Ecos de un lejano mundo gótico
Tasto Solo | Crítica

La ficha
TASTO SOLO
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Femás 2025
Tasto Solo. Anne-Kathryn Olsen y Barbara Zanichelli, sopranos. Marine Fribourg, mezzosoprano. Víctor Sordo y Riccardo Pisani, tenores. Angélique Mauillon, arpa. Natalie Carducci y Pau Marcos, fídulas. Rémi Lécorché, trompeta medieval. Guillermo Pérez, órgano, clavisimbalum y dirección.
Programa: Obras anónimas y de Philippe de Vitry, Johannes Ciconia, Guillaume Dufay, Matteo da Perugia y Josquin Desprez.
Lugar: Capilla Doméstica de la iglesia de San Luis de los Franceses. Fecha: Jueves 27 de marzo. Asistentes: Lleno absoluto.
Bajo una denominación un tanto cogida por los pelos –solo una influencia genérica hay de la música tardomedieval sobre Palestrina– retornaba al Femás Tasto Solo, el conjunto del catalán Guillermo Pérez, muy especializado en uno de esos micromundos englobados en lo que conocemos como música antigua: el de la polifonía medieval, temporalmente paralela al gótico y con naturales y evidentes paralelismos con ese estilo artístico.
El núcleo del concierto, el Ars Nova, los tiene con el gótico flamígero: una música sofisticada y detallista, que levanta una cierta barrera estética con el oyente moderno, más exigido aún por un programa sin apenas respiro que cubría un amplio arco de siglos y estaba preñado de densos motetes politextuales. El profundo conocimiento de Pérez de ese estilo ayudó a saltar esa barrera, con una dirección muy precisa, viva, muy flexible en el pulso –recreándose en las cadencias al estilo del maestro Memelsdorff–, que priorizó sobre el legato los juegos rítmicos y las constantes síncopas entre voces.
Sin un hilo conductor claro entre las obras, las secciones de canto llano, los expresivos solos al teclado del director –disminuciones en estilo improvisatorio– y una sabia instrumentación aligeraron la espesa textura dominante. Implicado e intachable el resto del conjunto instrumental, la pareja de sopranos salvó una acústica algo estridente en su tesitura, siempre muy aguda; descolló entre los cantantes un Víctor Sordo siempre solvente, junto a un Pisani de timbre sedoso.
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