Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
El día de la langosta | Crítica
El día de la langosta. Nathanael West. Traducción de José Luis Piquero. Hermida Editores. Madrid, 2022. 182 páginas. 18 euros
Nathanael West fue un escritor norteamericano formidable. Nombre de una generación de escritores también excepcionales e influyentes –Pound, Eliot, Gertrude Stein…–, West nos dejó una obra que merece atención. El autor murió joven –un accidente de tráfico truncó su carrera literaria–, pero en esa juventud ya se perciben huellas de genialidad, que hacen delicias en los lectores que se acercan a disfrutar de esa escritura suya, tan plástica, tan expresiva, tan próxima a lo cinematográfico. West se dedicó a la escritura de guiones para el Hollywood de los años treinta, en unos Estados Unidos sumidos en la crisis del 29, nihilista, sórdido. Un ambiente que fue determinante para la formación del escritor; un ambiente que Nathanael West supo recrear en las atmósferas de sus novelas, con esos diálogos llenos de sátira y de humor entre ácido y amargo.
Hermida Editores, con traducción del escritor y poeta José Luis Piquero, ha recuperado una novela clave en la carrera de West: El día de la langosta. Por sus páginas desfilan personajes que tratan de hacerse hueco en el cine del Hollywood de los años treinta. Personajes que incurren en el esperpento y en lo estrambótico, y en los que siempre se denota un aire de sátira y de parodia. Son historias propias de una sociedad que ve cómo el mundo que conoció está desapareciendo a un ritmo insólito. Un mundo en el que nadie sabe muy bien cómo será en su futuro inmediato. Un futuro que se imagina, por otra parte, en el peor de los contextos posibles, con una crisis económica descomunal y con el ascenso de nuevos discursos políticos –los totalitarismos– en Europa.
Una de las ideas que podríamos debatir sobre la novela de West: detrás del escenario, de las escenas que nos emocionan y que nos asombran, de ese cliché de "la magia del cine", tan sólo hay hombres y mujeres que tratan de sobrevivir a base de historias que despiden un olor desagradable. Ese enfoque es literatura vivísima, pues, desde el humor y desde el sarcasmo, el escritor destruye todo idealismo acartonado, todo cliché prefabricado, y en el epicentro de la vida cultural, de un segmento muy importante de la vida cultural estadounidense: el cine. West acude al ángulo invisible para ofrecernos una verdad. Ahí está lo fundamental de esta novela –y quizá un principio de la literatura–.
El día de la langosta podría ser también un retrato de esos Estados Unidos con los que tantos soñaban, pero cuya realidad distaba de las utopías. Por otra parte, no es casual que uno de los protagonistas de la novela se llame Homer Simpson. Universal personaje que representa la sátira contra la vida y tópicos –idealizados– estadounidenses. Es evidente la influencia de la novela de West en Matt Groening.
Nathanael West, con las herramientas "literarias" del cine, construye toda una crítica, aguda e inteligente, en contra de la industria cinematográfica. Y más: nos ofrece un interesante panorama de los valores de un tiempo, de una sociedad, un mundo, que es novelesco, pero que encierra claves de verdad histórica.
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