Una crítica social en clave escatológica

El Lope de Vega acoge desde hoy hasta el jueves 'Las presidentas', un texto ácido del austríaco Werner Schwab al que dan vida Ana Marzoa, Alicia Sánchez y Paca Gabaldón

Ana Marzoa, Alicia Sánchez y Paca Gabaldón son 'Las presidentas'.
Mercedes Mendoza Sevilla

15 de diciembre 2015 - 05:00

En la pared que preside el apartamento -entero pintado de rosa, con decoración muy kitsch- junto al retrato de bodas y la imagen de Jesucristo, hay algunos huecos libres en los que Erna espera que algún día cuelguen las fotografías de sus nietos, que, como muchas de sus expectativas en la vida, es posible que ya nunca lleguen a ser una realidad. En la esquina un televisor, el único lujo que la tacaña jubilada ha querido permitirse, y al fondo a la derecha, como en toda casa que se precie, un retrete, que de anecdótico no tiene nada pues en torno a él gira Las presidentas, una obra del austríaco Werner Schwab a la que ahora dan vida tres veteranas actrices como Ana Marzoa, Alicia Sánchez y Paca Gabaldón bajo la dirección de Juan Dolores Caballero.

Ácido, crítico con lo establecido y lleno de referencias a la escatología, así es el libreto que Schwab pensó para esta obra, escrita en 1992, a la que algunos han llegado a definir como "esperpento austríaco" e incluso "teatro antiburgués". Pero para Gabaldón hay que saber leer entre líneas y ver más allá de la aparente vulgaridad de las palabras. "Hay que saber descifrar las metáforas porque no se resume en eso. Es un texto con un enorme bagaje crítico donde se expone la miseria humana, los sueños incumplidos, la soledad de los personajes... Pero también un texto que sobrepasa las expectativas, que encaja perfectamente con los tiempos tan duros y convulsos que estamos viviendo", explica la actriz quien además defiende un tipo de teatro que vaya más allá del entretenimiento y la distracción. "Debe servir como reflejo de una situación, que tras una hora y media de función el espectador tenga motivos para rumiar".

La iniciativa de llevar a cabo este montaje surgió por parte de Dolores Caballero y La Cantera Producciones. Primero se pusieron en contacto con Gabaldón y ella colaboró en la búsqueda de los otros dos nombres. "La idea era encontrar actrices experimentadas que fuesen capaces de decir sí a todo este reto, que para mí ha sido el mayor esfuerzo que he hecho en mi vida. Como fui la primera en llegar tuve la posibilidad de elegir personaje y me quedé con Grete porque en algunos aspectos me siento cercana a ella. Es una vividora, alegre, con mucho poderío físico pero que proyecta su frustración por la falta de cariño de sus hijos en el amor por su perro", cuenta la intérprete cuyo personaje encuentra el contrapunto en sus otras dos compañeras de escenario, Mariedl y Erna. La primera es una fanática religiosa, asidua al peregrinaje y a desatascar los retretes ajenos. La segunda, aunque también católica, se define más por su extrema tacañería. En definitiva, son tres mujeres diferentes entre sí pero unidas por su soledad y su anhelo de haber vivido una vida mejor que nunca les tocó. "En la primera parte de la obra se mencionan temas como la fe católica, el sexo y la caca. Y en la segunda, aunque hay ciertas referencias al pasado político de Austria, se acude sobre todo al factor humano. El objetivo final es hacer una crítica de toda la sociedad occidental, una sociedad a la que Schwab consideraba putrefacta", resume Gabaldón.

Aunque la obra ha recibido una buena acogida tanto por parte del público como de la crítica, en su estreno en el Teatro Rojas de Toledo el pasado octubre hubo quienes decidieron abandonar a mitad de la función. "Hay oídos delicados que no están preparados para la semántica fecal, que no saben qué insinúa. Para nosotras, que conocemos el texto, es tan representativo y metafórico que nos satisface plenamente. Nos quedamos pasmadas, pero ahora estamos preparadas para lo mejor y lo peor", afirma Gabaldón. Pero más allá del lenguaje, otra de las razones por las que puede sorprender la obra es por sus protagonistas. "A ciertas edades las mujeres se vuelven totalmente invisibles para la ficción, salvo alguna rara excepción". ¿Es entonces el teatro el único refugio que les queda? "No el único, sino el más grande, pues la recompensa del aplauso es una sensación que el cine jamás te puede dar".

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