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Elizabeth Taylor: las cintas perdidas | En HBO Max
*** 'Elizabeth Taylor: las cintas perdidas'. Documental, EEUU, 2024, 100 min. Dirección y guion: Nanette Burstein. Fotografía: Darren Lew. Música: Logan Nelson.
No es la primera vez que el documental regresa a la vida de una gran estrella del Hollywood clásico a partir de la recuperación de algún material sonoro inédito. Lo hacía aquel Listen to me Marlon (Brando) de Stevan Riley y lo vuelve a hacer este Elizabeth Taylor: las cintas perdidas de HBO a partir de una serie de entrevistas realizadas desde 1964 por el periodista Richard Meryman, que consiguió acceder a la intimidad de la estrella en encuentros donde primó un ambiente distendido y sincero que precisamente propicia el tono y el material preciosos sobre los que se construye este trabajo.
Y es que, a excepción de lo relativo a sus hijos, de los que se niega a hablar, Taylor se muestra aquí sorprendentemente franca y elocuente, también bastante autoconsciente y lejos de la autocomplacencia, a la hora de hablar de y analizar su propia carrera de estrella juvenil fabricada por los estudios (MGM), su crecimiento forzoso en paralelo a la ficción (su primer beso fue en una película), su pronto desengaño con la dinámica de imposición de papeles por contrato, su relación con la fama o, cómo no, su asendereada y apasionada vida sentimental que la llevó a casarse hasta siete veces, dos de ellas con Richard Burton, siempre sometida al escándalo y al escarnio público de una prensa voraz que experimentó con su vida como primer gran escalón de su paulatina degradación sensacionalista.
Nanette Burstein ensambla ejemplarmente el material sonoro, que incluye también declaraciones de amigos cercanos como Roddy McDowall, con un extraordinario archivo documental (noticiarios, reportajes promocionales, películas caseras…), pero también hace dialogar a sus personajes de ficción con sus declaraciones, revelándose así, como veíamos no hace mucho en otro documental sobre su amigo Rock Hudson, ese interesante trasvase entre lo real y lo imaginario, “entre la carne y el celofán”, que puede llegar a construir un relato complejo y creíble a la hora de abordar el retrato de una estrella de la era clásica.
Porque Taylor asume su condición estelar a pesar de sus intentos, logrados en puntuales ocasiones (Un lugar en el sol, Gigante, La gata sobre el tejado de zinc, De repente, el último verano, Cleopatra, ¿Quién teme de Virginia Woolf?), por reivindicarse como una actriz dramática, y de querer escapar de las portadas que la condenaron como mujer libertina, impulsiva y promiscua cuando tal vez lo que realmente fue es una mujer libre en una gran jaula dorada.
Contado el relato desde la coherencia, la franqueza y la lucidez de sus propias palabras, el epílogo empeñado en resumir los últimos años de su trayectoria, su compromiso con la lucha contra el SIDA o los nuevos derroteros matrimoniales, se nos antoja postizo y prescindible.
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