La ventana
Luis Carlos Peris
Realidad tras unos sueños infundados
Charles C. Mann | Historiador y periodista
Barcelona/El periodista y escritor Charles C. Mann cambia la concepción de la América precolombina en su libro 1491, en el que sostiene que "incluso en Norteamérica hay muchos rastros de la cultura indígena, que ha desempeñado un papel importante en la formación de la cultura estadounidense".
En una entrevista con EFE, Mann atribuye fundamentalmente la derrota de los indígenas frente a los conquistadores a las enfermedades que involuntariamente llevaron los españoles.
En su opinión, la enfermedad, en este caso la viruela, fue "el factor decisivo en la victoria y la devastación y fue la razón por la que los aliados indígenas de España, que constituían la gran mayoría del ejército, estaban dispuestos a lanzarse al ataque".
Algo parecido ocurrió con Pizarro, que se encontró a un imperio Inca en el que "la misma epidemia del norte viajó por Centroamérica hasta los Andes, causando estragos en la corte incaica, lo que desencadenó una batalla de sucesión que condujo a una guerra civil" y, en ese contexto, "Pizarro pudo aliarse con el bando perdedor y marchar sobre la capital Cuzco con un ejército mucho más numeroso".
Dado que muchas sociedades nativas americanas no dejaron registros escritos, y muchas de las que sí los tenían vieron destruidas sus bibliotecas, la principal disciplina para conocer la historia anterior a 1492 ha sido, recuerda Mann, la arqueología.
En los últimos treinta o cuarenta años, el desarrollo de nuevas técnicas de la ecología, la botánica, la geofísica o la genética han dado lugar de la mano de la arqueología a un flujo constante de sorprendentes revelaciones sobre los primeros 15-20.000 años de la historia de América, empezando por el descubrimiento de que los pueblos han estado en América durante tantos o más años.
Los historiadores, anota el autor, han empezado a aportar más datos, especialmente con lo que a veces se llama la "nueva historia de la conquista", y resulta que "las sociedades indígenas, especialmente las mesoamericanas, han producido muchos más relatos de su propia historia, incluida la conquista posterior a 1492, de lo que se creía".
Cuando estos nuevos conocimientos se combinan con los descubrimientos de los arqueólogos, el resultado es "una imagen totalmente nueva del hemisferio occidental".
El legado de la cultura indígena difiere de unos a otros territorios y es evidente que "hay mucha más cultura indígena y mucho más identificable en lugares como Mesoamérica, donde millones de mayas aún hablan su lengua y viven en sus pueblos de origen, que en otros lugares como las llanuras del norte, donde la gente fue masacrada y trasladada al por mayor".
Apunta Mann que "la conquista española no fue ni mucho menos totalmente española", ya que el imperio azteca, "un nombre adoptado en el siglo XIX", era en realidad fruto de una alianza de tres ciudades-estado, lo que los arqueólogos denominan la Triple Alianza, que "estaba dominada por los mexicas, en su gran ciudad de Tenochtitlan, con sus dos socios menores, Texcoco y Tlacopan".
A su llegada al territorio, "Hernán Cortés consiguió aliarse con los enemigos de la Triple Alianza, especialmente con el estado de Tlaxcallan, y con uno de sus miembros rebeldes, Texcoco, contra los mexicas, algo que consiguió al modo tradicional, casando a sus lugartenientes con la nobleza indígena de esos nuevos aliados".
Fue así, añade Mann, como Cortés marchó con un ejército de decenas de miles de personas dirigido por él y por los nuevos parientes de sus lugartenientes: "Cuando la alianza triunfó sobre los mexicas tras una sangrienta batalla, los aliados de los españoles también triunfaron, ganando tierras, riquezas y nuevos poderes".
De hecho, después de la conquista, esos aliados siguieron expandiendo sus reinos mediante la colonización hacia el norte y el sur, estableciendo decenas de comunidades satélites, "una conquista dentro de la conquista", como la han llamado los historiadores, apunta el escritor.
En 1491 (Capitán Swing), Mann aporta una visión novedosa sobre el paisaje de las Américas antes de Colón: "Suele describirse como una zona mayoritariamente salvaje, sin intervención humana, pero, de hecho, los pueblos nativos alteraron drásticamente su entorno, al igual que los pueblos de Europa, Asia y África".
Cuando los ecologistas describen la cuenca del Amazonas, por ejemplo, como una zona salvaje, suelen hacerlo como un cumplido, pero en realidad, subraya Mann, "los pueblos indígenas han vivido allí durante milenios, y lo han cambiado tanto que grandes partes de la selva amazónica deberían considerarse construidas, no 'naturales'".
Sobre la "moda" de derribar estatuas de conquistadores españoles o británicos, Mann indica que esto ha sido "una tradición tan antigua como la colocación de estatuas, y ya los romanos se referían a ella como 'damnatio memoriae'".
A los líderes políticos y militares condenados por el Senado se les derribaban sus estatuas, se destruían los registros de sus vidas y hechos, e incluso se prohibía a poetas e historiadores referirse a ellos. "Emperadores romanos como Nerón, Domiciano, Galieno, Aureliano y Probo recibieron este trato, aunque no parece haber impedido que se hablara de ellos", repone Mann restando importancia a esta tendencia.
En su próximo libro, Mann volverá a rastrear ese pasado, en este caso en el Oeste norteamericano, un tema que desechó como último capítulo para 1491 por su extensión.
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