"En nuestra educación se ha pasado muy de puntillas por la Segunda República"

nerea riesco. escritora

La autora viaja en 'Los lunes en el Ritz', su nueva novela, a los primeros años 30

"No hemos cambiado mucho desde entonces, repetimos patrones una y otra vez", asegura la narradora

Nerea Riesco regresa con una novela ambientada en el Hotel Ritz.
Nerea Riesco regresa con una novela ambientada en el Hotel Ritz. / Nerea Martínez
Braulio Ortiz

27 de marzo 2018 - 02:35

A lo largo de su carrera, Nerea Riesco ha descrito el virreinato de Nueva España (El país de las mariposas), la persecución que las brujas sufrieron por parte de la Inquisición (Ars Magica) o las secuelas que tuvo en Andalucía el terremoto de Lisboa de 1755 (El elefante de marfil). Ahora, la bilbaína afincada en Sevilla lleva a los lectores con Los lunes en el Ritz (Espasa) a un período más cercano en el tiempo, del 29 al 36 del pasado siglo. Riesco narra la historia de Martina, hija del director del legendario hotel madrileño, una aspirante a pintora que se enfrenta a la vida y a un amor aparentemente imposible en los tiempos de la Segunda República.

-¿Qué le interesaba en particular de toda la mitología que rodea al Ritz?

-Algo que me parecía interesante es que estuviera aún abierto, que los lectores pudieran visitarlo tras terminar el libro. Curiosamente, a final de febrero lo han cerrado [ríe] para hacer unas obras de reestructuración. Pero más allá de eso me parecía un lugar muy emblemático, un sitio de lujo y de distinción, ideado por un rey, Alfonso XIII, por el que a lo largo de los años pasan Dalí, Churchill, Mata-Hari, James Stewart... Y que durante la Guerra Civil se convierte en un hospital, donde muere Buenaventura Durruti. El hotel era un testigo de la Historia, y me parecía un escenario perfecto para la novela.

-Retrata unos años en los que se abren bancos y grandes almacenes, se vendían teléfonos, radios y aspiradoras, pero ese deseo de modernidad convive con las tensiones que llevarían a la Guerra Civil...

-Por primera vez cuento una trama que está cercana en el tiempo, lo que me permitía documentarme con periódicos y revistas, con las noticias del día y día, y no con manuales de Historia como me ocurría en otras obras. En esas revistas descubrí que la sociedad de entonces se parecía mucho a la actual. En ese tiempo se debatía si el himno nacional debía o no tener letra, en lo que estamos todavía; hubo una huelga en Barcelona en la que las fuerzas del orden se enfrentaron a la sociedad civil... Para las presentaciones que estoy haciendo del libro he cambiado el modelo: no tengo un presentador y voy poniéndoles a los asistentes imágenes de todo aquello, para que comprendan que no hemos cambiado mucho desde entonces, y que repetimos patrones una y otra vez. En Los lunes en el Ritz se ve eso.

-Se percibe que ha disfrutado mucho con la documentación.

-Me fascinó una revista, el Crónica. Yo la comparo con el Interviú, porque como en aquélla aparecían noticias políticas y de sociedad, reportajes escabrosos, mujeres en paños menores y unos anuncios fabulosos, muy divertidos, que quise introducir en la novela. En el 36, cuando termina el libro, el Crónica empieza a languidecer: era una revista semanal que va publicándose cada vez más esporádicamente, hasta que sus responsables ya no tienen papel... El libro ha acabado siendo un homenaje a sus trabajadores.

"Me atrae la literatura que te hace feliz, con la que dejas los problemas. Para la realidad ya están los informativos"

-La protagonista colabora con un grupo, las Damas de la Caridad de San Vicente de Paúl, una galería de personajes que le permiten analizar la situación de la mujer en aquel entonces.

-Tengo la sensación de que en nuestra educación se ha pasado muy de puntillas por la Segunda República. En la idea inicial yo iba a hablar de sufragistas, pero cuando empecé a documentarme comprobé que poco después de que arranque la acción de la novela se les está reconociendo el derecho al voto, y hay mujeres en las universidades, en el Congreso, mujeres aviadoras, toreras, futbolistas... Es muy posible que nuestras bisabuelas fueran más avanzadas que nuestras abuelas, a las que les tocó vivir otro tiempo. Ese avance tenía unos límites, claro, que la mentalidad de la época marcaba: cuando lees el Crónica elogian que Mari Pepa Colomer sea una gran aviadora, pero también añaden que hace unas croquetas estupendas...

-Martina, por ejemplo, se resiste a los patrones femeninos que su padre quiere que siga.

-A veces digo que hay personajes puzle, que para crearlos vas cogiendo rasgos de unos y de otros, y para Martina me inspiré en Delhy Tejero, una gran pintora de la que hoy no nos acordamos. Su currículum es muy parecido al de mi protagonista: se forma en París, vuelve a España, es profesora en Bellas Artes, gana premios, pero luego regresa a Francia. Su vida me hace pensar en todas esas mujeres que estudiaron en esos años, me pregunto qué salida les dio su país.

-Con Bosco, el objeto de deseo de Martina, la novela viaja a ese Hollywood donde trabajaron tantos españoles en los años 30.

-Una de las pautas muy claras que seguía el Ritz es que no admitía ni a toreros ni a actores, una prohibición que dio lugar a un episodio muy divertido: le negaron el alojamiento a James Stewart, pero él se valió de su carné de militar para poder alojarse. Esas historias me sugirieron que Bosco, el amor prohibido de la hija del director del hotel, debía dedicarse a la interpretación, porque eso agravaría las cosas. Y documentándome para su personaje me encontré con que en esos años había un montón de intérpretes españoles triunfando en Hollywood. Edgar Neville fue una especie de embajador que llevó a un montón de paisanos para allá. Los americanos se dieron cuenta de que les salía más barato el doblaje que hacer producciones en otros idiomas, y ahí terminó ese sueño. Jardiel Poncela, que también trabajó para los estudios, dijo algo muy divertido que incluyo en la novela: En Hollywood pasé la mitad del tiempo tumbado sobre la arena mirando las estrellas, y la otra mitad, tumbado sobre las estrellas mirando la arena [ríe].

-Martina, como pintora, quiere "plasmar un mundo que nada tenga que ver con la realidad, porque, si te fijas, la realidad está toda sucia". ¿Usted persigue lo mismo para su literatura?

-Yo escribo lo que me interesaría leer, y me gusta sumergirme en mundos que te hacen feliz, para el día a día y la realidad ya tengo el informativo. Muchos leemos de noche, y está bien terminar el día agarrando un libro que te haga disfrutar, que reconforte. Así me planteo mi literatura.

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