La danza contemporánea sevillana triunfa en Sarajevo

Juan Luis Matilla estrenó el pasado viernes en el Winter Festival de Bosnia-Herzegovina su espectáculo 'Espérame despierto'

Imagen promocional de la obra 'Espérame despierto'.
Imagen promocional de la obra 'Espérame despierto'.
Rosalía Gómez / Sevilla

25 de febrero 2009 - 05:00

La danza contemporánea andaluza empieza a despegar a nivel internacional. Así lo demuestra el éxito obtenido por el último espectáculo del joven Juan Luis Matilla el pasado viernes en Sarajevo, la capital bosnia, tras un preestreno celebrado diez días antes en el Centro Cultural de la Villa de San José de la Rinconada. Tras algunos años de esfuerzos más o menos coherentes, públicos y privados, por proteger e impulsar el tejido dancístico de Andalucía, son ya muchos los buenos bailarines que han salido de esta comunidad en la que, entre otras acciones, el Centro Andaluz de Danza de la Junta lleva años organizando cursos para su formación y su perfeccionamiento.

La falta de espacios, sin embargo, unida a las características intrínsecas de un género dancístico que todavía no cuenta con un público mayoritario y, por ende, con el favor de los programadores de los espacios teatrales, ha hecho que, mientras aumenta el número de bailarines andaluces en las filas de compañías madrileñas o catalanas, sean muy pocas las compañías que permanecen estables en esta región, sin que sus componentes se dediquen, entre espectáculo y espectáculo propio, a otros mil trabajos alimenticios.

De ahí la importancia de que existan espacios para residencias, como ha ocurrido este año con Endanza Itinerante -que gestiona Isabel Blanco- en su sede del Centro de las Artes de Sevilla. Un espacio gratuito que, a falta de dinero para producir, se les cede a los residentes durante dos meses y que constituye una ayuda inestimable para todos estos creadores que, a pesar de su talento, no pueden permitirse tener una sede propia.

Entre los residentes de este año -además de Guillermo Weickert, Anna Paris y Carolina Morales...- Juan Luis Matilla (1978), afincado en Sevilla desde su infancia, ha sido el primero en presentar el fruto de un proyecto cuyo embrión -Endanza los denomina Cápsulas-, de apenas 20 minutos, se presentó hace un año, constituido por un solo de Matilla con el violín de Eloísa Cantón. Con esta premisa, Matilla le escribió a Juan Kruz de Garaio Esnaola, un vasco que forma parte desde 1996 de la compañía de Sascha Waltz como bailarín, asistente coreógrafo y responsable del concepto musical, y que había bailado en varias ocasiones en el Teatro Central, tanto junto a la compañía de Sasha como con la célebre Schaubühne de Berlín. Tras un encuentro en Barcelona, Juan Kruz vino a Sevilla y el resultado de esta feliz unión es Espérame despierto, una pieza en la que, según su creador, "la música es tan sólida como los cuerpos de los intérpretes".

El bailarín, de origen salmantino, creó la compañía Mopa en 2002 y sus primeros trabajos se dieron a conocer en el III y IV Certamen Coreográfico de Andalucía (Delicatekken, en 2004, fue ganadora del único premio de esta edición). En 2006 creó Danza Extraterrestre y en 2008 se presentó en el Fest con Tuve que hacer el amor por cortesía, en colaboración con Francisco Torres y Anna París, y en Mes de Danza de Sevilla con Tus hijos me están jodiendo la vida.

Pero junto a la calidad interpretativa de Matilla y al talento de Kruz, esta pieza contiene otra grata sorpresa y es el trabajo interpretativo de la violinista Eloísa Cantón, bien conocida por sus apariciones en espectáculos de Israel Galván, Fernando Mansilla o Varuma Teatro. En Espérame despierto Cantón se pone a danzar por vez primera convirtiéndose en un magnífico e inesperado complemento del bailarín, con el que va construyendo escenas en las que, a pesar de su dureza, no faltan la sensualidad y el humor.

Juan Luis Matilla regresaba ayer de Sarajevo, donde "ha sido maravilloso ver cómo un público jovencísimo aplaudía y vitoreaba nuestro trabajo". "Es emocionante pensar que este festival, que dirige Ibrahim Spahic, en un país casi sin danza contemporánea lleva celebrándose desde los Juegos Olímpicos de Invierno de 1984 y no ha sufrido interrupciones, ni por la guerra que azotó Bosnia-Herzegovina entre 1992 y 1995", concluye.

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