Duelos desde el primer mundo

Viendo este documental noruego uno no puede evitar recordar aquel filme con Viggo Mortensen, Captain Fantastic, en el que un padre procuraba con tesón y cariño una vida alternativa en plena naturaleza para sus hijos como utopía fuera de las normas sociales hasta que una circunstancia trágica los obligaba a integrarse en la civilización.  

En Adiós, salvajes, ganadora de premio en Sundance, también tenemos a un padre y a sus hijos rubios y hermosos creciendo libremente en su granja en los páramos noruegos, pero el duelo se ha instalado en la familia, donde también hay una hermana mayor fuera del núcleo, después de que la madre haya fallecido poco tiempo antes. De hecho, el documental ya estaba en marcha antes del suceso, centrado precisamente en la singularidad del grupo y su peculiar modo de vida, también en la propia vocación artística de la madre como fotógrafa y bloguera.

La película se ve empujada así a seguir un nuevo camino atravesada por la pérdida y contaminada por el recuerdo que afecta de distinta manera a cada uno de los miembros, también por las circunstancias que obligan a una mudanza, un posible traslado a Inglaterra, de donde es originario el padre, y la necesidad de iniciar la escolarización de los niños.

Adiós, salvajes se convierte así en la crónica de esos vaivenes, cambios y ausencias a través de los años, tal vez contaminada en exceso de un tono algo almibarado (demasiada música para acolchar emociones) y un acercamiento que peca a veces de esteticista y superficial. Puntualmente, la voz de la madre y sus imágenes y filmaciones se cuelan como interesante gesto de montaje que horada y reactiva el relato. En otras ocasiones, da la sensación de que las situaciones están demasiado preparadas para la cámara.