David Pérez Sañudo, director de 'Los últimos románticos': "La película aborda un mundo en descomposición"

Cine

Los últimos románticos, película basada en la novela de la escritora vasca Txani Rodríguez, llega a los cines este viernes 15 de noviembre

Agenda SEFF: últimas jornadas

El director de cine David Pérez Sañudo / Unai Mateo

Los últimos románticos, con la dirección de David Pérez Sañudo (Bilbao, 1987) y libreto de Marina Parés (Málaga, 1992), el tándem que ganó el Goya al mejor guion adaptado por Ane, relata la historia de una mujer en cuya vida predomina la depresión y la apatía. Irune está en esa edad de los proyectos, las ilusiones y la madurez –la mediana edad-, pero una monótona tristeza le impide avanzar. Seguir creciendo. La situación alcanza un punto de inflexión en el momento en el que la protagonista –interpretada por Miren Gaztañaga- se descubre un bulto en el pecho. A partir de ahí todo cambia. Pero no a peor -como en un principio pudiéramos sospechar-.

Basada en la novela de la escritora vasca Txani Rodríguez y nominada al Premio Asecan, en la categoría de Mejor Película Andaluza –cuenta con la producción de La Claqueta PC-, Los últimos románticos augura éxitos. Aprovechamos su estreno en cines, este viernes, para conversar con su director, con David Pérez Sañudo.

Pregunta.¿Cómo descubre la novela de Txani Rodríguez?

Respuesta.La verdad es que estoy al tanto de la literatura, también de la literatura vasca. Conocía el trabajo de Txani. Tenía la novela leída. Luego es cierto que la Claqueta e Irusoin me llamaron, pues tenían los derechos de la novela, y me propusieron hacer esta película. Me pareció una idea estupenda.

P.¿Qué dificultades ha encontrado en la adaptación?

R.El proceso de adaptación ha sido muy complicado. Era una novela llena de reflexión, de mundo interior. No ha sido sencillo. Irune, la protagonista, es un personaje muy interesante cuando piensa. Representar eso se me ha presentado como un reto. El proceso de adaptación tiene mucho que ver con el trabajo de Marina Parés, la guionista, y un trabajo muy concienzudo durante un par de años.

P.¿Cuál es su criterio a la hora de trasladar una novela al cine?

R.Tenía muy claro que queríamos hacer una película naturalista. Pero éramos conscientes de que había un universo mágico, lírico, delicado, que no queríamos perder. Es una película que se podría haber planteado de una manera más abierta o más blanca, tipo Amélie, pero teníamos claro que nuestro objetivo era una peli muy naturalista. Y a partir de ahí dar más rienda a la visión surrealista que tiene la película. El reto ha sido ese: no salirnos nunca de esa vía. De esa conjunción.

P.¿Es una película sobre lo impredecible de la vida?

R.Sí. Aunque lo principal es que es una película sobre las segundas oportunidades. Con un proceso de duelo tras el fallecimiento de familiares. Son temas oscuros, o poco apetecibles, en cierto sentido. Pero realmente es una película luminosa. Es un viaje hacia luz. Un viaje hacia las segundas oportunidades. Y con espíritu optimista, a pesar de tener un punto de partida muy oscuro.

P.Sí, e incluso cierta estética de la película es oscura: la fábrica, el humo, lo industrial.

R.Porque es un mundo en descomposición. Tiene que ver con una época posindustrial. Con un ambiente que existe en determinados municipios que ya no pueden vivir con los parámetros con los que vivían en los ochenta y en los noventa. Igual porque el poderío industrial ya no está. Pero ese pasaje posindustrial, esas fábricas, ese metal… sigue estando presente. Mi generación ha vivido heredando los grandes relatos del trabajo masivo en fábricas. Sobre todo en los setenta, los ochenta y los noventa en el País Vasco.

P.Es una generación que vive a una distancia inmensa de la de sus padres. Quizá jamás ha habido tanta distancia entre dos generaciones sucesivas.

R.Totalmente. Hay un punto de ruptura claro. Nuestra protagonista ha sido criada en unos parámetros concretos, que son los de sus padres. Pero nosotros –mi generación- no hemos tenido herramientas para entender que ese universo de nuestros padres ya no existe. Nosotros vivimos en la movilidad laboral, en la falta de trabajo estable –antes no era tan habitual cambiar tanto de trabajo-. Hoy día hay otros parámetros laborales. Se vive según otras tendencias.

P.Los últimos románticos es una película que trata ese mundo en descomposición, en constante cambio, pero también nos quiere recordar que siempre habrá algo a lo que aferrarnos. En este caso quienes nos quieren.

R.Claro. Me seduce mucho hablar de eso. Hemos intentado mimar eso. Hemos querido buscar la parte luminosa de la historia.

P.¿Es una película sobre la ausencia de comunicación entre generaciones? No porque no queramos hablar con nuestros padres, sino porque manejamos lenguajes muy distintos.

R.La película habla de la incomunicación. Pero no solo entre generaciones. Tiene que ver con un personaje con serias carencias para comunicarse. Irune es una persona que estudia Bellas Artes pero que deja todo para cuidar a su madre, enferma de cáncer. Es un poco el background de Irune. En ese proceso, la protagonista se distancia de sus amigos, de sus planes de futuro, se va recluyendo. Nos encontramos con un personaje que lleva una década con una vida que no le correspondía y a la que se le ha olvidado sociabilizar. Eso pasa factura. Esos problemas para comunicarse están muy presentes en Irune.

P.¿Por qué esta reiteración a la hora de indicar horarios a lo largo de la película? Irune está obsesionada con ver qué hora es, con señalar la hora que es.

R.El problema de Irune es que no es capaz de cambiar. De romper con un contexto romántico, idealizado, que ya nada tiene que ver con ella. Es una persona que no puede romper con una vida que por otra parte ya no existe. Los horarios aparecen cuando Irune llama constantemente a Renfe. Esas escenas son una metáfora del viaje –o de la hora de partida del viaje- como oportunidad para otra vida posible.

P.¿Cuál es la relación de Irune con el trabajador de Renfe? Resulta enigmática.

R.Es un personaje virtual, en cuanto a que no es real pero se comporta como si lo fuese. Ejemplifica muy bien eso que nos pasa muchas veces, que terminamos contándole a una persona poco conocida lo que no atrevemos a contarle a un mejor amigo. Para Irune, este personaje es una vía de escape. Irune también lo idealiza, pues jamás lo ha visto en persona. Proyecta en él ese hombre que la protagonista quisiera tener a su lado.

P.El simbolismo es un recurso constante de la película.

R.El simbolismo está muy presente de muchas maneras. En primer lugar, en el tren. El tren como lo fugaz, lo que pasa, metáfora de la vida. El simbolismo también está en el viento, como elemento sanador. El mundo de Irune es símbolo de vacío, soledad, silencio. Aunque la película se va animando, haciendo más móvil, más pictórica. Y todo se debe a que Irune se va encontrando con su propio cuerpo. Es curioso cómo una mala noticia –un bulto en el pecho- sirve de excusa para activar a un personaje deprimido y pasivo.

 

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Gloria del Rosario | Crítica

Honores a la maestra Merche Esmeralda

TURANDOT | CRÍTICA

Misma historia, nuevas voces

Lo último