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La dimensión literaria de la zarzuela

Prieto Marugán se acerca a la figura de Fernández Shaw, autor de los textos de 'La vida breve' o 'La Revoltosa'.

Un dramaturgo de su tiempo. Arriba, dos estampas de Carlos Fernández Shaw. A la izquierda, un programa de una función de 'La vida breve', y sobre estas líneas, el reverso de una postal enviada por el escritor gaditano a su hijo Guillermo.
Andrés Moreno Mengíbar

02 de mayo 2012 - 05:00

El teatro lírico de Carlos Fernández Shaw. José Prieto Marugán. Ediciones del Orto. Madrid, 2012. 507 páginas. 26 euros

Anclada como está aún en un paradigma positivista la musicología española, fruto del retraso en el desarrollo de esta disciplina en nuestro país, era de esperar que aún no hubiese incorporado nuevos enfoques del análisis del hecho musical, como la perspectiva sociológica o de género, tan comunes en el entorno musicológico anglosajón. De ahí el que, en el terreno del teatro musical español, las investigaciones más novedosas haya que buscarlas entre los historiadores de la Literatura, si bien éstos sólo muy tardíamente han empezado a interesarse por los textos escritos para ser cantados. El terreno lo empezaron a abrir las investigaciones de Serge Salaün sobre la zarzuela y el cuplé y fueron continuadas por las de Andrés Amorós sobre la dimensión litararia y social del género chico. En los últimos años ha sido Alberto Romero Ferrer uno de los investigadores más activos en la tarea de incorporar los libretos de zarzuela al terreno de la historia de nuestra literatura, acortando en cierta medida la distancia que nos separa de la historiografía respecto a los libretistas y al libreto lírico como creadores y como género literario respectivamente.

En esta senda encontramos el reciente libro de José Prieto Marugán, uno de los más inquietos analistas de la historia de la zarzuela y de los demás géneros líricos españoles de los siglos XIX y XX, que en esta ocasión nos ofrece una buena retrospectiva de uno de los más importantes escritores de libretos españoles, el gaditano Carlos Fernández Shaw, a quien se deben los textos de obras tan conocidad como La vida breve (Manuel de Falla), La Revoltosa (Ruperto Chapí) o Colomba (Amadeo Vives).

Nacido en Cádiz en 1865 y fallecido en El Pardo en 1911, la vida y la obra de Fernández Shaw supone un buen ejemplo de lo que en aquellos años era el papel y la consideración social y artística del escritor del género lírico. Formado en leyes y dedicado en sus primeros años al periodismo, Fernández Shaw luchó toda su vida por dignificar la profesión del libretista. Así, intervino activamente en la consolidación de la Sociedad de Autores, fundada por Ruperto Chapí, uno de sus más asiduos colaboradores musicales. Los breves años de su carrera como poeta (no sólo dramático, pues publicó diversos libros de pura poesía) vieron el nacimiento de varias decenas de textos, la mayoría de ellos nacidos en medio de las prisas y de las premuras, pues el sistema productivo de la zarzuela y del género chico de aquellos años de entre siglos devoraba de manera incesante textos y músicas, de los cuales sólo una ínfima categoría pasaban a formar parte de un repertorio más o menos establecido. Lo más habitual era que cada año se estrenasen en el país decenas de nuevas obras de las que nada se volvía a saber y que exigían una incesante fuente de nuevas creaciones. En medio de este panorama, Fernández Shaw consiguió erigirse como uno de los más eficaces y originales escritores, demandado por los más conocidos compositores. Interesa en este sentido destacar en el dramaturgo gaditano su firme colaboración en la campaña por crear y asentar la ópera española, fruto de lo cual sería un texto tan esencial como Margarita la tornera, puesto en música por Ruperto Chapí, o como La vida breve, para su paisano Manuel de Falla, amén de otros textos escritos para Amadeo Vives o Conrado del Campo. Una campaña que, a pesar del entusiasmo prestado por escritores y compositores, acabó en fracaso por la oposición de empresarios y cantantes a programar, ensayar e interpretar óperas que no solían pasar de las primeras representaciones de circunstancias.

Todos estos aspectos son apropiadamente analizados por Prieto Marugán en un libro que se beneficia del bien conservado archivo personal de Fernández Shaw custodiado por la Fundación Juan March de Madrid. Quizá lo más valioso de un libro ya de por sí relevante sea el análisis, una por una, de todas las creaciones de Fernández Shaw, con amplias sinopsis argumentales, generoso despliegue de datos sobre la composición y el estreno y una muy útil selección de las críticas y noticias publicadas en la prensa coetánea de los estrenos. En definitiva, un estudio modélico que se debería continuar con los de otros grandes libretistas zarzueleros como el propio hijo -Guillermo- de Fernández Shaw o Federico Romero, por no hablar de autores del XIX como Luis Mariano de Larra o Camprodón.

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