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"No deberíamos perder el tiempo con debates superados como la pérdida de la pureza"

rocío márquez. cantaora

La onubense publica 'Firmamento', un disco con Proyecto Lorca producido por Refree en el que avanza por ese camino de libertad explorado en 'El Niño'.

La cantaora Rocío Márquez (Huelva, 1985). / Reportaje Gráfico: José Ángel Garcia
Charo Ramos

07 de mayo 2017 - 07:35

Sevilla/Rocío Márquez está a punto de hacer las maletas para viajar a Praga, en cuyo Festival de la Primavera arrancará el próximo domingo la gira de Firmamento, su nuevo disco y el segundo que le produce tras El Niño Raül Refree, responsable también de los últimos álbumes de Silvia Pérez Cruz y Rosalía. Pedro G. Romero es, como en aquel celebrado homenaje al cancionero de Pepe Marchena,el asesor artístico de un trabajo con retazos de influencias esenciales para Márquez -de Lole y Manuel a Camarón pasando por La Niña de los Peines, Enrique Morente y Carmen Linares- y donde palpita una alegría que la acompaña desde que creciera al son de las tonadas populares de Alosno pero que ahora se ha hecho más libertaria.

-En 2008 ganó la Lámpara Minera, epítome de la esencia jonda y en 2017 graba Tierra y centro, una de las mineras más percutivas y heterodoxas que se han escuchado en el flamenco. ¿Cuánto le debe el sonido de Firmamento a Proyecto Lorca, colaboradores habituales de Israel Galván y Tomás de Perrate?

-Desde que trabajé en 2014 con Proyecto Lorca en Madrid, en un programa paralelo que nos encargó el Teatro Real para complementar el estreno de la ópera El Público de Mauricio Sotelo, tuve claro que quería seguir explorando muchas de las puertas que se habían abierto. Hasta ese momento nunca había trabajado en un escenario con Proyecto Lorca pero me sentí muy cómoda investigando y cantando con el saxo de Juan M. Jiménez, el piano de Daniel Borrego y la percusión de Antonio Moreno. Por eso al acabar las actuaciones en Madrid les pedí convertir aquel repertorio en un proyecto completo que pudiéramos grabar y defender en directo. Hasta que lo hemos podido registrar en los estudios Domi de Morón de la Frontera entre finales de 2016 y principios de éste pasaron más de dos años en los que, además, se han ido implicando Refree, Pedro G. Romero y la fotógrafa Celia Macías, de los que tanto aprendí en la grabación de El Niño. Ha sido una aventura sonora y también teórica, es un disco muy pensado y donde he podido avanzar con Proyecto Lorca en aspectos que estaba investigando en la Universidad de Sevilla porque la génesis de este último disco ha coincidido con la redacción de mi tesis doctoral sobre la técnica vocal en el flamenco.

-La mitad de los temas de Firmamento son composiciones propias pues firma la letra y la música, en tanto que en la otra mitad se confía a los textos de cuatro autoras: Isabel Escudero, Christina Rosenvinge, María Salgado y Santa Teresa de Jesús, a la que ya homenajeó en la Bienal de Sevilla en su espectáculo con Fahmi Alqhai.

-Quería compensar tanta parte masculina (Proyecto Lorca, Refree...) y decidí que la voz y la palabra las asumieran autoras a las que admiro. Eso me permitió introducir reflexiones tanto sociales como de índole feminista que me interesaba traer al primer plano porque, como digo en las alegrías Voces, con la que está cayendo/no hay tiempo pa divagar. Christina Rosenvinge es tal vez la autora que introduce de un modo más explícito la violencia de género en ese romance titulado Almendrita donde dice: "Le gusté potra salvaje y ahora me quiere obediente". Lo cierto es que, al escuchar ahora el disco, se me subraya su carácter de homenaje a la poeta extremeña Isabel Escudero, que nos dejó esas maravillosas letras de los caracoles Si yo me duelo y la seguiriya que da nombre al disco y resume el espíritu de Firmamento: "Lo peor de la condena/ es cogerle el gusto/ a las cadenas". Fue a través de Pedro G. Romero, que conocía mi admiración por Isabel Escudero y su libro Alfileres, y también por la poesía del que fue su marido, Agustín García Calvo, que tuve la suerte de conocerla y hablar con ella. Le enviamos la maqueta con los caracoles el día en que se despedía de la vida. Me queda esa pena de no haber podido saber si le gustó cómo quedaron.

-El compromiso social nunca ha sido ajeno a su trabajo, basta recordar aquella acción reivindicativa en el Bierzo, cuando bajó a apoyar a los mineros de Santa Cruz del Sil. Aquí se posiciona muy claramente contra la contaminación del paisaje onubense.

-Soy de Huelva y desde niña he interpretado fandangos y claro, al hacerlo, le estás cantado a tu tierra. Eso me hizo reflexionar sobre el modo en que le cantamos ahora a una provincia donde el tema ambiental está tan presente en este momento y gracias a las letras de María Salgado para las alegrías Son flúor tus ojos he podido hablar de la contaminación de la Ría.

-Artistas de todos los campos, especialmente las actrices, están dando un paso al frente para denunciar el machismo que pervive en la sociedad y usted es muy clara en este trabajo con respecto al flamenco. ¿Cómo y cuándo le nació la conciencia?

-Me ha costado tiempo abordar el tema y tomar postura, pero no me puedo callar porque las mujeres estamos perdiendo cosas que ya teníamos ganadas, eso es muy triste. Me ha costado mucho tomar conciencia del machismo que hay en el flamenco. En mi curso de doctorado de la Universidad de Sevilla al principio pensaba que el módulo La sexuación en el arte no tenía sentido y así se lo planteé a la profesora, que me dijo que esperara al final del curso y entonces habláramos. Pero no hizo falta. Es increíble cómo llegamos a normalizar ciertas cosas. Viviéndolo desde dentro no tenía la percepción de que hubiera tanto machismo en el flamenco, pero no me hizo falta esperar a terminar el curso para despertar. Cuando ya tenía la conciencia removida fui un día a una peña y al presentador del acto no se le ocurrió otra cosa que decir que, como ya estábamos arregladas las artistas, por qué no salíamos para adornar el escenario del conferenciante. Y ahí vi claro que era necesario hacerlo visible, nombrarlo, porque el machismo pasa en toda la sociedad pero en un grupo endógeno y cerrado como el flamenco pasa aún más. Recientemente un curso de la Universidad Pablo de Olavide -en el que participó Carmen Linares- sobre la mujer en el flamenco también puso de manifiesto que en nuestros discursos las flamencas seguimos disculpando al hombre, "hay machismo en el flamenco pero conmigo no, yo no he tenido problema", nos decimos. Tenemos ese punto de deferencia para no molestar al de al lado pero esta cuestión había que sacarla fuera y por eso es uno de los temas presentes en este trabajo.

-Su nuevo disco es más desafiante todavía que El Niño. ¿Le ha perdido el miedo a las críticas y a quienes se han salido de sus conciertos más recientes alegando que eso no es flamenco?

-Con El Niño aprendí mucho a nivel artístico pero aquí sobre todo diría que mi evolución ha sido personal. Yo había sido de alguna manera lo que se pretendía que fuera, la niña que nunca decía que no y tenía un discurso que todo el mundo aprobaba fácilmente, un posicionamiento muy sencillo ante las cosas. Una posición ortodoxa pero, sobre todo, complaciente. Me había preocupado mucho por encajar en los moldes que los aficionados y los críticos me habían hecho y decidí que eso dejara de condicionarme. Urge permitirle al cante lo que le hemos consentido al baile y al toque, el poder tener la etiqueta de "contemporáneo" mediante figuras como Israel Galván o Rocío Molina que son capaces de convivir en lo más alto del podio y sin problemas con estéticas más tradicionales como las de Manuela Carrasco y Farruquito. Y lo mismo vale para el toque con las conquistas que hicieron Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar. Pero al cante eso no se le permite, tal vez porque lo hemos considerado el elemento madre o matriz, pero no se le deja ser contemporáneo. No hay más que ver lo que pasó Morente y todavía al escucharle hay quién pregunta si eso es flamenco o no lo es.

-Curiosamente tantos artistas que hoy son la esencia no tuvieron reparos en abrirse a otros géneros, músicas y sonoridades, valgan como ejemplo las rancheras que cantaba Pastora. ¿Se fija en las grandes maestras para abordar este período aperturista de su carrera?

-Todos los artistas aperturistas han sido una inspiración para mí, sean de la disciplina que sean, como me ha ocurrido con el trabajo con el violagambista Fahmi Alqhai. Es lo que más me llega, son los más libres. Y eso fue lo que me enamoró de Marchena, de Bernarda y Fernanda, de La Paquera y de Enrique Morente, y lo que me llega por supuesto de La Niña de los Peines, que es la principal influencia entre las cantaoras antiguas, y donde nos hemos empezado mirando todas, como sin lugar a dudas Carmen Linares es la gran referencia contemporánea. Es curioso que las preguntas que se hacen en el flamenco y cualquier arte sobre la supuesta pérdida de la pureza ya tienen respuesta y basta leer a Demófilo hablando de Silverio: ahora aquello que parecía tan rupturista es hoy el canon, la esencia. Creo que no deberíamos perder el tiempo con debates superados. No merece la pena insistir sobre conflictos a los que el paso de los años ha dado una respuesta.

-Ha sido profesora de cante en la prestigiosa escuela de la mecenas Cristina Heeren. ¿Qué opina del estado de los estudios flamencos en Andalucía?

-El debate sobre los estudios de flamenco me parece interesante y muy necesario. Estamos en un momento de transición y los artistas actuales somos un eslabón imprescindible en la cadena. Hemos vivido una época en la que el flamenco no estaba en la facultad ni en las escuelas y conservatorios, sólo en escuelas privadas y de manera complicada y con poca variedad. Ahora el panorama se está abriendo pero falta que termine de cuajar. Acaba de clausurarse un curso que he impartido en el IES Carmen Laffón de La Rinconada, por iniciativa propia y a instancias del escritor y flamencólogo Fernando Iwasaki, que impartió las clases teóricas, con los artistas Fernando Caballo (cante), Niño de Pura (guitarra) y Yolanda Lorenzo (baile). Tras tres meses trabajando con estos escolares, viendo su interés y las ganas de acercarse al flamenco, el día de la clausura se me saltaron las lágrimas. Es necesario que se incluya el flamenco en el currículum de la educación pública y, a partir de ahí, vendrá todo lo demás. Pero hasta ahora todo lo que hay son cursos aislados y experiencias voluntarias. La Junta debe dar un paso adelante como lo ha hecho en el caso de los conservatorios y aprobar los estudios de flamenco, que también deben tener cabida en la Universidad.

-¿Qué supone doctorarse para Rocío Márquez?

-Mi tesis es sobre la técnica vocal en el flamenco y la defiendo en la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla. Mi tutor, Paco Escobar, que es también guitarrista, entiende la dificultad de intercalar los dos mundos y ha tenido una paciencia infinita. Estoy a la espera de sus correcciones y, cuando me las entregue, seré doctora y cantaora, una doble faceta que sólo se da también en el caso de la artista extremeña Raquel Cantero, aunque es probable que alguna más se me escape. Me aporta mucho estudiar, investigar a nivel teórico, y todo eso sin pretenderlo entra en las grietas de tus discos aunque una misma sólo lo advierta al escucharlo mucho después. La gente de mi generación, que ha tenido la oportunidad de estudiar y ver los cambios que están sucediendo a su alrededor, tiene la obligación de poner en valor el flamenco. La visión romántica puede continuar y es respetable pero los que lo percibimos desde una realidad diferente y bastante contemporánea tenemos la necesidad de expresarlo así y no como se esperaba de nosotros.

-Sus próximas dos citas en Sevilla, de la mano de la Bienal y la UIMP, tampoco van a dejar indiferente a sus admiradores y detractores. ¿En qué consisten?

-Dirijo un curso de flamenco que coorganizan la UIMP y la Bienal dentro del cual presentaré Firmamento en Sevilla a finales de este mes, el día 24. Y en el antiguo convento de Santa Clara estoy montando, junto a la comisaria de arte contemporáneo Esther Regueira, un proyecto en torno a una exposición de Manuel León que nos permitirá revisar letras machistas, explorar temas de género y plasmar los resultados en varias performances.

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