Superhéroe de barrio

Mala persona | Crítica de cine

Arturo Valls en una imagen de 'Mala persona'.
Arturo Valls en una imagen de 'Mala persona'.

La ficha

** 'Mala persona'. Comedia, España, 2024, 99 min. Dirección: Fernando García-Ruiz. Guion: Santos Mercero, Daniel Padró. Fotografía: Rafa García. Música: Filipe Melo. Intérpretes: Arturo Valls, Julián Villagrán, Malena Alterio, José Corbacho, Teresa Lozano.  

El tándem formado por el showman Arturo Valls y Fernando García-Ruiz regresa tras Descarrilados para seguir tomándole el pulso a ese españolito de barrio obrero por el que pasan todos los estigmas de la incorrección aún sin reeducar como marcas para la nueva comedia castiza y costumbrista que busca mirarse en los clásicos de nuestro cine.

Valls interpreta aquí al dueño de un bar y marido ejemplar, padre comprensivo y buenazo de la comunidad que lo mismo dirige el coro de marginados de la parroquia que le presta dinero a su vecino, le compra una moto a su hija adolescente con tal de que no vuelva a robar o está dispuesto a donarle un riñón a su insufrible suegra. A su lado, el mefistofélico colega abogado que encarna Julián Villagrán le tienta con una escalada de desenfreno y maldad que ponga algo de pimienta a su santurrona vida, sobre todo después de que un diagnóstico médico lo coloque en lista de desahucio.

Sobre esta premisa con desenlace anunciado, Mala persona va organizándose encadenando escenas y gags más o menos logrados sobre los límites de la transgresión, la estupidez y la dignidad en tiempos de masculinidades deconstruidas, ultraderechita cobarde, ofendiditis aguda y demás parámetros reconocibles en el caldo (mediático) de nuestros días, buscando a través del tipo una cierta redención para que el espectador pueda reconocerse (y perdonarse) en cada uno de sus hitos y meteduras de pata.

García-Ruiz se conduce con fidelidad al trazado y cierto comedimiento que no siempre juegan a favor de tono, apuntala bien a los secundarios (sobre todo a la esposa que encarna Malena Alterio) y le da barra libre a Valls y su patetismo con bigote y pelo rizado como epicentro (moral) de identificaciones y proyecciones de manual de perdedores entrañables. 

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