Atmósfera contra escritura

Tras cuatro largometrajes previos sin apenas trascendencia, incluida una versión de Hansel y Gretel (2020), Oz Perkins, hijo de Anthony Perkins y hermano del cantante Elvis Perkins (que firma aquí la banda sonora como Zilgi), parece haber encontrado su senda dentro de la industria emulando algunas de las señas de identidad de ese nuevo terror de autor y diseño (en la onda A24) que hace de las atmósferas, un cierto aire retro en su concepción visual y la nostalgia por los 90 (la película se ambienta en esa década y en ella resuenan de forma evidente El silencio de los corderos y Seven) las bases para una relectura de los viejos relatos de terror infantiles.

En Longless todo parece cifrarse en la construcción desde el primer instante de un determinado estado de ánimo sombrío y amenazante que convierte cada movimiento de cámara, cada encuadre, cada zoom o cada espacio en un ámbito de pesadilla nocturna bajo la mirada de una agente del FBI (Maika Monroe, que apunta a nueva musa del género) con ciertos dones premonitorios. Porque apenas vemos la luz de sol en un filme empeñado en convocar las sombras y los sueños más siniestros de una infancia vulnerable y amenazada por los propios progenitores, cómplices de una fuerza del mal satánico a la que Nicolas Cage pone la percha, la máscara glam y el látex de la transfiguración monstruosa en el límite de lo paródico.

Con todo, el filme nos revela a un cineasta dotado pero también a un guionista incapaz de mantener su apuesta hasta el final. Así, y al margen de algunos diálogos explicativos, volcadas ya las cartas de la pesquisa y la revelación y terminado el breve show de Cage, se hace previsible el desenlace que disuelve las potentes ideas y tonos iniciales en un encadenado narrativo que acelera demasiado el ritmo y precipita la salida después de haber cocido a fuego lento un descenso a los sótanos de la identidad y la conciencia del horror en el seno de los vínculos primordiales.