La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Gabriel García Márquez creó un estilo tan original con un territorio dentro del español tan único que cualquier imitación siempre ha estado condenada a convertirse en un remedo o en algo grotesco, aunque su influencia y su sombra ha sido muy grande entre los escritores de diferentes generaciones. Algunos de ellos, sobre todo, latinoamericanos, quisieron matar al padre y a toda la generación del boom latinoaméricano, uno de los movimientos o ciclón literario más importantes del siglo XX, pero los más son los que valoran la revolución que supuso tanto para los escritores como para los lectores. Para los autores españoles, también hijos literarios de García Márquez, el boom, en general, fue un soplo de aire nuevo y fresco.
El escritor y académico Antonio Muñoz Molina, Premio Príncipe de Asturias, cuando leyó Cien años de soledad, con 15 años, en una edición de Círculo de Lectores se quedó "entusiasmado y sobrecogido", señaló en una entrevista. Y para el escritor y académico Javier Marías, una de las voces más internacionales del panorama español, leer a García Márquez y a los escritores del boom fue la demostración de que se podía escribir en español de una forma menos academicista de lo habitual en España. "Ello, pese a las excepciones de autores como Juan Benet, cuya Volverás a Región, de 1967, "tuvo para los escritores que entonces éramos jóvenes tanta importancia como Cien años de soledad, aunque de manera distinta, claro", precisó Marías.
El autor de Corazón tan blanco, tras pasar una época de amor por Cien años de soledad, se decanta ahora por Crónica de una muerte anunciada o El amor en los tiempos del cólera. Y para los escritores latinoamericanos el peso o la sombra de García Márquez lo viven ya como el de un clásico, necesario e irrepetible. "Y de los clásicos solo se puede aprender", dice el escritor mexicano Jorge Volpi, de 46 años, miembro de la generación del Crack, que luchó contra las repeticiones del modelo de García Márquez, "no del original, sino de las repeticiones del modelo".
El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez (1973) dice que él no sería escritor si no hubiera leído Cien años de soledad a los 16 y Rayuela a los 19. "Y no sería el escritor que soy si no hubiera leído toda la obra de Vargas Llosa a los 21", añade. Así es que, eso tan freudiano de "matar al padre" parece que se queda con García Márquez en las salas de los psicoanalistas y en el imaginario individual, ya que todos los escritores más bien han intentado aprender de él sin la necesidad de sepultarlo. "Nunca he sentido esa necesidad de matar, asegura Gabriel Vásquez, al referirse a García Márquez: "Me han entrado ganas de discutir mucho y a veces pelear a puñetazo limpio. Y muchas veces ni siquiera es con él, sino con sus imitadores baratos que han convertido la literatura latinoamericana en un parque temático del realismo maravilloso. A ellos sí que les reprocho algo", argumentó. Una nueva forma de hacer literatura nació con García Márquez pero con él no muere, ya que el español, como decía Octavio Paz es un árbol con muchas hojas; unas hojas que están representadas por cada uno de los escritores con talento de las nuevas generaciones.
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