La despedida de Trueque pone fin a las librerías de viejo en Santa Cruz

El carismático comercio regentado por Rebecca Buffuna ha colgado el cartel de 'Se traspasa' en el Pasaje de Vila · Sus 7.000 volúmenes conservan la memoria del barrio que fue uno de los templos bibliófilos de Sevilla

Rebecca Buffuna sonríe rodeada de su pasión, los libros, que ocupan cada centímetro de su negocio.
Charo Ramos / Sevilla

28 de enero 2011 - 05:00

Para algunos viajeros, el alma de una ciudad, su geografía más sinuosa y secreta, tiene mucho que ver con los anaqueles y estantes de las librerías de viejo. Ni Oxford sería lo mismo sin esos angostos comercios dedicados a la compraventa de incunables y volúmenes de ocasión donde es posible tropezarse con clientes como Jacobo Siruela o Javier Marías, ni Londres sin la estela de Charing Cross -por desgracia, cada día más invadida por las grandes cadenas-.

En los años 70, el barrio de Santa Cruz se convirtió en uno de los templos bibliófilos de Sevilla y un mapa de librerías como la de Antonio Castro o como Renacimiento, que Abelardo Linares abrió aquí en 1974, se desplegó por la antigua judería, a medio camino entre el Alcázar y la Universidad, para que estudiantes y coleccionistas se abismaran en su pasión lectora. Casi todas desaparecieron con el cambio de siglo. Ahora está a punto de cerrar la última que quedaba, Trueque, todo un referente del libro de ocasión que, 33 años después de su apertura, ha colgado el cartel de Se traspasa en el Pasaje de Vila.

Su propietaria, Rebecca Buffuna, atiende ahora por las mañanas a los clientes que se enfrentan a la lluvia y el frío invernal para perderse en este espacio cálido y uterino que en siete metros cuadrados alberga más de 7.000 volúmenes. O lo que es lo mismo, mil libros por cada metro cuadrado, de ahí que sea necesario apilarlos sobre el suelo, en escaleras, estantes y rincones. "Mi deseo es traspasar el negocio como librería pero todavía no ha aparecido nadie con ganas de tomar el testigo", señala esta norteamericana inquieta y de ojos claros que hace un satisfactorio balance -"la experiencia ha merecido la pena"- al evocar aquel año de 1978 en que abrió este negocio junto a otras cuatro socias, "una irlandesa, otra estadounidense como yo y dos españolas". Entonces el barrio de Santa Cruz "era un laberinto de calles hermosas y oscuras, con fama de peligroso pero sin tiendas de souvenirs", recuerda esta socióloga que vino a aprender español y se quedó para siempre, casada con un sevillano y, hoy, orgullosa abuela a la que al hablar de sus descendientes le bulle la sangre italiana de sus ancestros.

Buffuna asumió pronto en solitario, tras la marcha de sus amigas, las riendas de Trueque. "Al principio tenía miedo de las compras pero al final descubres que es la parte más interesante del negocio. Ir a ferias también es muy divertido, aunque se trabaja mucho", afirma.

"Yo siempre he sido una gran lectora, sobre todo de novelas. De mi país me apasionan Faulkner, Hemingway y Dos Passos, los grandes clásicos del siglo XX, pero encuentro que ahora publican apasionantes autores jóvenes como Junot Diaz o Jonathan Safran Foer". La literatura española la conquistó enseguida y entre sus autores predilectos se cuentan Clarín y Pérez Galdós. Son firmas que no han faltado en un local frecuentado por universitarios, turistas nacionales y escritores famosos entre los que no hace distingos: "Me gusta el cliente al que le gustan los libros".

Más allá de la crisis, son los compromisos familiares y la falta de tiempo para adaptar su negocio a la preeminencia de la venta por internet los motivos que la empujan a decir adiós a la última librería de lance de Santa Cruz. "Con internet los estudiantes lo tienen todo a mano. Yo no estoy en la red porque no tengo ganas de ir con los libros y los paquetes a Correos pero soy la única excepción en Sevilla. Creo que hoy comercializar electrónicamente tus fondos es imprescindible", asevera esta dama que nació hace 69 años en un hogar al que aún no había llegado la televisión.

Mientras Rebecca se despide de una forma de vida en la que ha ocupado más de tres décadas, sólo lamenta no haber traspasado antes el negocio a sus hijos, hoy inmersos en otras ocupaciones. "Me gustaría que aquí siguiera habiendo una librería de viejo. Santa Cruz necesita un lugar así, lleno de vida y memoria. Los buenos títulos siempre se leerán, no importa el formato, aunque las librerías como ésta serán reliquias dentro de otras reliquias porque el libro electrónico se instalará definitivamente en nuestras vidas".

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