Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
El barco del amor | Crítica de cine
*** 'El barco del amor'. Comedia, Francia, 2024, 95 min. Dirección y guion: Bruno Podalydès. Fotografía: Patrick Blossier. Intérpretes: Denis Podalydès, Sandrine Kiberlain, Daniel Auteuil, Bruno Podalydès, Isabelle Candellier, Florence Muller.
Corre el riesgo este Barco del amor de encallar y vararse junto a todas esas comedias francesas de medio pelo que navegan en nuestro país con el reclamo de haber reventado la taquilla local. Y nada tiene que ver en fondo y forma este ligero vodevil fluvial con las cuitas y el tono de la mayoría de ellas salvo la presencia de algún que otro actor de renombre.
Al frente de su compañía de repertorio, Bruno Podalydès, a la sazón hermano del gran actor Denis Podalydès, y de quien recordamos con verdadero entusiasmo aquella Comme un avion (2015) que no llegó a estrenarse por aquí, maneja el timón con pulso firme hacia uno de esos enredos marcados por el tono justo en la bufonada y las prestaciones ejemplares de un elenco entregado a esos personajes tan excéntricos como entrañables enrolados en un crucero que se afirma tramo a tramo, exclusa a exclusa, en su condición de farsa conciliadora sobre la precariedad, la lucha de clases e incluso como discurso político sobre el relevo generacional y los ideales perdidos. También el de la comedia, que mira aquí hacia el pasado (Pagnol, Guitry, el propio Louis de Funes a quien se parodia en el título original) para impulsarse a través de la autoconciencia hacia un presente de posibilidades.
El intento de timar a un ricachón y galán de pacotilla (Auteuil) durante un crucero romántico con invitada sorpresa y peajes continuos termina siendo un festivo canto al viaje como lugar para el encuentro de contrarios y escuela de aprendizaje vital. Podalydès sabe muy bien lo que se hace y convierte cada escena en un gag de imprevisible desenlace, modulando tonos, canciones y estilos, bajándose y subiéndose del navío, incorporando el gesto teatral y musical a un escenario en movimiento donde todos tienen sus razones, su línea de gloria y su entrada memorable. No están los tiempos para buenas comedias populares como ésta, hecha con cariño por sus mimbres y sus tipos singulares. El barco del amor los sube a bordo para ganarse el aplauso tras el saludo a la audiencia y la caída del telón.
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