El deseo de no ser
Justo un año después de la muerte de J. D. Salinger, controvertido y enigmático autor norteamericano, una nueva biografía se propone esclarecer su mito y su aportación a la literatura
J. D. Salinger. Una vida oculta. Kenneth Slawenski. Traducción de Jesús de Cos. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2010. 550 páginas. 25,50 euros.
Puede que El guardián entre el centeno, la primera y más famosa de las obras de Salinger, sea una novela sobrevalorada por razones ajenas a la literatura, pero no cabe disminuir su morbosa influencia en la narrativa contemporánea. Del mismo modo su autor, que como es fama no volvió a publicar después de 1965, fue objeto de una atención obsesiva por parte de legiones de admiradores y periodistas que llegaban a merodear por su retiro buscando al menos una instantánea que añadir a las escasas imágenes conocidas del novelista, proverbialmente hosco y reacio a toda publicidad sobre su persona. Ha habido otros casos de ocultamiento, pero ninguno iguala al de Salinger. Como suele ocurrir, la falta de información sobre su vida pública multiplicó el asedio de su vida privada, de la que a pesar de las barreras trascendieron detalles truculentos o banales, como que bebía su propia orina o le gustaban las hamburguesas. Pese a vivir como un eremita, venerado por sus lectores y detestado por algunos miembros de su familia, el viejo recluso irradiaba un magnetismo similar al de su célebre criatura, Holden Caulfield, eterno paradigma del adolescente inadaptado.
Tal vez la rebeldía adolescente no sea un tema demasiado apasionante, salvo para los propios adolescentes o para muchos adultos norteamericanos, no necesariamente perturbados ni sensibles a las pulsiones homicidas, que sienten debilidad por ese fatigado estereotipo -el de los muchachos incomprendidos y enfadados con el mundo- tan presente en el cine o la literatura estadounidense. Pero Salinger fue un gran narrador, sobre todo en sus no menos afamados Nueve cuentos, acaso el mejor de los cinco únicos libros que escribió. O que publicó, porque periódicamente han circulado rumores sobre la existencia de otras novelas o papeles que habrían quedado inéditos. Sin ir más lejos, el autor de esta nueva biografía, Kenneth Slawenski, revela la existencia de varios relatos desconocidos, escritos durante los años cuarenta, donde aparece ya (en dos de ellos) el protagonista de El cazador oculto, que fue el primer título castellano de la primera novela de Salinger.
No es el primer biógrafo del neoyorquino, de quien ya Warren French escribió una impactante semblanza en 1963. Dejando aparte las memorias personales de algunas damnificadas como su joven amante Joyce Maynard o su propia hija Margaret (El guardián de los sueños, Debate, 2002), el más conocido de aquellos es el británico Ian Hamilton, que después de enfrentarse al novelista perdió un juicio contra sus abogados y se vio obligado a publicar parafraseado el contenido de las cartas a las que había tenido acceso. Lo curioso es que Slawenski -que publicó su libro dos meses después de la reciente muerte de Salinger y ha mantenido durante siete años una web (www.deadcaulfields.com) dedicada a su vida y obra- no habló con el autor ni con nadie de su familia, seguramente para evitar los problemas con los que tuvo que enfrentarse su antecesor en el empeño. Ello ha limitado su inquisición, pero sólo hasta cierto punto.
Con minuciosa profusión de datos y sin excesos interpretativos, el biógrafo profundiza en datos ya conocidos pero ineludibles, apoyado en un conocimiento riguroso de las fuentes escritas. Se reviven de este modo la infancia problemática, el trauma provocado por la guerra -Salinger participó en el desembarco de Normandía y llegó hasta el campo maldito de Dachau, como miembro (germanoparlante) de los servicios de contraespionaje-, su conversión al budismo zen -que le sirvió para fortalecer o justificar su comportamiento antisocial- o la decisión de construirse un búnker para trabajar en su retiro de Cornish, el pequeño pueblo de New Hampshire adonde se trasladó sin preocuparse demasiado de los deseos de su familia. Pero el biógrafo insiste en la dura lucha que debió afrontar el escritor en sus comienzos, en su deseo de éxito que sólo remitió cuando este le sobrevino de forma abrumadora y comprendió que no era aquello -la popularidad- lo que quería.
Con todo, lo mejor del trabajo de Slawenski es que se centra menos en valorar el caso Salinger que en explicar su obra, aunque queda claro que profesa gran admiración por el autor y sus personajes. Ahora bien, este exceso de empatía no le lleva a la hipérbole laudatoria, y de hecho el tono de la biografía, por más que tienda a minimizar los aspectos espinosos, es frío y objetivista. Los análisis de las obras son verdaderos e impecables ejercicios de crítica literaria, lo que se agradece, porque más allá de las tormentosas relaciones con sus editores o sus mujeres y de su costumbre -que casi convirtió en deporte, a partir de la edad madura- de seducir a las jóvenes, lo que nos importa de Salinger, al contrario que a los consumidores de prensa sensacionalista, es la fuerza de su imaginación creadora. Al margen del complicado, excéntrico y nada ejemplar personaje que lo protagoniza, este volumen se presenta como una imprescindible guía de lectura.
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