Elena Mendoza y el lirismo de los objetos cotidianos
Música
La sevillana presenta en su ciudad ‘Stilleben mit Orchester’, dentro del programa de la ROSS ‘Danzas de otoño’
La compositora sevillana Elena Mendoza, catedrática de la Universidad de las Artes (Universität der Künste) de Berlín, regresa por unos días a su tierra con Stilleben mit Orchester, una pieza en la que la creadora reconocida con el Premio Nacional de Música indaga en la sonoridad de los objetos domésticos y que forma parte del programa Danzas de Otoño que interpreta la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) este jueves y viernes a las 20:00. El tercer concierto del Ciclo Gran Sinfónico se completa con el Concierto para piano y orquesta de Schumann y las Danzas Sinfónicas de Rachmáninov.
Mendoza (Sevilla, 1973), que a lo largo de su carrera ha indagado en la búsqueda de una expresividad nueva con un marcado componente teatral en sus obras, traslada a la partitura "esa idea pictórica de la naturaleza muerta, de objetos inertes que cobran vida estética". Para ello, utiliza "esos objetos banales como las latas y las ensaladeras del bazar de la esquina, las copas y las botellas, que sublimo mediante la instrumentalización", explica la compositora. "Igual que hay naturalezas muertas con violín o muchos cuadros con instrumentos, aquí hay una naturaleza muerta con orquesta, un título que tiene un poco de humor".
Pero Mendoza se resistió a llamar su creación Naturaleza muerta y optó por la expresión con que se bautizan a los bodegones en alemán, Stilleben, que se traduciría como "vida quieta, vida callada. Estábamos en la pandemia, y eso de muerta era una palabra terrible. Las otras opciones me parecían más adecuadas".
Stilleben mit Orchester culmina la investigación de Mendoza con objetos, analiza la sevillana, que ahonda ahora en la lírica que desprenden las ciudades. "Estoy terminando una obra para la Orquesta de Valencia, en la que en vez de meter los objetos cotidianos de la casa, lo doméstico, recojo los sonidos urbanos. Eso sólo lo puedo hacer con grabaciones, porque no puedo meter un coche ni una bandada de pájaros en una sala de conciertos".
Al maestro Antonio Méndez, que dirige el programa, le emociona un detalle que señala Mendoza: que son los objetos "más baratos, más modestos, los que más suenan, los que guardas en ese cajón que abres y en el que no sabes muy bien lo que tienes", celebra el mallorquín. Para el director es un acierto programar Stilleben mit Orchester "al principio, porque va a enfrentar al público a sonidos que no tienen claro de dónde llegan. Los tres primeros compases son un shock de ver a la orquesta de un modo a la que no estamos acostumbrados. Acústicamente arranca además con un estruendo que se apaga, y lo que sigue son sonidos que no son habituales en un concierto".
A Mendoza le motiva "sacar de la zona de confort" a los músicos, también al público. "Me interesa provocar una especie de colisión en un espacio tan sacralizado como es el de la orquesta. Todo concierto sinfónico tiene un ritual muy claro, y al meter un elemento doméstico que no corresponde invita al público a escuchar de otro modo", argumenta la autora, que estrenó su pieza el pasado año con la Orquesta Nacional de España "y se entendió muy bien, llegó a los espectadores".
La presencia de Mendoza forma parte de la invitación de la ROSS a cuatro compositoras andaluzas, una lista que completan Lula Romero, Inmaculada Almendral y Nuria Núñez Hierro y que reinterpretan las cuatro estaciones con sus obras. "La Sinfónica ha asociado Stilleben mit Orchester al otoño porque las naturalezas muertas, con los faisanes, las uvas, los frutos de la cosecha, pueden recordar a esa estación. Cualquier interpretación es legítima, en todo caso, porque tú terminas la obra y la lanzas al mundo, y cada uno la recibe de manera distinta", defiende Mendoza, que cuando obtuvo el Premio Nacional de Música en 2010 fue la primera compositora española en recibirlo. "Las cosas están cambiando de verdad, porque ahora hay muchas más autoras que componen, y este ciclo de la Sinfónica es la prueba", opina. "Cuando empecé a estudiar en Düsseldorf, en 1996, ese año entramos dos chicas y fuimos las dos primeras mujeres de la Historia en matricularse. Venimos de ahí. Aunque ahora hay una suerte de furor por potenciar la creación femenina que es como irse al otro lado de la balanza, aún estamos esperando que se equilibre. Lo idóneo sería que te programaran por la calidad de tu obra, porque a veces te llaman y te lo dicen a la cara: Es que estamos buscando una mujer... Es necesario que reclamemos nuestro sitio, pero estoy deseando que llegue el momento en que lo importante sea la música".
Mendoza, que recientemente coordinó una residencia en el Palau de la Música de Valencia con músicos jóvenes, cree que las nuevas generaciones "ya no están estancadas en ese debate entre el serialismo o la reacción al serialismo que había cuando yo estudiaba. Ellos tienen otros referentes, y son menos dogmáticos: igual se inspiran en músicas de otros países y otras tradiciones como en el pop, y trabajan mucho con audiovisuales, con teatro... Es un momento de explosión muy interesante".
Méndez dirigió en marzo en el Liceu uno de esos espectáculos sin miedo a las mezclas, 7 Deaths of Maria Callas, un proyecto liderado por la veterana Marina Abramovic y en el que convivían "la música del serbio Marko Nikodijevic con las arias más conocidas que cantó Callas, interpretadas por varias sopranos, y vídeos en los que participaban Abramovic y Willem Dafoe", recuerda el director.
De Danzas de otoño, que cuenta también con el pianista canadiense Jaeden Izik-Dzurko, ganador del concurso de piano de Santander y premio María Canals, Méndez destaca el diálogo "entre el primer y el último romántico, Schumann y Rachmáninov", también que Danzas sinfónicas fuera la única obra que Rachmáninov escribió en EE UU, y en la que se aprecia "la añoranza del músico por su tierra, que llevaba casi 30 años sin pisar". Stilleben mit Orchester, confiesa Mendoza, se compuso también en unas semanas impregnadas de nostalgia. "Siempre había llevado bien lo de vivir fuera, pero con el confinamiento pensaba con terror en mis padres, en que no podría verlos si les pasaba algo. Ahí sentí la importancia de las raíces".
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