Salir al cine
Artistas bajo la carpa: perplejos
Salir al cine
Un payaso viejo, triste y solitario recorre los espacios abandonados de lo que un día fue La Ciudad de los Muchachos en la finca de Benposta, a las afueras de Orense. Es la imagen simbólica que utiliza Elías León Siminiani para suturar y guiar las casi cinco horas de su extraordinaria serie documental sobre aquel gran proyecto de escuela circense para jóvenes creado por el cura Jesús Silva en 1956, un proyecto que recorrió buena parte del territorio español y giró luego por Europa, Latinoamérica, Estados Unidos, Taiwán, Japón e incluso Australia en su esplendor de popularidad en los años sesenta y setenta y que llegó a fundar también nuevas sedes en Venezuela o Colombia.
Ese payaso es el testigo mudo y perplejo del ocaso de una utopía alumbrada por un cura de paisano en plena España franquista, un jesuita heterodoxo, visionario y ambicioso que se adelantó al marketing del showbusinnes sobre la base de un ideario cristiano muy alejado del nacional-catolicismo imperante en aquellos días, comprometido con las causas más nobles y solidarias y los métodos más colaborativos y democráticos que convertirían a los jóvenes sin medios, inmigrantes y con aspiraciones artísticas en protagonistas de una institución autogestionada cuyos últimos coletazos, ya de manera decadente e incluso trágica, llegaron hasta 2004, cuando se disolvió tras varios litigios políticos con la Xunta de Manuel Fraga Iribarne y rebeliones internas que sacaron a la luz las irregularidades, las malas prácticas, los ocasionales abusos o los conflictos tapados a lo largo de casi cinco décadas.
Crónica minuciosa de la construcción, el ascenso, el éxito mundial, las sucesivas crisis, el ocaso y la clausura definitiva de El circo de los muchachos, la serie para Amazon Prime Video vuelve a poner de manifiesto el talento narrador de León y su equipo después de otras incursiones previas en el género del true crime como El caso Asumpta: Operación Nenúfar, El caso Alcàsser o 800 metros. Un talento siempre al servicio documental de la historia, sus versiones y sus vectores de tiempo, de sus personajes en el pasado y en el presente y con una expresa vocación didáctica que asume el formato como territorio experimental para explicitar sus propios mecanismos de enunciación y sacar brillo a sus materiales.
Los de El circo de los muchachos son realmente apabullantes y generosos, procedentes de los archivos de la propia institución, de los numerosos noticiarios, documentales o reportajes de prensa nacionales e internacionales que se conservan sobre ella y las giras del circo, de un filme nunca terminado rodado en distintas localizaciones de Latinoamérica, de aquella pionera televisión local nacida en Benposta en los años 90 o de las numerosas entrevistas y testimonios con muchos de los protagonistas de aquella aventura: acróbatas, payasos, jinetes, profesores, administradores o managers que pasaron en algún momento por allí y que León consigue reunir, sin caer nunca en la tentación de juzgarlos, para una suerte de gran terapia colectiva sobre el legado y las huellas que dejó en ellos aquella experiencia colectiva.
Les ahorraré los pormenores de la cronología, las jugosísimas anécdotas de las giras (que incluyen encuentros con Franco, el Rey Juan Carlos I o Dalí y desencuentros con los militares argentinos), los vaivenes del circo y su escuela porque la serie ya lo hace de manera profusa. Si acaso conviene insistir en cómo el retrato de su gran protagonista, el cura Silva, emerge y se desarrolla desde la inspiración idealista tomada de Forja de hombres (1938) con Spencer Tracy, para clausurarse en la amargura, las pinturas negras y el solipsismo previos a la enfermedad terminal de quien, más allá de los errores y el personalismo, se sintió finalmente traicionado por todos aquellos que un día lo acompañaron en su sueño utópico, posiblemente explotados o maltratados de manera consciente o inconsciente.
La serie transita capítulo a capítulo por esa cronología acompañando a su espectador desde su propio dispositivo narrativo donde caben la voz en un off de un niño, la del investigador principal y guionista Pepe Coira, los mapas, croquis y planos tan caros siempre a los proyectos y filmes de León, los retrocesos, avances y recapitulaciones de la historia o las ocasionales animaciones que completan esa inevitable vertiente pop que, pese al poderoso trasfondo sociológico, cultural, histórico, político y trágico de este relato bigger than life, termina por abrirse paso.
Se va cerrando ya este annus mirabilis para el cine español y Filmin nos permite descubrir y repescar a tiempo La hojarasca, el hermoso docudrama de la canaria Macu Machín construido con su propia familia y una mirada poética y reposada a un fin de ciclo encarnado en su madre y sus dos tías ancianas en el momento de cerrar la vieja y humilde casa familiar del campo y dirimir el reparto de una herencia en una agreste zona rural de la isla de La Palma.
Machín (El mar inmóvil) hace cine con ellas y no tanto sobre ellas, trascendiendo el mero documento etnográfico a partir de un leve y sutil esbozo narrativo y un tratamiento visual y sonoro en el que lo telúrico emerge como fuerza ancestral y acechante (el volcán en el horizonte, el viento en las ramas) de esas vidas ásperas ralentizadas por paso del tiempo y atravesadas por la memoria, los silencios, la enfermedad y los cuidados.
La hojarasca se construye así a partir de momentos espigados y creados donde resuenan los ecos del pasado, incluso los tiempos de la guerra y sus cunetas, a partir del roce y el afecto íntimo entre esas tres mujeres jugando a interpretar(se) sobre un terreno que conocen mejor que nadie. Allí, a punto de cerrar la puerta con llave, aún queda tiempo para unos últimos juegos de infancia.
La astigitana Sandra Romero debuta con este filme anclado en sus raíces y su propia memoria autobiográfica. Antonio (Antonio Araque) tiene que volver a su pueblo después de mucho tiempo. Allí se reencuentra con su familia y con su hermano mellizo que tiene una discapacidad física y necesita su ayuda. Antonio tendrá que manejar la situación y enfrentase a una difícil decisión: quedarse y ayudar a los suyos o volver a la vida y la identidad que ha construido fuera.
También te puede interesar
Salir al cine
Artistas bajo la carpa: perplejos
Pequeño Salto Mortal | grupo musical
"No estamos dispuestos a todo por triunfar. Tenemos una vida"
LA ORQUESTINA | CRÍTICA
Nostalgias parisinas de Pasión
Oddity | Crítica
Interesante terror gótico y bizarro
Lo último