Sentencia canina

No hace falta llegar tan lejos como Fernando Tejero en su poco probable afirmación de que “los animales tienen más sentimientos que las personas”. Tampoco tener perro o rebajar tanto la sensatez para entender que en la empatía con el animal reside también la esencia de ciertos valores de lo humano.

Cierto cine lo tiene claro más allá de lassies, bambis o hachikos. Claro y con sentido del humor, tal y como hace la actriz franco-suiza Laetitia Dosch (la recordamos especialmente en Bienvenida a Montparnasse) en su primer filme como directora en el que, desafiando los consejos del maestro Hitch, se atreve a confiar un papel junto a su excéntrica abogada de causas perdidas a un can llamado Cosmos que, tras morder a una mujer, es llevado directamente a juicio con el consecuente riesgo de una sentencia que lo condene a la inyección letal.

Dosch toma el foco de la defensa canina y las riendas de su fábula en el tono justo de la caricatura, sin miedo a los excesos (ahí están François Damiens como entrañable dueño bizco del sabueso o Jean-Pascal Zadi como adiestrador), y confiando siempre en un espectador sagaz que le permita llevarlo de lo delirante a lo filosófico-político entre algunas situaciones cómicas memorables.

El juicio del perro se convierte así en un divertido espejo de realidades sociológicas e hipocresías de este tiempo de polarización, deriva woke, rechazo al extranjero o feminismo radical, fenómenos expuestos aquí a una compartida mirada satírica que echa por tierra cualquier intento de pensar únicamente el filme como un alegato animalista, cuando también trata, entre otras cosas, del despertar del deseo sexual femenino o el auge del populismo alentado por los medios de comunicación.