Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Tarántula. Eduardo Halfon. Libros del Asteroide. Barcelona, 2024. 184 págs. 18,95 €
Como ya hemos señalado aquí, la principal virtud literaria de Halfon es una virtud elusiva, por cuanto obliga al lector a barajar datos y ausencias hasta que el retablo que propone el escritor (un retablo antiguo como la civilización), se ofrece a nuestros ojos. Sin duda, el tema de la identidad, abordado de nuevo en Tarántula, es un tema del mayor interés, tratándose además de la identidad judía del autor en la Guatemala de los 80. Pero esta aproximación temática, si bien pude arrojar alguna luz sobre la sociología y la historia del mundo actual, no debe hacernos olvidar su precisa ordenación literaria, con unos materiales también muy precisos. Dichos materiales, según declara el autor -esta es una obra de apariencia autobiográfica- son, entre otros, la Torá y el Popol Vuh. Y más concretamente, la huella cultural que tales relatos seminales, aún sin leerlos, pudieran haber obrado sobre el escritor, mediatizado por la historia de su familia y su país y por el curso del XX.
En Tarántula, Halfon expone, de algún modo, la misma escisión que Harendt documenta en La tradición oculta
Es la pericia, repito, de Halfon, la que va disponiendo ante el lector una sencilla veladura mosaica, de la que se infiere el autorretrato -¿ficcional?- de un judío no practicante, emigrado a los Estados Unidos, que regresa a Guatemala para fortalecerse, espiritual y físicamente, siendo todavía niño, en un campamento hebreo. Dicha estancia campamental, y la naturaleza de su adoctrinamiento son, por otra parte, el hecho esencial sobre el que Halfon edifica, escuetamente, un viejo drama. ¿Cuál? Aquel que llevaría a Friedrich Reck-Malleczewen, muerto en Dachau, a escribir su Historia de una demencia colectiva; el mismo drama que Norman Cohn consignará con minucia en Los demonios familiares de Europa, y que no era sino la propensión atávica al exterminio del otro y la particular estructura, poco variada a lo largo del tiempo, que presenta dicha práctica. En el caso concreto de Halfon, se trata de la secular persecución y repudio de los judíos, después de lo ocurrido en Europa durante los años 30-40, y que se manifiesta con naturalidad al otro lado del Atlántico tres décadas más tarde. Entre tales manifestaciones, se concretan aquí aquellas que los judíos articularon en su propia defensa. Y particularmente, un episodio disciplinario en el que los monitores del campamento fingirían ser aquellos que los exterminaron (la tarántula no es otra cosa que la esvástica), para patentizar y evidenciar ante los jóvenes aprendices, de la manera más expeditiva, las sevicias que padecieron sus familiares en Europa. De esa experiencia dramática saldrían niños, como el personaje-Halfon, que toman distancia del desencuentro ineludible del judío con un mundo inhóspito que lo segrega. También resultarían niños que aceptan sobre sí la carga de defender a los suyos. Es esta doble necesidad (la necesidad de permearse en la sociedad de unos, la resolución de defenderse y prevalecer de otros), la que se expone sucintamente en Tarántula. Es, en buena medida, aquella misma escisión que Hannah Arendt documenta en La tradición oculta, y que aborda el asimilacionismo entre los gentiles, del XVIII al XX, y que tan extraordinarios logros proporcionaría a la Europa del mundo contemporáneo.
En el caso de Halfon, sobre el recorrido de ida y vuelta a sus antepasados polacos, y al destino que padecieron en el viejo mundo, se suma, tenuemente, esta teogonía precolombina del Popol Vuh, traducida por el dominico fray Francisco Ximénez a primeros del XVIII. Según sus modernos glosadores, Ximénez actuó sin demasiada fidelidad al original para acercar la mitología maya a la tradición judeocristiana. Lo cual no quita para que descartemos un hecho mucho más fascinante, señalado por el Inca Garcilaso: la profunda similitud entre la mitología de su pueblo y las mitologías pagana y judeo-cristiana de la lejana Europa. Es en la mitología de los hombres de maiz, luego glosada/adaptada por Asturias, donde Halfon parece encontrar, para su doble literario, un cierto anclaje al mundo, menos dramático que el de sus ancestros. Todo, en esta ordenada taracea, conduce a una irresolución, donde la amargura de un mito ancilar se disuelve o se trasfunde, inopinadamente, en su mellizo ultramarino.
No por casualidad, el título de esta novela hace referencia a la esvástica. Con el episodio recogido en estas páginas, no se pretende señalar la conversión de la víctima en su contrario, como pudiera reclamar el antisemitismo europeo. Sino un hecho más obvio: la dificultad del perseguido para extraerse de la condición en que lo han consignado secularmente. Ese es el veneno de la tarántula. En el caso de Halfon -del personaje Halfon-, se trata de un judío americano, que pudiera encontrar en el aspa del indigenismo cierta morigeración de un antiguo peso. O más probablemente, la posibilidad de eludirlo parcialmente. En su fragmentada brevedad, lo que Halfon muestra en Tarántula, como un centelleo difuso, es la larga concatenación de hechos, actuales y pasados, que dificultan al judío su gentilización. Uno de ellos, lógicamente, es el agravio secular y la cautela derivada de ello. Lo más relevante, sin embargo, acaso sea el odio residual o expreso que se le manifiesta. A esa antigua nervadura, revelada de idéntico modo contra distintas víctimas, es a lo que Cohn (magnífico autor de El mito de la conspiración judía mundial), llamó Los demonios familiares de Europa, trasplantados, con éxito, al nuevo mundo.
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