Un joven de 25 años arrasa en Londres

A finales de 1709 Haendel presentó en el más lujoso teatro de Venecia su Agrippina con un éxito asombroso: veintisiete representaciones y un público entregado que le gritaba a la menor ocasión “Viva il caro sassone!” (aunque Haendel no era sajón).

Fue allí donde Haendel conoció a Charles Montagu, duque de Mánchester y embajador británico, quien lo invitó a Londres. Aunque antes pasó por su natal Halle, por Hannover y otras ciudades alemanas, el joven maestro acabó enfilando el camino de la capital inglesa, donde el 24 de febrero de 1711 estrenó Rinaldo, ópera sobre libreto de Giacomo Rossi a partir de la Gerusalemme liberata de Tasso, que Aaron Hill hizo representar en el Teatro de la Reina de Haymarket con una escenografía llena de efectos extravagantes, que incluían pájaros vivos volando sobre la escena mientras Almirena cantaba en el acto I su “Augelletti”.

Rinaldo conoció quince representaciones el año del estreno, se repuso los tres siguientes y en 1717, mientras que en 1731 Haendel haría una profunda revisión de la obra para volver a presentarla (también en Haymarket). En total, 53 representaciones londinenses en vida del compositor, más que ninguna otra ópera de su carrera.

El éxito en una ciudad en la que la ópera italiana había tenido siempre problemas para imponerse, llevó a Haendel a terminar instalándose en Londres hasta el fin de sus días, convirtiéndose en el más decisivo factor en favor del género en la capital.

Para este álbum, con el que la Accademia Bizantina presenta sello propio, Ottavio Dantone dirige la nueva edición crítica de la obra que ha publicado Bernardo Ticci, quien usa la distribución vocal de 1711 (Haendel cambiaría algunas tesituras en 1731).

Registrada en unas funciones celebradas en el Teatro Sociale de Como en enero de 2019, la interpretación brilla por su frescura, su agilidad y su luminosidad puramente mediterránea. El elenco es extraordinario, en especial en su parte femenina. La contralto Delphine Galou da al héroe epónimo toda la efusividad melancólica que requiere un aria como “Cara sposa” y luego resulta desbordante en las agilidades de “Venti turbini” y robusta en el marcial “Or la tromba” final. Francesca Aspromonte empieza con un “Augelletti” de trinos encantadores, sigue por un “Lascia ch’io pianga” delicadísimo y deja al final un “Bel piacere” deslumbrante. Uno de los mejores momentos del álbum lo firma Anna Maria Sarra con un “Vò far guerra” incandescente. Raffaele Pe y Luigi de Donato (soberbio en el hipervirtuoso “Sibillar”) completan con nota el quinteto protagonista.

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