Un bestiario amable y poderoso
Arte
El onubense afincado en Granada Agus Díaz Vázquez protagoniza en la sevillana Di Gallery la exposición 'Fieras, estrellas y jara', una serie sobre la tierra, los mitos y la idea de lo andaluz
En las décadas de los 80 y los 90, en el sur de Andalucía, la sola mención a una criatura aceleraba los corazones y causaba terror. Aquella bestia, el mixtolobo o mistolobo, acechaba por los alrededores de los pueblos e irrumpía en la oscuridad como la peor de las pesadillas. Decían que aquella especie feroz y sanguinaria a ojos de los niños era una variación del pastor alemán, aunque la leyenda también le atribuía un cruce entre el perro, el coyote y el lobo. Ahora, el pintor onubense Agus Díaz Vázquez (El Cerro de Andévalo, 1987) rescata a esa figura en uno de sus óleos, y le otorga a su silueta una lengua voraz y alargada más propia de una serpiente dispuesta al veneno, pero el animal ya ha perdido su carácter amenazante y tiene aquí los contornos amables, la ingenuidad casi festiva, impredecible, de lo imaginado. Así, naíf y sin embargo poderoso, es el bestiario que el artista ha reunido en su primera exposición en Sevilla, en Di Gallery, Fieras, estrellas y jara, que puede verse hasta el día 30 de este mes y en la que su autor, que ahora vive en Granada, redefine con inventiva y colorido, desde el recuerdo, la fauna y la flora de sus orígenes. Un homenaje a la tierra –el marrón y el verde son la base de una generosa gama cromática– que no obstante siempre busca alzar el vuelo.
"Muchas de las escenas que retrata Agus", explica el galerista Juan Cruz, también comisario de la muestra, "eran los paisajes que veía desde la ventana de su casa, en su pueblo. Si no tienes una fotografía, no te sale algo exacto; si no recreas lo que tienes delante te sale algo así", señala el especialista sobre el universo fabuloso del creador. A Díaz Vázquez no le interesa plasmar con veracidad las formas de una casa, le atrae más "el modo en que de niños pintábamos una casa con su puerta, con una apariencia que no ves en la realidad. Ocurre lo mismo cuando dibujo un pájaro: lo que quiero hacer es la idea de un pájaro que tengo en la cabeza, no ser fiel al modelo original". Su bestiario, colocado en Di Gallery como un friso, frente a una pared vacía para que los visitantes puedan contemplarlo mejor, está habitado por caballos que parecen de juguete o sacados de un cómic, ciervos azules o que tienen como astas las ramas de un árbol, jabatos desprovistos de fiereza o una quimera desplazada al desierto de Almería.
A los responsables de Di Gallery les "entusiasmaba" la forma en que Díaz Vázquez combina "naturaleza y memoria" en su obra. De la primera al autor le motiva su expresión más modesta, "la jara, el bosque bajo", y algún arbusto remite incluso con ironía al logotipo de la Caja Rural. Su trabajo huye, en general, de lo solemne: son frecuentes las cruces, pero aquí no se vinculan a lo lúgubre, al cementerio, y brotan como otra suerte de vegetación a los ojos del espectador. Las estrellas invocan a lo trascendente, pero Díaz Vázquez incluye también la del videojuego Zelda en esa apuesta por la ligereza.
Pero Fieras, estrellas y jara es también un ejercicio de memoria, una mirada que parte de la tradición para insertarla en un nuevo discurso. El flamenco es una de las inspiraciones del artista, que olvida la superstición y dedica uno de sus óleos a la petenera, y rinde un homenaje a los fandangos de Paco Toronjo en otra obra en la que asoma el nombre de Alosno. También sobrevuela este bestiario la influencia del rock andaluz, de grupos como Alameda, Triana, Smash: una de las piezas se titula Glorieta de los lotos, como el disco de los últimos. En lo pictórico y lo artístico también se observa un respeto a los antecesores, un empeño de actualizar el bodegón en algún momento del recorrido, de celebrar la artesanía de la fajalauza, la cerámica típica granadina. "Esas referencias coinciden en algo, en la idea de lo andaluz", comenta Díaz Vázquez, que evoca en esta muestra también a García Lorca. "Confieso que me cansé de él cuando lo estudiaba en el colegio, pero ahora lo releo con verdadera pasión". Hay una cita del poeta y dramaturgo, tachada, en uno de sus cuadros, pero su estela se siente de igual modo. "El otro día vino alguien a la exposición y no sé que vio exactamente en mi trabajo, pero dijo: Esto huele a Lorca. Me encantó que se diera cuenta".
Fieras, estrellas y jara supone una evolución en un pintor que ha protagonizado exposiciones en España, Alemania y Grecia y que en esta nueva muestra escoge el óleo como modo de expresión tras haberse fogueado en el acrílico. También se ha adentrado en los grandes formatos con esta serie y el cuadro Epona y las estrellas, que recibe y despide a los visitantes a la entrada de la galería. Ese caballo tan familiar y al mismo tiempo tan exótico resume las dualidades que encierra la obra de Díaz Vázquez, rebosante de imaginación y al mismo tiempo extrañamente confesional. "Parece que habla de la naturaleza", opina el galerista Juan Cruz, "pero si uno empieza a escarbar se da cuenta de que el autor está hablando de sí mismo, y también un poco de nosotros".
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