Contra la tiranía del metrónomo

¿Beethoven y Mozart al clave? Esta fue la atrevida apuesta del afamado clavecinista francés Jean Rondeau para su esperada visita al Femàs, elección muy inhabitual por haber sido relevado el instrumento por el piano durante el Clasicismo, pero no carente de justificación histórica pues en las últimas décadas del siglo XVIII eran cientos los claves que seguían en pleno uso y tocaban este repertorio.

En la inevitable comparación con el piano es obvio que Rondeau tenía que luchar contra las limitaciones dinámicas de su instrumento, incapaz de gradar su sonido para el fraseo. A cambio, las piezas clásicas sonaron con inigualable equilibrio, con una claridad que revelaba cada detalle de los juegos de texturas típicos del Clasicismo, como tocadas con la partitura abierta ante nuestros ojos: un arma de doble filo en un repertorio de por sí transparente y que se convirtió en virtud gracias a la enorme limpieza de Rondeau, un clavecinista de una técnica impoluta rara de encontrar entre ellos.

Pero, limitado dinámicamente y con una articulación muy escrita, ¿qué armas expresivas le quedan al intérprete? Una de ellas, potentísima pero tantas veces olvidada por culpa del tirano metrónomo, es el juego con el tempo. Y ahí Rondeau dio una lección de cómo matizar la música con él, en el gran trazo frenándolo en los clímax y retomando seguidamente impulso, en el detalle acentuando sutilmente con leves retenciones, con un sentido poético casi romántico en la ensoñadora Fantasía KV 397 de Mozart.