REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA | CRÍTICA
Pasión juvenil y técnica
Libros
La novelista donostiarra Dolores Redondo (1969), una de las reinas internacionales del género negro, regresa a los escenarios de su aclamada Trilogía del Baztán, con Las que no duermen. Nash (Destino), una historia de muerte, familia y tradiciones ancestrales, en clave de mujer.
Pregunta.–Las que nos duermen. Nash, es una colección de mujeres potentes, encabezadas por la psicóloga forense Nash Elizondo. ¿Dónde la encontró?
Respuesta.–La he encontrado en el deseo de crear a alguien para llevar adelante una investigación que se saliese de lo que es habitual, que no fuese otra vez una inspectora al uso o la típica forense que estamos acostumbrados a ver. O una juez o una fiscal. Quería una investigación desde otro punto de vista y con las complicaciones que eso conlleva, porque al no poner a un policía o alguien que ostente una autoridad, se complica bastante más. Nash es una psicóloga de los muertos y su labor es establecer el estado mental de alguien que ya no está en este mundo. Su trabajo es complicado. Ella analiza el teléfono móvil de la víctima, su ordenador, las compras que hacía, la música que escuchaba. Además de entrar en contacto con las personas con las que se relacionaba, pero dejando claro que no las interroga, porque no puede hacerlo. Nash, al principio de la novela dice: Yo no soy una policía, yo no puedo llegar a casa de la gente y obligarles a que hablen conmigo. Tiene que establecer un vínculo emocional con ellos, es pura empatía.
P.–La mitología, lo ancestral, es territorio para la fascinación, pero también lo puede ser para el horror. ¿Nos atrae el mal?
R.–La mayoría tenemos distintos conceptos del mal, pero a todos nos atrae de alguna manera, porque somos conscientes de que forma parte de la naturaleza humana. Hay quien lo tiene sin ningún tipo de cortafuegos. Lo tienen liberado de toda culpa. Sabemos que los lobos caminan entre nosotros y que no tienen ese control o esa moral que tenemos el resto. En todas las creencias hay una representación del mal, y hay gente que es capaz de matar por eso.
P.–Las que no duermen. Nash, más que una novela, es un proyecto, que comenzó en Esperando al diluvio (2022).
R.–Es más fácil de leer que de explicar, afortunadamente. Del mismo modo que he querido ofrecer una investigadora distinta, quiero conducir al lector de una manera diferente. No es una tetralogía, no van seguidas las novelas. De hecho, no es para nada imprescindible que te hayas leído la anterior, Esperando al diluvio, que transcurre en Bilbao en 1983, para leer Las que no duermen, que nos traslada al Baztán en 2020. Se trata de una historia que une sus raíces muchísimo más atrás y que iremos resolviendo en las siguientes novelas, pero no de la manera habitual.
P.–Como en la Trilogía del Baztán, la familia, el matriarcado y la enfermedad mental están muy presentes.
R.–Yo nací y me crié en un matriarcado. Los hombres de mi familia eran marinos y las mujeres estaban siempre solas. Algo similar sucedía en Baztán, donde tradicionalmente los hombres han sido pastores y también ha habido muchos inmigrantes, iban a hacer las Américas. Esto lo represento en una familia, que son un grupo de mujeres que regentan la funeraria local. La enfermedad mental la trato desde otro punto de vista, al igual que la maternidad. Me interesaba mostrar a aquellas personas que la enfermedad mental forma parte de sus vidas cotidianas. Y como la sobrellevan, al igual que sus familiares, a lo largo del tiempo.
P.–El Covid y la gastronomía también cuentan con gran protagonismo. ¿Por qué decidió que la trama coincidiera con la irrupción de la pandemia?
R.–La novela transcurre en los primeros días de la pandemia, en una especie de cuenta atrás hacia el confinamiento. El lector sí sabe que se les acaba el tiempo, que se acerca el 14 de marzo, pero los protagonistas de la novela no lo saben, como nosotros no lo sabíamos. Es una circunstancia que complica aún más la investigación. La gastronomía me sirve para darle más carácter, si cabe, a la novela. He elegido recetas que forman parte de la tradición de ese lugar. No quedarían bien en Instagram, pero se trata de platos que están vivos, que son populares, que se siguen cocinando a día de hoy, y que hunden su raíz en la historia.
P.–Las que no duermen, el título, aplicado a las protagonistas de las novela, es casi una declaración de intenciones.
R.–Durante siglos, especialmente en el medievo, los hombres podían permanecer despiertos durante la noche, pero las mujeres no. Las mujeres no podían ni salir de la cama, nada más que para ir al aseo. Si se despertaban en mitad de la noche, tenían que rezar hasta que se quedaran dormidas y así evitar que el demonio entrara en forma de pensamientos. Las que no duermen bebe de ahí y es el homenaje a todas las que no nos fuimos a dormir. La otra parte del título es Nash. Es el nombre de mi protagonista y es además un código forense internacional para catalogar las diferntes muertes: natural, accidental, suicidio u homicidio.
P.–Amaia Salazar (la inspectora de la Trilogía del Baztán), en esta ocasión, no es la gran protagonista, ¿cómo ha llevado su relación con Nash Elizondo?
R.–Estupendamente. Hasta ahora, cuando me preguntaban por Amaia Salazar, decía: Amaia no duerme. Sin saberlo, estaba haciendo referencia a esta novela. Amaia no duerme y Amaia volverá. No lleva el caso, pero es inevitable que cuando aparece una chica muy joven muerta en una sima cercana, ella se acerque a saber qué ha sucedido. Me gusta mucho el tándem que forma con Nash Elizondo. En realidad, me gustan mucho las dos.
P.–Aunque la mística está muy presente en sus novelas, todas parten de hechos reales, también Las que no duermen. Nash.
R.–El guardián invisible (2013) también parte de un hecho real. Un supuesto crimen ritual, que aún sigue abierto. Las que no duermen. Nash toma como punto de partida un terrible asesinato que tuvo lugar en la zona, en los inicios de la Guerra Civil. Una mujer, junto a seis de sus hijos, los arrojaron al interior de la sima que aparece en mi novela, donde murieron. ¿Por qué? Porque era libre, porque no había bautizado a sus hijos, porque seguía la antigua religión, porque era hermosa e inteligente. Porque era de las que no dormían.
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