la usurpación de los territorios. Para mí el spaghetti western de Sergio Leone ha sido una referencia ineludible a la hora de construir esta novela, y especialmente su película El bueno, el feo y el malo, que me apasiona. Y luego tengo otra referencia clara que es la literatura norteamericana de los años 20 y 30, autores como Faulkner o Steinbeck.
-La importancia de los diálogos en La sombra de la tierra, donde hay aspereza, tensión, casi permanentemente.
-Siempre he pensado, porque era realmente así, que antes se hablaba cuando se tenía que hablar y se decía lo que se tenía que decir. Ahora hablamos demasiado y decimos muy poco. Mis personajes dicen lo que tienen que decir, y cuando tienen que hacerlo, y de una forma muy contundente, además. Desde que recuerdo me han llamando la atención los lenguajes específicos, sobre toros, deportes o economía, y por eso los diálogos están muy trabajados, llegando a permitirme que en determinados momentos tengan algo de poesía.
-¿Cómo surgió esta novela, cuál fue el chispazo?
-Cuando yo estoy en un taller de escritura, de Clara Obligado, ya hace unos años, mi intención no es otra que la de aprender a leer. Aunque llevaba muchos años leyendo guiones, diálogos, quería aprender para disfrutar de la lectura. Pero, claro, en un taller de escritura no te queda más remedio que escribir. Así es como en 2006, creo recordar, escribí cuatro monólogos, de cuatro personajes que estaban muertos. En el taller me animaron a que siguiera escribiendo, que es algo que hecho siempre, sobre todo de los personajes que me ha tocado interpretar. Poco a poco fui retomando esos monólogos, y durante la pandemia ya me decidí a escribir esta novela.
-Emplea diferentes voces narrativas… Una de ellas la primera persona del plural. ¿Cuál es el objetivo?
-Mi objetivo no es otro que el de implicar al lector. A lo largo de mi vida, y por necesidades de mi profesión, aparte de haber leído muchas novelas, he leído muchísimos guiones. Por tanto, mi cabeza es visual, y a la hora de narrar, pensar o imaginarme las secuencias, yo podía ver todo. A esto hay que añadir que la historia que estoy contando no es habitual, y posiblemente no es ni real, porque en ese tiempo no existían mujeres que tuvieran ese poder. Habría familias enfrentadas por el poder, seguro, pero dos mujeres específicamente, no, en un lugar donde los hombres cumplen con otra función. Esa alternancia de voces me ofrece una carga de veracidad, ya que consigo implicar al lector, lo introduzco en la trama, siendo partícipe de lo que está leyendo.
-¿Cómo ha sido el salto desde la interpretación a la narrativa? ¿Ha encontrado espacios comunes o por el contrario son muy diferentes?
-Ha sido un salto muy natural porque llevo toda mi vida escribiendo. Y además creo que nada te ofrece la libertad que te ofrece la literatura. En la interpretación, nos convertimos en otras personas, que nos vienen dadas en un guion, que es algo que sucede tras una serie de pasos. Y es verdad que tenemos una cierta libertad para construir los personajes, pero la literatura es que te da una libertad total.
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