Nobleza de la mirada, recompensa del tiempo

Apenas una semana después de su estreno limitado en salas, ya está disponible en Filmin este hermoso documental de la salvadoreña Tatiana Huezo, que sigue así, tras el paréntesis de la ficción Noche de fuego, construyendo su particular mirada poética hacia los márgenes visibles de su país de adopción (México) lejos de su imagen más tópica o cinematográfica.

El eco es también el nombre de un lugar apartado en una zona rural del estado de Puebla donde varias familias trabajan la tierra, cosechan y pastorean como un inconsciente gesto de resistencia ante el empuje de la vida moderna. Gentes que se manchan de barro y se mojan bajo las tormentas, niños que acuden a la escuela como refugio donde labrarse un porvenir, adolescentes que sueñan lejos o ancianas que viven sus últimos días con la misma dignidad con que asentaron un hogar para los suyos.

Huezo los observa con nobleza y empatía, la que destilan sus actos y rutinas cotidianas, tejiendo con ellos un relato coral en el que afloran los personajes y las pequeñas historias, el ritmo de los días y el ciclo de las estaciones, también los roces familiares, los atavismos patriarcales, las confesiones, el despertar adulto o el deseo de escapar. Pero también incorporando una mirada que sabe buscar en los rincones, entre las conversaciones, los sonidos y las canciones esa potencia creativa que trasciende el mero documento etnográfico para acercarlo a un canto lírico a la comunidad, a sus trabajos y fantasías, a sus alegrías y temores, a su cansancio y sus duelos.

Bajo su superficie antropológica, observacional y humanista, El eco es también un filme político atravesado por la historia mexicana, la historia de los olvidados y los marginados (de la revolución) que recobran aquí su voz, su rostro, sus manos y su dignidad para compartirla con quienes quieran mirar y escuchar.