Ni brujas ni asesinas
El baño del diablo | Crítica
La ficha
*** 'El baño del diablo'. Drama, Austria, 2024, 120 min. Dirección y guion: Severin Fiala, Veronika Franz. Fotografía: Martin Gschlacht. Música: Anja Plaschg. Intérpretes: Anja Plaschg, David Scheid, Maria Hofstatter.
A partir del archivo documentado de más de 400 casos de mujeres que cometieron asesinatos de niños en zonas rurales del Norte de Austria a finales del siglo XVIII, El baño del diablo reconstruye con fidelidad realista un periodo histórico y un particular microcosmos con ecos visuales y atmosféricos del Herzog de El enigma de Gaspar Hauser para su indagación en los tormentos del alma femenina y en las claves atenuadas de un folk horror que le han valido premio en Sitges y la candidatura de su país a los Oscar.
Aquellos crímenes castigados con la decapitación pública no eran sino la alternativa al suicidio prohibido y la consecuente condena espiritual en tiempos de fervor religioso, asunto del que Severin Fiala y Veronika Franz (The lodge) extraen una evidente lectura histórica sobre la estigmatización de la mujer y la vida en un marco de explotación, dogmas y supersticiones y al que se aferran en la crónica minuciosa y detallada del paulatino proceso de depresión y enajenación de una joven (extraordinaria Anja Plaschg, curiosamente también autora de la música del filme) recién casada que se marcha a vivir bajo condiciones muy severas con su marido y su suegra a una casa aislada en el bosque.
El baño del diablo se emparenta así desde una perspectiva insólita (y política) con todos esos filmes sobre brujas y persecuciones sin apelar explícitamente a los códigos de lo fantástico-terrorífico, asumiendo la crueldad como parte de los usos y ritos cotidianos, filtrando en los elementos naturales las metáforas sobre el destino trágico de su protagonista y dosificando sus estallidos violentos, que llegan siempre sin preaviso ni paños calientes para el ojo sensible y se quedan en la retina hasta bien pasada la proyección.
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