El abstemio encanto de la burguesía
Desmontando un elefante | Crítica
La ficha
** 'Desmontando un elefante'. Drama, España, 2024, 82 min. Dirección: Aitor Echeverría. Guion: A. Echeverría y Pep Garrido. Fotografía: Pau Castejón. Intérpretes: Emma Suárez, Natalia de Molina, Darío Grandinetti, Alba Guilera.
A este debut de Aitor Echeverría, hasta ahora director de fotografía (María y los demás), podría achacársele algo parecido a lo que hace Almodóvar en La habitación de al lado, a saber, buscar nuestra empatía con una situación dramática y moral extrema protagonizada por gente bien de vida acomodada.
Si allí se trataba de la reivindicación del derecho a la muerte digna y la eutanasia entre los ventanales y el mobiliario de una casa de diseño, en Desmontando un elefante se trata de la confrontación del alcoholismo de una arquitecta de mediana edad (Emma Suárez, a cara lavada) y cómo su proceso terapéutico, que arranca con el aviso de la tragedia, afecta a su entorno más cercano, más concretamente a una hija (Natalia de Molina) que se debate entre su carrera como bailarina y el fuerte vínculo de responsabilidad (y dependencia) hacia su madre que también la pone al borde de la crisis.
Son esos los asuntos de un filme moroso, reiterativo y con diálogos francamente mejorables que no consigue eludir nunca las obviedades y las metáforas (del elefante del título a los números de danza, que por lo menos están bien rodados), tampoco su previsible arco narrativo sin capacidad para evolucionar y morder en los pliegues de la vida burguesa, su aséptico mundo de apariencias, hipocresías y protocolos de ocultación o en la irresponsabilidad y la desaparición de un padre al que Grandinetti apenas aporta la percha de la veteranía.
Tampoco sabe bien Echeverría si prefiere apostar por el personaje de la madre o el de la hija, lo que las deja a ambas en el retrato superficial e intermitente de sus respectivas batallas interiores a lo largo de un filme que se antoja además estirado más de lo recomendable.
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